De la presidencia de la empresa estatal Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa), donde logró derrotar el paro y sabotaje de fines de 2002 y comienzos de 2003, Alí Rodríguez Araque, abogado, ex parlamentario, ex ministro de Energía, pasó ahora a ocupar otro cargo clave en el gobierno venezolano: es el nuevo ministro de Relaciones Exteriores, encargado de articular la delicada red internacional destinada a proteger la revolución bolivariana de implacables enemigos, entre los que sobresale el gobierno norteamericano
Alí Rodríguez es una prestigiosa figura de la Izquierda venezolana y su historia personal da cuenta del singular proceso que vive su país. En el pasado tomó las armas y se hizo guerrillero para luchar por la justicia social y una verdadera democracia. Al entonces teniente Hugo Chávez le correspondió perseguirlo por los senderos de la montaña. Hoy, sin embargo, comparten el mismo proyecto liberador que conjugó la ideología de Izquierda con las ideas de Bolívar y que convirtió a un militar en indiscutido líder de su pueblo. Un giro imprevisto de la historia que otra vez tomó por sorpresa a los analistas ortodoxos de las categorías revolucionarias.
Conversamos con Alí Rodríguez Araque en su despacho en el segundo piso de la Casa Amarilla, frente a la Plaza Bolívar, centro del casco histórico de Caracas.
¿Cuáles principios sustentan la política exterior de la Venezuela bolivariana?
“El solo enunciado ‘política exterior de la República Bolivariana de Venezuela’ nos da un indicio de sus principios. Toda la estrategia nacional tiene como punto de partida principios contenidos en pronunciamientos del Libertador Simón Bolívar en los tiempos alborales de nuestra República. No sólo los expuso él, sino también muchos de los que participaron en el proceso de independencia de América Latina. Por supuesto vivimos nuevas realidades, y esos principios tienen que adaptarse a esta época. En tiempos de Bolívar, por ejemplo, no existían los organismos multilaterales. A los postulados que Bolívar defendió en su tiempo, agregamos hoy postulados en materia de democracia. Es una paradoja inaceptable que mientras se hace una prédica constante sobre democracia y aumentan las exigencias y presiones para que se modele un tipo de democracia representativa -que es hoy el paradigma de democracia-, en los organismos multilaterales no haya ni el más leve resquicio de democracia. El caso más paradigmático es Naciones Unidas. Existe un Consejo de Seguridad en que importantes decisiones que tienen que ver con la estabilidad del mundo y con la suerte de muchos países, no toman en cuenta la opinión de la inmensa mayoría de países miembros de la Organización. Así lo revelan dramáticos acontecimientos muy recientes y decisiones trascendentales que ha tomado un solo país a contrapelo de la opinión de la mayoría de naciones. ¿Qué clase de democracia es la que se practica en un organismo que debería ser la síntesis acabada de la práctica democrática en el mundo?”.
Soberanía nacional
“Un segundo principio, muy vinculado al anterior -agrega el canciller Rodríguez- es el de la soberanía de los países. Una reivindicación elemental de toda nación es que se respete estrictamente su soberanía. Y esto no depende de que un país sea más o menos poderoso. Es un principio, o debería serlo, de una sola aplicación y sin ninguna excepción. La tesis de la llamada “soberanía limitada” no se puede aplicar a ninguna nación. Esa tesis es expresión de una visión imperial de las relaciones internacionales. Si se quiere mantener la estabilidad en el mundo y las buenas relaciones entre naciones, la única manera es mediante el respeto a cada país para que con sus propios criterios tome las decisiones que aconsejen sus intereses, por supuesto respetando los intereses de las demás naciones. Resumiendo, tiene que haber un trato de igualdad entre los países, independientemente de su poder económico, militar o de cualquier otro factor”.
Integración vs. globalización
“La integración -añade Alí Rodríguez- es otro postulado de nuestra política exterior de la más pura inspiración bolivariana. Tenemos una visión de integración para el mundo y para América Latina. Desde luego es una tendencia natural de la condición humana. Desde la formación de la pareja, la familia, la tribu, el clan y la nación. Esto le da un contenido fundamentalmente humano a los procesos de integración. Ella no tiene nada que ver con la llamada globalización. Por el contrario, contradice abiertamente todas sus tesis y sobre todo su práctica.
La globalización, en efecto, es un proceso impulsado fundamentalmente por el gigantesco poderío del capital financiero internacional que ha desbordado las fronteras nacionales y que se ha enseñoreado del mundo. Ese proceso se ve potenciado gracias a la revolución tecnológica y, particularmente, a la revolución de las telecomunicaciones, que permiten movilizar miles y miles de millones de dólares en cuestión de segundos a través del mundo. Pero también aquí encontramos un nuevo contraste: en tanto que los libres desplazamientos del capital financiero constituyen una práctica cotidiana, no sucede lo mismo con la libertad de movilización de los seres humanos. Todos los días vemos el drama de los inmigrantes que del sur avanzan hacia el norte, por ejemplo, en la frontera de México y Estados Unidos. Un terrible vía crucis para miles de pobres que quieren mejorar sus condiciones de vida. Lo mismo ocurre en muchos países de Europa. Es dramática, por ejemplo, la constante muerte de centenares de africanos que tratan de emigrar a través del Mediterráneo hacia Europa y que sufren las terribles consecuencias de su frustración.
Hay que abordar los temas de la integración con una práctica y un punto de vista distinto al de la globalización. Esta es la esencia de las tesis neoliberales, que de liberales -en el sentido literal de la palabra- no tienen nada y de neo, mucho menos. En el caso de América Latina tenemos muchas condiciones que nos indican el camino a seguir. Nuestro continente representa un mercado potencial de 530 millones de seres humanos, bastante más que el mercado interno norteamericano. Pero no hemos concebido a nuestra América, hablando en términos estrictamente económicos, como un mercado interno. Si observamos el mapa de América Latina, nos encontramos con que todos los países tienen fortalezas y debilidades. La más elemental lógica aconseja potenciar nuestras fortalezas, unirlas para multiplicarlas, y así crear mejores condiciones para disminuir nuestras debilidades”.
Complementación de economías
¿Usted se refiere a la complementación de las economías, superando la competencia entre naciones?
“En efecto. Venezuela, por ejemplo, es un país con grandes excedentes energéticos. Es un país que ha sido premiado por la naturaleza con gigantescas reservas petrolíferas, grandes yacimientos gasíferos, una enorme riqueza hidroeléctrica e incluso, una importante riqueza potencial de carbón, aparte de otros bienes naturales que podrían desarrollarse. Sin embargo, a pesar de poseer una superficie importante, no produce todo el requerimiento alimentario de nuestro pueblo. Venezuela tiene que importar alimentos, en realidad importa mucho más de lo que debería importar. No es que no podamos producir alimentos, pero hoy requerimos importarlos junto con tecnología y otras necesidades. En cambio, hay países como Argentina que a pesar de tener yacimientos petrolíferos y gasíferos, en ciertos momentos ha confrontado problemas en el abastecimiento de energía. Ya desde el siglo XIX se demostró el enorme potencial de la pampa húmeda que convirtió a Argentina en la potencia agrícola que seguirá siendo quién sabe por cuánto tiempo. Hemos proporcionado energía a Argentina y a cambio hemos recibido alimentos. Esto vale igualmente para Paraguay -incluso con más fuerza-, para Uruguay e incluso, para Brasil. Este país tiene una fuerte empresa petrolera, Petrobras, que no tiene que competir necesariamente con la empresa venezolana, Pdvsa. Las dos pueden unificar sus experiencias, coordinar políticas, participar conjuntamente en muchos proyectos.
Hay otros ejemplos que podría citar y que dan pertinencia a nuestro planteamiento de integración. Debemos mirar el futuro por la vía de la complementación de nuestras economías, no por la competencia, sin que esto la descarte absolutamente en términos compatibles con los intereses generales del continente. Por otra parte, si caminamos por la vía de la complementación, es un asunto de Estado que no puede quedar entregado a la voluntad del sector privado, como señala la tesis neoliberal y globalizante. Por eso Venezuela ha objetado los fundamentos del Alca y ha propuesto la idea del Alba -cuyos principios rectores son la complementación y solidaridad entre los países-. Está comprobado históricamente que la competencia tiene una tendencia natural a la formación de monopolios y oligopolios. El caso del petróleo así lo demuestra: en Estados Unidos se dictó una ley antimonopolios para fragmentar a la Standard Oil y hoy presenciamos grandes fusiones entre gigantes petroleros. Nuestra política exterior, en resumen, favorece la pluripolaridad de manera de contribuir a formar contrapesos y equilibrios. El mundo no puede seguir gravitando sobre un solo eje. Las consecuencias negativas de tal situación están dramáticamente a la vista”.
Irrupción de China
¿Usted considera que están surgiendo factores de contrapeso al poder imperial norteamericano?
“Están surgiendo, porque lo requiere la realidad -responde el canciller venezolano-. Hay nuevos factores en el plano internacional que conducirán a la formación de los equilibrios que se necesitan. China está demostrando una fuerza inusitada; la India va en la misma dirección; Irán experimenta un sorprendente desarrollo al calor de su revolución islámica; Rusia está renaciendo prácticamente de las cenizas; y en América Latina se observa un despertar que está cambiando una situación que ha sido muy infortunada para nuestras naciones. En el mundo hay condiciones favorables para avanzar hacia nuevos sistemas de equilibrios y de estabilidad, que favorezcan el ideal supremo de la humanidad: la paz. Una paz que permita desplegar en cada nación los potenciales creativos que pugnan por nacer y aprovechar todas esas capacidades en beneficio de su población”.
Relaciones venezolano-norteamericanas
Documentos de la CIA desclasificados recientemente confirman que el gobierno norteamericano tenía conocimiento del golpe del 11 de abril de 2002. ¿Cómo manejará Venezuela sus relaciones con EE.UU. a la luz de estos antecedentes?
“Estados Unidos tiene una enorme responsabilidad en cuanto a mantener la estabilidad del mundo, precisamente por su gravitación como gran potencia militar y económica. Va a depender de sus líderes que ese enorme poder sea administrado con sabiduría. Está demostrado que el poder mal administrado termina revirtiéndose contra los poderosos. La historia está plagada de esas experiencias. Si la conducción norteamericana entiende que es de elemental lógica administrar su fuerza con racionalidad y prudencia, la estabilidad del mundo estará garantizada. El problema surge cuando en países muy poderosos predomina una visión imperial de lo que debe ser su conducta. Eso lleva a la imposición de sus intereses al resto del mundo.
En nuestro caso, a Estados Unidos puede no gustarle -y no tiene por qué gustarle- el presidente Chávez y su discurso. Pero no estamos pidiéndole que aplauda al presidente Chávez. Estamos pidiendo respeto por las decisiones soberanas del pueblo venezolano. No hay país en el mundo donde en tan corto tiempo se hayan hecho tantas elecciones y referéndums para legitimar un proyecto, una estrategia nacional de desarrollo y un liderazgo político como ha ocurrido en Venezuela. La legitimidad de estos procesos electorales ha sido reconocida universalmente. Sin embargo, voceros autorizados del gobierno de Estados Unidos vienen planteando que hay que ‘seguir de cerca’, que hay que ‘controlar’ y ‘vigilar’ el proceso venezolano. Pareciera una fiera amenazante sobre una pequeña presa a la que pretende imponer sus condiciones. Esto es absolutamente inaceptable para una nación y un liderazgo que tenga el más elemental sentido de autorrespeto por su dignidad y su soberanía. Si Estados Unidos llega a entender -me refiero a su actual liderazgo-, los principios elementales de la convivencia internacional, las relaciones marcharán correctamente. Pero desalienta comprobar que la encargada de la política exterior norteamericana hizo declaraciones muy comprometedoras en relación con el presidente Chávez días antes de asumir el cargo de secretaria de Estado.
Estados Unidos y Venezuela históricamente han tenido una relación muy estrecha. Sobre todo existe mutuo interés en el campo energético. Para Venezuela, Estados Unidos sigue siendo el más importante mercado de destino de sus exportaciones petroleras. Incluso, tenemos planes para incrementar nuestra producción y esas exportaciones. Abundan las razones para que Venezuela siga siendo para Estados Unidos un seguro proveedor de energía. Es más, mirando hacia el futuro, Venezuela será cada vez más necesaria como proveedora. Muchas empresas norteamericanas tienen claro esto y han decidido participar crecientemente en la producción de energía en Venezuela. Este factor debe ser tomado en cuenta por los gobernantes norteamericanos.
Por nuestra parte no estamos entrometiéndonos en la política interna de Estados Unidos. No nos metemos en absoluto con el discurso del presidente Bush, a menos que afecte los intereses de Venezuela o que lastime nuestra soberanía.
Se han hecho públicos ciertos documentos de la CIA donde queda en claro que el gobierno norteamericano tenía pleno conocimiento de la conspiración orientada a liquidar físicamente al presidente Chávez y a un grupo importante de personalidades venezolanas. ¿A dónde hubiese conducido ese golpe de Estado? El presidente Chávez ya lo ha expresado: es falso lo que han asegurado voceros norteamericanos en el sentido de que advirtieron al gobierno venezolano del golpe que se preparaba. Al contrario, hubo pronunciamientos y conductas norteamericanas que dieron apoyo a la acción del dictadorzuelo Carmona y su brevísimo gobierno. El informe desclasificado de la CIA debería ser examinado y discutido por la opinión pública norteamericana. El pueblo de Estados Unidos tiene algo que decir en esta materia. Nuestro deseo, repito, es tener relaciones respetuosas y armónicas con Estados Unidos. Sobre esa base serán muchos los beneficios que obtendrán ambos países y eso contribuirá a la estabilidad internacional”.
Compra de armas en Rusia
Se ha desatado una nueva campaña contra el gobierno venezolano por su anuncio que comprará armas en Rusia -helicópteros, fusiles AK, etc.-. ¿Qué comentario le merecen esas publicaciones?
“Dos solamente: primero, Venezuela hace muchos años que no hacía gastos militares importantes. Estamos reponiendo -en el caso de las armas de infantería, como los fusiles- un armamento que ya está obsoleto, muy desgastado y en muchos casos inservible. El segundo comentario es que, como es archiconocido, tenemos serios problemas en el resguardo de nuestras fronteras y necesitamos los equipos adecuados. Hemos sufrido el asesinato de soldados e incluso de personal de Pdvsa (Petróleos de Venezuela S.A.). Técnicos que estaban cumpliendo labores pacíficas dentro del territorio nacional fueron cobardemente asesinados en una emboscada. Ha surgido en Venezuela el reclamo de que no estamos protegiendo las fronteras como se debe. Para ello necesitamos material adecuado, además de muchas otras medidas que se han adoptado para proteger las muy amplias fronteras que tenemos (2.219 kilómetros con Colombia y 1.202 kilómetros con Brasil. N. de PF). Nuestras adquisiciones militares, por su propia denominación, son eminentemente defensivas y de ninguna manera ofensivas”
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