“De menos a más”, ha repetido innumerables veces el ministro de Hacienda durante su gestión. Una expresión tal vez críptica, que puede traducirse como un proceso hacia el desarrollo, un paso hacia la riqueza o un avance en el ingreso per cápita -actualmente, y por desgracia, de US$ 4.600, cifra similar a la que teníamos diez años atrás-. Pero si somos más pragmáticos, podemos interpretar o descifrar la cita ministerial como un llamado al consumo, una gimnasia nacional que señala nuevas marcas. Hoy, a diferencia de hace un año, o tres años atrás, consumimos más. Hemos ido, sin duda, de menos a más. El vaticinio de Eyzaguirre se ha cumplido.
Ya antes de la Nochebuena, la Cámara de Comercio de Santiago (CCS) había desplegado sus estadísticas, con un récord en el consumo de los últimos cinco años. Según la CCS, el comercio metropolitano vendió en diciembre pasado US$ 2.850 millones, volumen un siete por ciento mayor al registrado en diciembre de 2003. La reactivación del consumo era un hecho.
¿De dónde viene la reactivación? Las sospechas son un hecho: del endeudamiento. No hay aumento en la tasa de empleo y tampoco en los salarios, que sigue a niveles similares a los de un año atrás. La banca, en tanto, sólo festeja: a noviembre, los créditos de consumo aumentaron en un 18 por ciento respecto a noviembre de 2003.
Si alguien estima que esta nueva fiesta en el consumo tiene ciertos riesgos, es la autoridad económica. Según el Banco Central, podría, en principio, haber motivos para no endeudarse. El último Informe de Estabilidad Financiera (IEF), de diciembre de 2004, advirtió: la “economía chilena y los riesgos inmediatos para la estabilidad financiera se mantienen acotados”, pero hay aspectos que podrían llevar a cierta inquietud. Entre aquellos aspectos el Banco Central previene sobre la deuda adquirida por los hogares, que aumentó en septiembre a 16 por ciento anual e implica una elevación equivalente a un 43 por ciento del ingreso familiar disponible. Una situación que obedecería a la necesidad de refinanciamiento y, en menor grado, a consumo.
Una visión muy diferente mantiene la CCS, que en un reciente informe señala que “aún existe un gran terreno por avanzar en materia de profundidad financiera y masificación de los créditos personales”. Para la CCS, estadísticas internacionales indican que Chile posee aún un nivel relativamente bajo de endeudamiento en los hogares, el que es cercano a la tercera parte del observado en naciones avanzadas, tales como Estados Unidos y en los países de la Unión Europea. “Mientras la relación deuda/ingreso disponible de los hogares supera el cien por ciento en países como Estados Unidos e Inglaterra, en Chile alcanza tan sólo al 44 por ciento. Ello permite proyectar que el desarrollo observado hasta ahora debería continuar y tender hacia los mayores estándares que se observan en los mercados corporativos en Chile”. El análisis de la CCS resulta más o menos evidente: más que un informe, es un llamado -de quien tiene intereses en el juego- a copar nuestras posibilidades de endeudamiento.
Un escenario incierto
Pese al abierto llamado del sector privado a consumir, invitación que el gobierno observa con beneplácito al ingresar en un año político clave, lo que viene para el 2005 tiene aún características inciertas. Desde los púlpitos empresariales y económicos se proclama que durante el año que viene la marcha económica estará estimulada por el consumo interno, en tanto las exportaciones, que durante 2004 vivieron un boom al crecer casi un cincuenta por ciento respecto a 2003, tenderán a reducir su ritmo de expansión. Lo que sucedió con el sector exportador el año recién pasado ha sido el efecto de una vertiginosa recuperación de la demanda por materias primas de las principales economías del mundo, fenómeno cuya reedición no es muy probable. De hecho, el Fondo Monetario Internacional ha señalado que la actividad económica mundial para 2004 fue la más intensa en casi tres décadas sobre un cuatro por ciento promedio- la que no se repetirá en 2005, aun cuando el organismo prevé “un sólido crecimiento”, según consta en su informe de noviembre.
Las proyecciones del Banco Mundial apuntan en la misma dirección. La tasa de crecimiento sufrirá una reducción durante 2005 y 2006, debido, principalmente, a una moderación de la actividad en los países desarrollados. Estados Unidos experimentará un claro retraimiento de su economía motivado por factores como la baja en el crecimiento de la productividad, un alza en los costos laborales, un aumento de los precios internacionales de los commodities y, por cierto, el alza de las tasas de interés. Estos factores, más otros, como la maduración de un ciclo de fuerte inversión, los recortes fiscales y el impacto de un alto precio del petróleo, contribuirán a una menor tasa de crecimiento. Si tal es el pronóstico del Banco Mundial para Estados Unidos, la institución también prevé una situación similar para Japón, economía que ya ha iniciado una nueva fase contractiva. Para Europa, sin embargo, los pronósticos son diferentes. Por haber iniciado más tarde su etapa de recuperación económica, los países de la UE mantendrán el dinamismo durante 2005 y 2006.
En este escenario, la economía chilena habría crecido en 2004 -las cifras son aún preliminares- un 5,8 por ciento y es probable que el año que se inicia se expanda en un seis por ciento, una tasa no vista desde la década pasada. Así lo prevé la Cepal, que augura un salto del diez por ciento en la inversión y de un siete por ciento para el consumo interno, actividades sobre las cuales estará apoyada, hemos dicho, la actividad económica.
La verdadera base de la expansión de 2005 estará, recordemos, no únicamente sobre el consumo, sino también sobre el endeudamiento. Será un auge del consumo que no tiene una relación directa con la situación laboral ni salarial, ambas en proceso de continua degradación. La última medición del desempleo realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) arrojó una nueva alza en la desocupación, variable que pese a la negación de las autoridades persiste y tiende a convertirse en un factor estructural. A noviembre de 2004 la tasa de cesantía, aun cuando disminuyó respecto al mes anterior, aumentó respecto a noviembre de 2003. Es decir, en igualdad de condiciones estacionales -hay numerosos empleos temporales durante los meses estivales- tiende al alza: 8,1% en noviembre de 2003 contra 8,6 en 2004. Por cierto, la evaluación que hace la Cepal de la economía chilena no esconde esta variable, la que califica abiertamente como negativa.
La reactivación no ha llegado al mercado laboral, lo que no es un dato menor al considerar un alza real en la desocupación. La expansión económica ha pasado por el sector exportador, la gran empresa, la banca, pero no ha llegado a las pequeñas y medianas empresas. Lo que hay arriba, que es la gran corporación, no se ha reproducido abajo, que son los salarios, el empleo y las pymes.
Lo que nos trae el 2005 parece ser la reedición de la fiesta del consumo de la década pasada. Una invitación que resulta sospechosa cuando observamos las crecientes cifras de desempleo. Se trata de un convite cursado por quienes tienen grandes intereses en el juego. Qué mejor negocio para la banca, el comercio y, por cierto, para la campaña electoral del gobierno
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