El acercamiento entre Irak y Siria, al cabo de décadas de enemistad, modifica profundamente la escena política en el Medio Oriente, sobre todo teniendo en cuenta la influencia que ejerce Irán sobre una parte importante del gobierno iraquí. Como subraya Mariana Belenkaya, Estados Unidos no controla ya gran cosa en un país que sigue estando, sin embargo, bajo la ocupación militar estadounidense.
Estados Unidos y Gran Bretaña tratan de corregir su política en Irak y con respecto al «Gran Medio Oriente» en su conjunto. Pero no son los únicos. Los países de la región están inmersos en un proceso similar. Al cabo de un cuarto de siglo de enemistad, Damasco y Bagdad restablecieron las relaciones diplomáticas.
¿Qué está pasando y en qué medida están relacionados entre sí esos procesos?
Hay que recordar que, en noviembre, el primer ministro británico, Tony Blair, declaró varias veces que sería bueno que Siria e Irán se involucraran en la solución de los problemas regionales (iraquí y palestino). Lo mismo afirmó el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger quien estima que la normalización de la situación en Irak podría obtenerse mediante esfuerzos diplomáticos de la comunidad internacional, específicamente de Irán y Siria, vecinos inmediatos de Irak. [Kissinger] sugirió que se convoque a una conferencia internacional con la participación de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, de los países colindantes con Irak y de potencias regionales como la India y Pakistán, para lograr progresos en el Medio Oriente.
Digámoslo sin rodeos, la idea no es nueva. Prácticamente desde el día que siguió al derrocamiento del régimen de Sadam Husein, Rusia propuso que los vecinos de Irak participaran en el diálogo sobre la situación en ese país. Pero no fue hasta noviembre de 2004 que esta idea comenzó a realizarse, sólo parcialmente, con una primera reunión entre los países limítrofes, en el marco de la Conferencia Internacional sobre Irak celebrada en Charm el-Cheikh.
Como hoy podemos comprobar, los intentos colectivos por estabilizar la situación en Irak no han dado el resultado que se esperaba. ¿Por qué? Principalmente porque los políticos iraquíes dependen en mayor o menor medida de Washington así como de las fuerzas oficiales u oficiosas que operan en los países vecinos a Irak.
Irán y Arabia Saudita compiten entre sí, en Irak al igual que en todo el Medio Oriente. Por otra parte, para nadie es un secreto que la tensión es la principal característica de las relaciones de Damasco y de Teherán con Occidente. De forma general, cada cual juega su propio juego en la región. Por otro lado, el hecho de que nadie tiene la intención de facilitarle la vida a Washington en el Medio Oriente se refleja también, naturalmente, en la situación existente en Irak.
Por su parte, Estados Unidos tampoco estaba apurado por iniciar una cooperación constructiva con Siria e Irán en lo tocante a Irak, aunque la idea esté constantemente en el ambiente y varios intentos de establecer el diálogo hayan sido anunciados por aquí y por allá. Sin embargo, son ahora las más altas instancias de Washington y de Londres las que estudian la posibilidad de coordinar su propia política con las de Damasco y Teherán, por lo menos en lo tocante a Irak.
Es en este contexto que, como por arte de magia, Irak y Siria restablecen sus relaciones diplomáticas, rotas hace un cuarto de siglo. Y lo hacen en vísperas de una nueva visita del presidente iraquí a Teherán.
Muchas cosas dependen aquí de la situación existente en la arena internacional.
Es evidente que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Damasco y Bagdad no se produce sin intervención de Washington. En efecto, la ruptura tuvo lugar en la época de Sadam Husein. Por consiguiente, el derrocamiento de su régimen abrió la puerta al diálogo.
Sin embargo, se necesitaron más de tres años para alcanzar este restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Durante todo ese tiempo se produjeron contactos entre los políticos sirios y los iraquíes, pero lo que más se leía eran los comunicados en los que Bagdad acusaba a Damasco de estar desestabilizando la situación en Irak. En el fondo, se trataba simplemente de la versión iraquí de los comunicados estadounidenses. Pero la situación cambió radicalmente y es este el momento que escogieron Washington y Londres para ver la posibilidad de establecer un diálogo con los influyentes vecinos de Irak. ¿Será pura coincidencia?
Mientras tanto, la retórica occidental sobre Damasco y Teherán no contiene nada que se parezca a un diálogo, sus términos siguen siendo los del ultimátum. Al expresar sus condolencias a los libaneses por el asesinato del ministro de Industrias, Pierre Gemayel, el presidente George W. Bush subrayó que Estados Unidos apoya los esfuerzos del gobierno libanés «tendientes a proteger la democracia contra los intentos realizados por Siria, Irán y sus aliados para sembrar la desestabilización y la violencia en ese país». Eso lo dijo pocas horas después de que numerosos especialistas del Medio Oriente expresaran, a la luz del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Damasco y Bagdad, la esperanza de que existiese una mejoría en las relaciones entre Estados Unidos y Siria.
La posición de Londres en lo tocante a Siria es más flexible que en cuanto a Irán, pero eso no cambia el fondo de la cuestión. Washington obliga a Teherán y Damasco a mantenerse unidos. ¿Qué camino seguiría entonces la triple alianza en cuanto a Occidente? ¿Podría esta mejorar la situación de los estadounidenses y los británicos en Irak o la complicaría?
Durante una reciente visita a Bagdad, el ministro sirio de Relaciones Exteriores, Salid Mualem, declaró que «el establecimiento de un calendario para la retirada de Irak de las tropas extranjeras de ocupación, las estadounidenses en primer lugar, contribuiría a reducir el nivel de violencia en ese país». Es lo que numerosos diplomáticos árabes y rusos han estado repitiendo todos estos últimos años. Esto tiene mucho de cierto, pero el calendario en cuestión no es una panacea ya que, si Estados Unidos sigue presionando a Damasco y a Teherán fuera del contexto iraquí, ello tendrá de todas formas algún tipo de repercusión en Irak. Lo cual quiere decir que la solución del problema nuclear iraní y la evolución de la situación en la zona en cuanto al conflicto palestino-israelí y en el Líbano tendrán repercusiones sobre las posibilidades de solución en Irak. Y la situación en lo tocante a todos esos centros de tensión es tan oscura como el caso de Irak.
Nada se sabe sobre lo que finalmente harán Estados Unidos y Gran Bretaña, los demás miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y los demás factores influyentes en el Medio Oriente. Cooperar en un aspecto y ejercer oposición en otros resulta imposible. Bastante difícil resulta ya cooperar sin oposición, así que…
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