"Detrás del aparato de radio está tu enemigo de clase", señala un ensayo sobre la historia de este medio de comunicación, el más importante durante gran parte del siglo XX. Al remontarnos al Chile del siglo XXI, podemos comprobar que las cosas se han mantenido, con una fuerte fiscalización que es persecución de las emisoras que no se ajustan a las normativas de uso del espectro radiofónico. La tecnología, que puede estar al alcance de todos, es sin embargo acotada al uso de unos pocos y las posibilidades de libre expresión ciudadana, censuradas.
La Asociación de Radiodifusores de Chile (Archi), que agrupa a los consorcios cada vez más concentrados de radios, ha desarrollado en estos días una campaña de persecución a las radios libres, la que puede hoy escucharse -cual bando militar- en muchas de las emisoras adscritas a la organización. Bajo la acusación de ilegalidad, quienes no cuenten con los permisos serán perseguidos y sancionados. Hace pocos días, el presidente de la Archi anunció la instauración de un sistema de monitoreo del espectro radioeléctrico "para impedir la proliferación de las radios ilegales, que impiden el normal funcionamiento de las emisoras establecidas".
El ejecutivo comentó que en Buenos Aires la radiodifusión es "inescuchable" debido a este fenómeno, por lo que expresó la preocupación del sector para evitar que eso ocurra en Chile. "Esta situación amenaza seriamente la viabilidad y supervivencia de la radio como medio de difusión masivo" (sic).
El escenario radiofónico nacional no dista mucho del de la prensa diaria, o de la televisión. En todos estos casos tenemos una fuerte concentración de los medios en unos pocos grupos que canalizan y difunden un determinado pensamiento que, en el mejor de los casos, reproduce el statu quo, y en el peor, que es también el más frecuente, es evidentemente reaccionario.
Lo que tenemos es un escenario varias veces abordado por pensadores de Izquierda del siglo XX. Sin rechazar las nuevas tecnologías en manos de la burguesía y el poder político (recordemos que en la mayoría de los países europeos los Estados contaban -y cuentan aún- con radioemisoras como la BBC, Radio Nacional de España, RAI, en Italia, Radio France, entre otras) reflexionaban sobre la apropiación de éstas por los sectores revolucionarios de entonces. Walter Benjamin y Bertolt Brecht, ambos pensadores de la primera mitad del siglo XX, buscaron en la radio y en la fotografía herramientas de expresión funcionales al progreso de la historia social.
Durante los años previos a la segunda guerra mundial Bertolt Brecht, ante las entonces nuevas tecnologías, escribía una teoría de la radio: "La radiodifusión ha de ser transformada de aparato de distribución en un aparato de comunicación (…) si consiguiera que el oyente no sólo escuchara, sino también hablara, que no quedara aislado, sino relacionado". Un cambio comunicacional que requería, por cierto, de una transformación política.
Benjamin, en un ensayo de 1934 titulado El autor como productor afirmaba que "el progreso técnico es para el autor como productor, la base de su progreso político". Podemos interpretar que no hay progreso político sin un conocimiento del progreso técnico, o, también, que es necesaria una apropiación por parte de las fuerzas progresistas, revolucionarias o de Izquierda, de la técnica.
Para Benjamin también es decisivo el carácter de la producción como modelo, que en primer lugar instruye a otros productores en la producción y que, en segundo lugar, es capaz de poner a su disposición un aparato mejorado. Pareciera que las normativas fiscalizadoras de los medios de comunicación hubiesen entendido las palabras de Benjamin y su potencial subversivo.
Nuevas tecnologías en la mano
La historia avanza y la tecnología también. Nuestra técnica, nuestro aparato de producción de sentidos es hoy Internet, medio que, a diferencia de la radio, la prensa escrita y la televisión rompe con la concepción de medio de comunicación de masas. Aquí no hay unos pocos emisores poderosos y múltiples receptores pasivos. Internet permite una comunicación en dos o más direcciones, en la que el receptor puede convertirse en emisor. Todos somos potenciales emisores o productores, en palabras de Benjamin.
En cierto modo, y de manera aún muy incipiente, Internet ha podido corroer el monopolio informativo (que es un monopolio ideológico) chileno. Las ideas y versiones que no son registradas y difundidas por el reducido conglomerado de medios, pueden avanzar y replicarse libremente a través de la red. Se ha venido creando un todavía pequeño grupo de sitios web que reproduce una realidad que no es la de los grandes medios. Y en un mundo en el que la realidad social y política es construida por los medios, mostrar otra versión es desenmascarar aquella supuesta realidad. Es destruir sus versiones.
El acceso a Internet es aún limitado en Chile, aun cuando cuenta -con el beneplácito del gobierno- con los mayores índices de conectividad de Latinoamérica. Un reciente informe realizado por la Cámara de Comercio de Santiago (CCS) señala que un 75,6 por ciento de la masa laboral del país usa Internet en el trabajo, lo que representa aproximadamente a 4.200.000 personas, si consideramos sólo a la población ocupada. Se trata de una alta proporción. Eso nos lleva a afirmar que ha habido una fuerte penetración no sólo en la gran empresa, sino también en las pymes y las microempresas, ambos segmentos de extensa generación de empleo. Básicamente el uso de Internet en el trabajo está relacionado con el correo electrónico y la navegación en la web. Casi un 90 por ciento de los usuarios laborales emplea la red para revisar el correo electrónico. También un 90 por ciento visita sitios web relacionados con el trabajo. Un 76,1 por ciento accede al e-mail por motivos personales y un 63,8 por ciento a la web, con la misma motivación.
Estos datos, al compararlos con el uso de Internet en el mundo, son altos. El navegante chileno, sin discriminar el lugar en el cual se ubica -ya sea la casa, el trabajo, el centro de estudios o el café Internet-, está conectado 13,7 horas por semana, promedio que es mayor -dice el estudio- al de países desarrollados como Alemania, Italia, España e incluso Estados Unidos. Sobre la base de esta información podemos afirmar que Internet es hoy en Chile un medio de comunicación masivo. Las 13,7 horas semanales, o 1,9 horas diarias, aún no llegan al promedio de horas frente a la pantalla del televisor -en torno a las tres horas diarias según datos de 2001 del Consejo Nacional de Televisión. Sin embargo, todo indicaría que esta brecha tiende a acortarse. De una u otra forma, los contenidos de Internet se convierten en una información cotidiana para sus usuarios.
Internet refleja nuestra inequidad
Un estudio de WIP Chile (World Internet Project) afirma que un 5,5 por ciento de la población mundial conectada corresponde a Latinoamérica. Pero se trata de la población con mayor acceso a la educación. En Latinoamérica, Chile tiene la más alta proporción de internautas, con un 20 por ciento. Si se desagregan estos datos, podemos observar un enorme desequilibrio en el acceso, lo que conforma una brecha entre ricos y pobres. Casi un 70 por ciento de la población chilena de los estratos altos usa Internet, en tanto entre los sectores pobres no alcanza al 25 por ciento. En los sectores medios la proporción es de aproximadamente un 64 por ciento.
La pregunta que podemos hacernos es, ¿cuáles son los
contenidos que interesan al navegante? El estudio de la Cámara de Comercio de Santiago señala que un 63 por ciento de los usuarios en sus trabajos visita sitios por motivos personales, de lo que podemos inferir que el usuario se informa a través de la web.
El informe de WIP Chile afirma que la gran mayoría (77 por ciento) usa la web para revisar su correo electrónico, y un 59 por ciento para leer noticias, proporción que es más alta que la de los que usan la web para entretención (58 por ciento) u otras actividades, como trámites bancarios, información de viajes o médica. Resulta de interés la proporción de internautas que se informa a través de Internet, que es más alta que en Estados Unidos (55 por ciento).
Pese a la disparidad de datos, es posible afirmar que hay un creciente uso de Internet como medio de información aun cuando existe un enorme desequilibrio social respecto a su acceso, disparidad que reproduce la falta de equidad de la sociedad chilena. En este aspecto es necesario volver a apuntar las diferencias en el uso de la televisión y de Internet como medio de información-entretención. El último censo registró que en Chile hay más de un televisor por hogar: además de la fuerte valoración social que tiene este medio de comunicación de masas, habría que considerar su gran diferencia de costo respecto a un computador. Un televisor nuevo actualmente vale aproximadamente una cuarta parte que un PC sencillo.
El hábito en el uso de Internet es también un factor relevante. Según los estudios de WIP Chile, los internautas nacionales son de los menos expertos en el mundo, entendiendo que expertos son aquellos que llevan más de cinco años familiarizados con la red. Comparativamente, en un extremo se ubican los suecos, con un 54 por ciento de sus usuarios considerados como expertos; en el caso chileno, bajo esta categoría aparece sólo el 17 por ciento.
Potencial generador de contenidos
Como hemos visto, prácticamente la totalidad de los usuarios chilenos utiliza Internet para revisar su correo electrónico o para navegar en la web, actividad que incluye informarse. No hay, salvo contadas excepciones, casos de usuarios que empleen la red para producir contenidos. Por una parte, está la dificultad en la operación de los sistemas para generar contenidos, como es la creación de páginas web; por otra, el desconocimiento de Internet como medio de difusión.
Un importante giro ha sido la creación de los weblogs, o blogs, que facilitan la creación de sitios en Internet. Es una trasformación en las herramientas que ha permitido la masificación de los contenidos a un nivel tal, que en estos momentos se calculan en más de catorce millones el número de blogs en el mundo.
Los blogs son sitios web con plantillas preestablecidas que funcionan a modo de bitácora. El usuario, que es cualquier persona, puede crear de forma gratuita su propia bitácora y colocar toda la información, textual o gráfica, y actualizarla cuantas veces quiera. Por ello lo de bitácora: cuaderno de anotaciones, de vivencias, diario de vida, si se quiere.
El blog es bidireccional o multidireccional en el flujo de la información. El lector de la bitácora puede dejar un mensaje o comentario en la página, enriquecer el texto o generar un debate. En este sentido, la información de un blog puede ser colectiva y armar comunidades virtuales. O un mismo blog establecer vínculos (links) con otros blogs, lo que amplía de forma infinita -aunque en la práctica nadie es capaz de leerlo todo- las posibilidades de intercambio de información.
Si consideramos que en Chile el acceso a Internet es el mayor de Latinoamérica y crece a un alto ritmo diario, si a este fenómeno le agregamos la fuerte concentración en la producción de contenidos por los grandes medios, es posible señalar que existe un espacio para nuevos productores de información, para nuevas interpretaciones de la realidad política y social. En este sentido, el blog puede llegar a convertirse en una herramienta al servicio de la comunidad, de la subversión si se quiere, y generar una permanente crítica -o desenmascaramiento- de la información entregada por los grandes medios. Los todavía pocos blogs de la sociedad civil o de individuos-productores indican de manera incipiente la posibilidad de instalación de nuevas estrategias de comunicación. El sueño de contar con herramientas eficaces y democráticas de comunicación desde los individuos y sin mediación de los grandes y poderosos conglomerados, puede ser una realidad.
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