El Presidente de la República Rafael Correa, así como Alberto Acosta, próximo presidente de la Asamblea Constituyente, insisten en afirmar que en el seno de su Movimiento Alianza País existe consenso total, por lo que y en consecuencia, las discrepancias son sólo aparentes, producto de la labor divisionista de la derecha a través de los grandes medios de información que son de su propiedad y control. Sin desconocer la labor de zapa que cumplen los comunicadores orgánicos a sueldos de las clases económicamente dominantes, consideramos que la posición advertida evade la realidad, lo cual no es prudente ni políticamente adecuado.
Alianza País, como todo movimiento ciudadano, al definir como su objetivo la conquista de los derechos civiles y sociales mínimos, asume una posición ampliamente incluyente, por lo que participan ciudadanos de todas las clases y estratos sociales, conformando lo que se conoce como organizaciones poli-clasistas. Poli-clasismo que determina que en su seno coexistan las más diversas posiciones ideológicas y políticas, morigeradas, en el caso de Alianza País, por el fuerte liderazgo del Presidente Correa, quien, al imponer el rumbo al proceso, limita las expresiones discrepantes que, en el caso de liderazgos débiles, se manifiestan en forma más amplia.
Es esa realidad brevemente descrita la que permite a los grandes medios de información, en su afán de crear o ahondar fisuras políticas, convidar o entrevistar a determinados asambleistas electos de Alianza País, por sus antecedentes santos y no santos. La selección no es entonces fortuita. La constante aparición en los canales de televisión y la publicación en la prensa escrita de entrevistas a Aminta Buenaño, María Paula Romo, Norman Wray, para ejemplificar con los más asiduos invitados y entrevistados, se sustenta en una realidad evidente: los medios conocen sus posiciones ideológicas y políticas, y saben que sus expresiones pueden generar o ahondar fisuras. En otros términos son utilizados como modernos caballos de Troya.
Desde otra perspectiva, el calificativo de “tendencia” que utiliza el Presidente Correa cuando se refiere al conjunto de partidos y movimientos que apoyan el proceso transformador, trasluce la existencia de lo que Mariategui denomina “Frente Único” - posteriormente renombrados como “Frente Amplio” o Frente Popular”- entendido como aquel que: “No anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y toda utopía”. A lo que añade: “Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar su propio credo”, por lo que: “Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente. No es renunciar a la doctrina que cada uno sirve ni a la posición que cada uno ocupa en la vanguardia”[1]. Características que le son comunes al accionar de todos quienes son parte de la “tendencia”, a la que se refiere Rafael Correa.
Si lo anterior es así, es evidente que también coexisten al interior de la “tendencia” posiciones ideológicas, políticas y doctrinarias diferentes, igualmente morigeradas por el fuerte liderazgo del Presidente Correa. Liderazgo que determina que la acción de todos, a pesar de las diferencias, se oriente de acuerdo a la agenda que propone e impone el presidente, puesto que, ninguna de las organizaciones que son parte de la “tendencia, tienen fuerza suficiente para disputar espacios ciertos en el marco del proceso transformador. Dispar correlación de fuerzas que se manifiesta en la aceptación sin reparos a la direccionalidad presidencial, pero que no significa ni debe entenderse como el cese de esfuerzos por robustecer su línea específica de acción, peor de la abdicación de la misma.
Si la realidad objetiva incluye realidades subjetivas: ideológicas, políticas y doctrinarias distintas e incluso antagónicas en algunos temas específicos, lo prudente no es tratar de evadirlas. Lo aconsejable es reconocer la realidad en toda su complejidad, determinar cuales son las fuerzas que operan al interior de Alianza País y en el marco de la “tendencia”, para, sobre esa, base tomar los correctivos, cuando ello sea posible, o iniciar aceleradamente la construcción de una posición hegemónica en la línea de la transformación anhelada. Significa también, entender que el liderazgo indiscutible de Rafael Correa, por su fuerza es también un instrumento que relega, que conduce al ocultamiento, pero no a la eliminación de posiciones discrepantes. Todo lo cual es, además, normal en procesos políticos complejos como el que actualmente enfrentamos: “Puesto que, toda acción es el resultado de voluntades distintas, con diverso grado de intensidad, de conciencia, de homogeneidad con el complejo total de voluntades colectivas”.[2]
Reconocida la realidad anterior, la alternativa es “tomar al toro por los cuernos”, no guarecerse tras de una barrera subjetiva, que incluso nos puede conducir a problemas que pueden y deben ser solucionados antes de que alcancen mayor profundidad, por la acción que, en ese objetivo, desarrolla la derrotada, pero no vencida, derecha ecuatoriana. Acción que, por otra parte, debe inducirnos a efectuar un seguimiento constante de los grandes medios de información, para descubrir las fisuras que explota, en el objetivo de definir una contra-estrategia comunicacional común, en réplica mejorada del esfuerzo mancomunado que desarrolla la derecha para oponerse a la transformación iniciada.
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