Bob Marley fue el poeta callejero mejor dotado para amplificar el mensaje de su gueto jamaiquino, el Trench Town. Allí conoció las armas blancas, las redadas policiales y las peleas entre los narcos. También ahí, supo de sus antepasados y del concepto espiritual de la cultura Rastafari.
Del año 1600 a 1700, la cifra de esclavos en la isla de Jamaica subió -vidas más, vidas menos- de diez mil a seiscientos mil. El trafico de personas encadenadas, tribus enteras o en parte, puso a millares de africanos arrancados de su tierra ancestral, en una vida bajo el control y los abusos de los colonizadores ingleses. La Reina Victoria de Inglaterra escribía dictámenes represivos y el secretario de la Sociedad Misionera Bautista los enviaba a ejecutar.
Cuando la urbanidad no era tal, los levantamientos se daban en las zonas montañosas.
Para organizarse, los cautivos escapaban de los campos azucareros hacia las colinas. Las revueltas de Tracky en 1760 y San Sharpe en 1831, fueron la vértebra rebelde que talló las futuras revueltas. Ambas epopeyas acabaron en masacres y sus líderes, en la horca, la guillotina o los colmillos de algunos perros salvajes.
La creación de Bob
En 1891, la pequeña Iglesia Bautista Nueva fue fundada con unos 200 miembros y comandada por Alexander Bedward. Luego, estaría dirigida por quien sería uno de los luchadores más destacados del mundo, convirtiéndose en un referente de la formación ideológica de Malcom X, Nelson Mandela y Luther King.
Ese era Marcus Garvey, el redactor de la “Declaración de los Derechos de la Gente Negra en el Mundo” durante una multitudinaria asamblea celebrada en Nueva York a principios del siglo XX. Al poco tiempo, Garvey fue detenido por uniformados norteamericanos y deportado a Jamaica. Allí recordó su frustrado proyecto de formar una compañía marítima de nombre Black Star Line para concretar el sueño de quienes creían que en un éxodo hacia África encontrarían la verdadera libertad.
Garvey, con su lema “Un dios, una meta, un destino”, fue quien dio a conocer las interpretaciones bíblicas que ven la salvación de la raza negra en un descendiente directo del Rey Salomón. Para los rastas, esa persona es Haile Selasie I, emperador de Etiopía. Ellos creían que su majestad estaba autorizada para gobernar. Sin embargo, cuando este ocupó el poder y fue gobierno no cumplió al pie de la letra lo que millones de hombres ya daban por hecho. Su mandato consistió en una dictadura, que fue acabada tras una revuelta popular.
El primer nacimiento de Bob
Durante 1968, en la isla sucedieron diversos motines que darían lugar al surgimiento del Rastafarismo. La ideología promovida por Marcus Garvey ya tenía decenas de seguidores en la isla, pero ahora cobraba mayor dimensión porque se sumaban a la organización Poder Negro. De manera recíproca este masivo movimiento tuvo un hermano siamés, la música reggae. Su cadencia musical y su mensaje religioso crecerían de la mano y juntos tajarían con el filo de su furia la apertura al período postcolonial.
Uno de los líderes de Poder Negro era el historiador guyano Walter Rodney, quien había sido expulsado del país en 1960. Estaba en la mira del poder de turno porque su activa militancia resultaba una amenaza para el sistema político Una noche de abril, las fuerzas represivas derrumbaron la puerta del local partidario y a punta de pistola lo detuvieron. En las capturas, los oficiales secuestraron armas, bombas y una carta de puño y letra dirigida al líder cubano Fidel Castro.
El crecimiento de Bob
Los motines de los luchadores por los derechos de los negros definieron su postura. Por eso Michael Manley, unas veces blanco y otras negro, según su conveniencia o decisión, se consagró presidente.
Las crecientes movilizaciones contra el régimen colonial y la consolidada presencia del movimiento Rastafari marcaron la silueta política y a veces ideológica del hombre que no quería ser blanco. Por este motivo durante la campaña electoral de 1972 su Partido Nacional Popular, utilizó el estilo reggae y la simbología rasta para afinar sus intenciones con los desposeídos.
Una vez en el poder, aseguró que los días del sistema capitalista estaban acabados en su país. Nacionalizó la banca y los medios de comunicación. Aumentó los impuestos para las empresas extranjeras y adquirió más de la mitad de las acciones de las empresas de mayor capital y producción. Las corporaciones afectadas por las medidas golpearon las puertas de la Casa Blanca y le chusmearon que el gobierno jamaicano participaba como miembro de la Internacional Socialista y se sumaba a lista de Países No Alineados. Cuando se hizo público su apoyo a Cuba y a los movimientos de liberación de América latina y Angola, el presidente Jimmy Carter dio luz verde para que la CIA invada el país caribeño y autorizó a los agentes secretos para que sacudan con plomo a esa estrella de rock que se negaba a maquillar su crudeza barrial.
El segundo nacimiento de Bob...
Siempre llamó la atención su sorprendente parecido al Comandante Guevara. La similitud de sus rostros, su mirada pensante, su risa de hombre nuevo. “Un revolucionario es todo aquel que lucha contra la injusticia”, dijo el guerrillero heroico; y “todo aquel que lucha contra la injusticia es un Wailer’s”, aclaró el fundador del grupo The Wailers en la década del 60.
El profeta de dreadloks no cayó en combate como el Che, ya que murió por un cáncer nacido en una lesión de fútbol mal curada, y porque la bala que intentó asesinarlo unos años antes le pegó a unos milímetros de la cabeza. En el 76, aceptó cantar en el acto “One Love, One Heart” que organizó el gobierno jamaiquino. Un evento al aire libre que intentaría formalizar un pedido de paz que logre detener la guerra civil a punto de desatarse en la isla.
Dos días antes del show, hombres armados arremetieron en su casa. Milagrosamente, nadie murió. De todas formas y herido de bala, Marley cumplió con su palabra y participó del encuentro musical.
Al otro día se fue al extranjero y no volvió por más de un año.
La muerte de Bob
Se dijo que lo mató la CIA, que lo envenenaron en lugar de sanarle la herida del dedo golpeado luego de un partido. Lo mismo se dijo de su compañero en los inicios de carrera, Peter Mc In Tosh, quien sí fue fusilado por la espalda el 11 de septiembre de 1987, por presuntos agentes norteamericanos.
Bob Marley cumplió con el mandamiento rasta de llegar a África. Ya con el veneno cancérigeno comiéndole los huesos fue a Zimbawe con su conjunto. En 1980 tocaron en el acto de ceremonia que festejó la independencia de ese país dominado por el régimen blanco de Rhodesia.
Allí canto las canciones de su disco, “Survival”, que en la portada tiene las banderas de las naciones africanas y en el interior las voces ancestrales con 400 años de silencio.
La inmortalidad de Bob
Fue el mensajero perfecto del Tercer Mundo. El mejor. Fue un guerrero en el escenario y debajo, un revolucionario que con su mensaje espiritual volteó las fronteras del razonamiento. El pulso de su corazón gigante es el pulso de la paz cuando respira. Porque de todas formas, no hay que entender la historia de su pueblo, el trasfondo sociopolítico de su país o recordar pasajes de la Biblia para captar su culto. Sólo hay que escuchar su música, su ritmo, ese que “cuando te pega no te hace sentir dolor”.
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