Como bien lo explicó el historiador Pablo Pozzi en su libro “Oposición Obrera a la dictadura (1976-1982)”, la resistencia de la clase trabajadora argentina frente al poder militar tras el golpe de Estado del 76 se puede clasificar como “subterránea”.

Por supuesto, el marco histórico que rodea este período es fundamental: frente a las medidas de fuerzas obreras, la dictadura militar utilizó el poder del Estado para secuestrar, desaparecer y asesinar con impunidad total y la complacencia de gran parte de la sociedad y diferentes sectores. La clase obrera organizada que luchaba por la liberación y el socialismo desde hacía años fue, junto a las organizaciones armadas revolucionarias, el blanco principal de la dictadura.

Junto a la resistencia más clara en esa época encabezada por las Madres de Plaza de Mayo, los trabajadores no siguieron los pasos de las cúpulas sindicales que se llamaron al silencio o, directamente, llenaron sus bolsillos de dinero para después reciclarse en tiempos de gobiernos constitucionales. Algunos dirigentes de esa época como Lorenzo Miguel, de las 62 Organizaciones, o Jorge Triacca, quienes abrazaron con pasión la causa menemista, sirven como ejemplo.

“Entre las Fuerzas Armadas y la burocracia sindical había algo en común: ambas se sentían profundamente amenazadas por las tendencias clasistas y combativas que surgieron en el sindicalismo durante la década de 1960”, analiza Pablo Pozzi con precisión.

Es real que durante la dictadura el retroceso popular fue innegable. No por esto la clase trabajadora desapareció.

En agosto de 2004, el Periódico de las Madres entrevistó al historiador Nicolás Iñigo Carrera. Cuando se le preguntó por la clase obrera durante este período, su respuesta fue concreta: los trabajadores continuaron su marcha y las teorías que la dieron como enterrada sólo responden a “un discurso que forma parte de una guerra psicológica contra la clase obrera en el sentido de aislarla. Porque si no existe, quién la va a ayudar o quién la va a apoyar o quién la va a apoyar en sus luchas”.

Si bien Iñigo Carrera afirma que la clase obrera fue “pauperizada” por los planes económicos dispuestos por el entonces ministro de Economía José Martínez de Hoz, los trabajadores encontraron diferentes formas para hacer escuchar su voz.

También es necesario señalar que las acciones contra el poder militar fueron impulsadas por las bases trabajadoras. Cuando las cúpulas sindicales decidieron salir a la calle (es el caso de la CGT), se debió a que no pudieron contener el descontento que los obreros vivían a diario producido por el sistema represivo y excluyente en términos económicos.

En este artículo se intenta hacer un resumen (probablemente incompleto) de los conflictos que los trabajadores llevaron a cabo en días donde los centros de torturas y la prepotencia militar nublaban los ojos de gran parte de la sociedad.

1976

 En el mes de marzo, los obreros de IKA-Renault de Córdoba deciden trabajar a reglamento bajando la producción de 40 a 20 unidades. Durante el segundo día de medida, la producción desciende a 14 unidades.
Mientras dura el conflicto, en las paredes de la fábrica pueden ser leídas pintadas que exigen “Fuera los milicos”; “Tenemos hambre”, “Sabotaje a la superexplotación”.

 A principios de abril, la sección pintura de la fábrica General Motors en el barrio de Barracas de la Capital Federal entra en conflicto. Las fuerzas represivas ocupan la planta y secuestran a tres trabajadores. Por esta razón, la fábrica completa declara la huelga y obliga a liberara a los detenidos.

 A mediados de mayo, en la fábrica Mercedes Benz comienzan los primeros paros rotativos de quince minutos. En las plantas de Chrysler de Monte Chingolo y Avellaneda se adoptan medidas similares con cortes de luz de diez minutos como forma de protesta.

 También el 14 de mayo, en la fábrica Di Carlo se efectúa un paro total por la detención de tres obreros por fuerzas militares. Anteriormente, el 7 de septiembre, los trabajadores de Di Carlo logran celebrar el “Día del Metalúrgico”, a pesar de que la dictadura lo había abolido.

 A partir del 5 de octubre, el gremio de Luz y Fuerza inicia una huelga de brazos caídos en protesta por el despido de 208 trabajadores. Entre los despedidos se encuentra la mayoría de delegados gremiales.

Luz y Fuerza (que aglutinaba a las empresas SEGBA, Agua y Energía, DEBA y Compañía Italo Argentina de Electricidad) lleva adelante paros, abandonos de tareas, intentos de movilización, trabajo a desgano y apagones en diversas zonas. Por esos días, un trabajador declara a la agencia clandestina de noticias ANCLA que el conflicto es una “respuesta de la base a la prepotencia y a la injusticia”. El obrero de Luz y Fuerza también afirma que los militares “quieren la reorganización del país a costa de nuestro esfuerzo y no del de los patrones”.

El 14 de octubre, los militares ocupan los establecimientos donde se desarrollan las medidas de fuerza y desalojan a los trabajadores. Por ese entonces, el conflicto abarca Capital Federal, Gran Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Catamarca y Salta.
Hasta ese momento, 36.000 trabajadores acatan las medidas de resistencia.

Por su parte, los trabajadores de ENTEL en solidaridad con los lucifuercistas enmudecen 38.000 líneas telefónicas.
Las medidas de fuerza continúan durante diciembre y enero y febrero de 1977.

 En la fábrica EMA, son suspendidos tres obreros y se llama a la huelga. El ejército interviene en el conflicto y detiene a seis trabajadores. Más de mil obreros de fábricas cercanas como Editorial Abril y Refinería de Maíz se concentran frente a EMA, manifestando su solidaridad. Por esta razón, las patrullas militares tienen que negociar la libertad de los presos y anular las suspensiones.

1977

 El 11 de abril, el Sindicato de Luz y Fuerza protagoniza una acción de resistencia a la aplicación del plan económico del ministro de economía José Martínez de Hoz.
Además, los trabajadores repudian las medidas que los militares y empresarios imponen: extensión de la jornada de trabajo de 36 a 42 horas; eliminación de la cláusula que prohíbe penar a los trabajadores por razones políticas, gremiales, religiosas o raciales; el Fondo Compensador de Jubilaciones administrado por el sindicato es confiscado por la empresa; se anulan más de veinte artículos del anterior régimen laboral y se introducen reformas negativas.

El mismo 11 de abril, el dirigente más importante de Luz y Fuerza, Oscar Smith, es secuestrado por las Fuerzas Armadas.

 Entre el 13 y el 17 de junio, más de seis mil trabajadores agrícolas se suman a varios conflictos de obreros industriales en la zona de Rosario y San Lorenzo.
El resultado de estas acciones fue un aumento de salario del 20 por ciento.

Durante estos días hubo despidos y docenas de detenciones efectuadas por las fuerzas represivas.

 En agosto los transportistas petroleros llevan una medida de fuerzas contra las empresas Shell y Exxon. Por esos días, la dictadura militar intenta privatizar las bocas de expendio.
 A mediados de octubre, los obreros de IKA-Renault de Córdoba reclaman un aumento salarial del cincuenta por ciento. La empresa ofrece el quince por ciento y es rechazado por los trabajadores. Se comienza una huelga de brazos caídos.

Luego del inicio de esta medida, el Ejército entra a la planta para exigir la vuelta a las actividades laborales.
Frente a las acciones de repudio de los trabajadores, las fuerzas armadas abren fuego asesinando a cuatro obreros. Al otro día se produce un abandono masivo de tareas. De los seis mil trabajadores que acataron la huelga, ciento treinta son detenidos y despedidos por la empresa.

 También en octubre, los ferroviarios inician una huelga para frenar las privatizaciones. Los obreros realizan asambleas de bases y delegados eludiendo el aparato represivo. Además, logran las reivindicaciones salariales planteadas. La detención de varios trabajadores durante el paro lleva a extender la medida de fuerzas hasta que son liberados.

1978

 La revista Mercado registra 1300 conflictos y medidas de fuerza en la primera mitad del año.

Las principales acciones las llevan adelante los portuarios, los obreros de la fábrica Fiat y del frigorífico Swift de Rosario. También se registran movilizaciones de bancarios y transportistas. A finales del año los ferroviarios efectúan un nuevo paro. En las empresas Renault y Firestone de Lavallol también se frena el trabajo.

1979

 Se intensifican las tomas de fábricas por sus trabajadores como forma de protesta, comenzando el 8 de marzo en la empresa Aceros Ohler.

 En abril, tres mil ochocientos trabajadores de Alpargatas deciden en una asamblea en la puerta del establecimiento un paro por tiempo indeterminado.

 El 27 de abril se lleva a cabo la Jornada Nacional de Protesta. Esta medida logra alterar sustancialmente la normalidad en el cinturón industrial del Gran Buenos Aires y de las principales ciudades del interior.
La medida es convocada por un sector de la burocracia sindical presionada por las bases trabajadoras. Tal es la fuerza de las bases, que en la resolución redactada por las direcciones se expresa que “sentimos sobre nosotros la mirada inquietante de los trabajadores que podrían sentirse abandonados a su suerte, lo que determina nuestra decisión de colocarnos a la cabeza de la protesta que se generaliza para unificarla con la decisión de una propuesta nacional”.

 El 16 de septiembre se produce una huelga en la fábrica Peugueot que cuestiona la política salarial implementada por la dictadura. Los trabajadores exigen la equiparación salarial con la empresa y el convenio por industria y no por empresa.

 En septiembre también, los colectiveros de San Miguel de Tucumán realizan una movilización en demanda de aumentos de sueldos.

 El 8 de noviembre, una huelga en el frigorífico Swift de Berisso desemboca en la toma del establecimiento por los trabajadores. La comunidad apoya activamente la medida de los obreros.

 En diciembre se realiza un “paro sorpresivo” de trasportes en Rosario que coordina a cinco gremios al margen de las direcciones nacionales de los sindicatos.

1980

 A fines del año se toman las fábricas Deutz, La Cantábrica, Sevel y Merex. Por su parte, los obreros de Deutz piden en forma pública la renuncia del ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz.
También se producen paros coordinados con los trabajadores en los talleres ferroviarios de Taif Viejo e Ingenio Ñuñorco.

Se conforman coordinadoras clandestinas a nivel nacional encabezadas por los trabajadores del Estado y transportistas.

Se lleva adelante un paro marítimo nacional contra la nueva ley de navegación que permitía a la dictadura la contratación de personal extranjero en buques del país.
A su vez, se realizan medidas de fuerza contra la privatización de los subterráneos y el desmantelamiento de los ferrocarriles.

Además estalla un conflicto en el Banco de Intercambio, los trabajadores del Hospital Provincial de Rosario se movilizan por sus reclamos y en la fábrica alimenticia Sasetru se lleva a cabo una “marcha del hambre”.

Por su parte, en el Banco de Tokio los empleados desatan una guerra de bombas de olor fabricadas con insecticida gamexane.

1981

 El 17 de junio comienza una serie de paros convocados por el gremio SMATA en defensa de sus fuentes laborales. Estas medidas son acatadas casi en totalidad en Capital Federal y el Gran Buenos Aires. Las seccionales del interior del país, lideradas por Elpidio Torres, no adhieren. La dictadura responde a estas acciones encarcelando a varios dirigentes y trabajadores.

 Entre los meses de junio y julio se suceden medidas de fuerza y huelgas en los talleres de Mercedes Benz y Perkins Argentina.

 El 22 de julio, la CGT convoca a un paro nacional cuyos objetivos son la “recuperación del aparato productivo y de los niveles de salarios” y “la plena vigencia del estado de derecho”.

Entre otras adhesiones, reciben las de todas las regionales de la CGT, de las seccionales de SMATA, la Coordinadora de Taxis y de cuatro agrupaciones gremiales dentro de la Unión Ferroviaria.

La CGT, aunque presionada por sus bases, declara en tono conciliador que el paro “no está dirigido contra nadie en particular”.

Frente a la medida de fuerza, en el Gran Buenos Aires adhieren la mayoría de los establecimientos industriales; en la ciudad de La Plata se registra un cincuenta por ciento de ausentismo a los lugares de trabajo; en Córdoba y Rosario adhiere el gremio gráfico; en Tucumán y Mendoza los ferroviarios; en Entre Ríos se plegan al paro SMATA y los gremios camioneros y panaderos; en Bahía Blanca el sesenta por ciento de los empleados de comercio; en San Juan llevan adelante la medida los vitivinícolas, bancarios y trabajadores de la carne; en Mar del Plata, los mecánicos.

La policía federal informa que un millón y medio de trabajadores acatan el llamado de la CGT.

Durante la jornada, muchos pequeños y medianos empresarios y comerciantes cierran sus puertas en apoyo a los obreros.

 En julio también los trabajadores de Industrias Metalúrgicas de Rosario ocupan la planta.

 El 4 de agosto, los obreros ocupan la metalúrgica Bellusi.

 En esos días, cientos de afiliados del sindicato de Luz y Fuerza salen a la calle en reclamo de aumentos salariales.
 El 7 de noviembre la CGT convoca a una marcha por “Paz, Pan y Trabajo” en el día de San Cayetano. Ese día se movilizaron cincuenta mil personas desde el estadio de fútbol de Vélez Sarsfield hasta la iglesia de San Cayetano coreando consignas contra la dictadura y reclamando por los desaparecidos.

 El mismo día en La Plata, Berisso, Ensenada y Rosario se organizaron concentraciones impedidas por el despliegue policial.

1982

 El 9 de marzo los estatales se movilizan en Buenos Aires contra las privatizaciones.

 El 18 de marzo, los trabajadores portuarios de la Capital reclaman ante el Comando en jefe de la Armada por sus fuentes de trabajo y mejoras salariales. Luego de una misa en la Iglesia San Francisco, a una cuadra de Plaza de Mayo, donde se rogaba por sus salarios, los trabajadores arrojan volantes de repudio contra la dictadura.

 El 19 de marzo, la CGT lanza un llamado a todos los sectores para que convergieran en Plaza de Mayo el día 30. La consigna denuncia a la dictadura “que ha logrado hambrear al pueblo sumiendo a miles de trabajadores en la indigencia y la desesperación”.

 El 30 de marzo, a la movilización convocada por la CGT se le hace imposible entrar a Plaza de Mayo: patrulleros, carros hidrantes, camiones de asalto, helicópteros y policía a caballo resguardan el poder militar. A las 16 horas, las fuerzas represivas interceptan en Puente Pueyrrdon una gruesa columna de obreros que pretende cruzar el Riachuelo.

Son reprimidas también manifestaciones en Tribunales y de los obreros estibadores en el puerto. Frente a la agitación popular, la dictadura se defiende castigando a los manifestantes y disparando sus armas desde los balcones.

Según diferentes fuentes en esa jornada en Capital Federal hay entre mil y tres mil detenidos.

A su vez, en el resto del país las movilizaciones se multiplican: en Mendoza es duramente reprimida por los militares que asesinan al dirigente del cemento José Ortiz con un balazo en el pecho; en Rosario, dos mil personas recorren el centro de la ciudad; en Tucumán detienen a 200 personas que repudiaban a la Junta Militar; en Córdoba, el III Cuerpo del Ejército patrulla las calles con columnas de hasta siete vehículos militares por temor a la avanzada trabajadora.