Queda muy claro que Felipe Calderón le ha ganado una batalla importante a Vicente Fox. El primero logró imponer a su aliado, Germán Martínez Cázares, en el Partido Acción Nacional. Que lo haya realizado de manera priísta, para el jefe del Ejecutivo, es lo de menos. El destape se hizo en Los Pinos y se arropó a Germán con toda la fuerza presidencial, como en tiempos que parecían lejanos y ajenos al panismo doctrinario. Que en esta jugada quizá se haya pactado la impunidad de la pareja expresidencial, Vicente y Marta, como aseguran algunos columnistas políticos, hasta el momento es evidente.
Decimos esto último –que no habrá mayores sanciones en las enredadas cuentas financieras de Vicente y Marta–, no sólo porque lo afirmó Martínez Cázares antes de dejar la siempre inútil Secretaría de la Función Pública, sino debido a que las actividades de Fox en diferentes medios y, especialmente en Estados Unidos, siguen viento en popa.
El lunes 8, en el muy atendido programa de televisión “Buenos Días América”, de la cadena de noticias ABC, Felipe Calderón apareció en pantalla. La entrevistadora, Diane Sawyer, lo interrogó acerca de algunos asuntos comunes a los dos países. Entre las preguntas estuvo el asunto del famoso muro que se erige en la frontera entre ambas naciones. La respuesta de Calderón, como era de esperarse, es que se opone a dicha medida. Algo en lo cual hay coincidencia incluso con los sectores más liberales estadunidenses: resulta imposible hacer un acuerdo comercial con limitantes como el famoso muro.
El ejemplo que puso Calderón resulta significativo. Dijo que las apreciadas manzanas que se cosechan en Washington, la capital estadunidense, no se han podido llevar al comercio porque la mano de obra mexicana ha estado ausente. Es decir, nuevamente, como en la época Fox, lo primero que viene a la mente de nuestros funcionarios son los trabajadores más elementales. En la administración de Vicente Fox, recuérdese, éste hablaba de jardineros como lo sobresaliente.
Después corrigió Felipe. Señaló que de los 300 mil o 400 mil inmigrantes –no supo la cifra exacta, algo que se hace común en sus declaraciones, días antes no precisó cuántos detenidos por el narcotráfico habían– muchos son compatriotas preparados, que dejan México por falta de oportunidades.
Según algunas cifras recientes reveladas por Douglas Besharov en The New York Times (1/10/2007), los hispanos que trabajan en oficinas y otros empleos mejor remunerados eran, en 1994, el 11 por ciento. Actualmente, dicha cifra aumentó al 25 por ciento.
Esto quiere decir que los nuevos viajeros con deseos de quedarse más allá del Río Bravo están más preparados. Han estudiado alguna carrera, aunque sea técnica (Estados Unidos requiere miles de enfermeras por año ya que sus centros de estudio no las capacitan, por ejemplo), y tienen mayores posibilidades de no ser regresados porque las redadas no llegan a los sitios donde laboran. En síntesis, nosotros invertimos en educación para que el país más rico del mundo utilice en su provecho la mano de obra calificada.
Si bien Calderón deploró, una vez más, el muro de la ignominia, como le llaman muchos, no dijo nada acerca de las agresiones que sufren los nacionales al cruzar la frontera –hay más de un asesinado por día–, tampoco condenó las razias que llevan a cabo diferentes autoridades locales contra trabajadores que están sin papeles, no recordó el caso de Elvira Arellano –quien fue deportada de Estados Unidos y a quien entrevistó Felipe y le prometió apoyo–, y mucho menos aseguró que el equipo consular mexicano sería más activo en defensa de los aztecas.
Todas estas cuestiones han sido planteadas desde hace mucho tiempo por el especialista en refugiados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, por sus siglas en inglés), Jorge Bustamante. Basta leer sus artículos semanales en el periódico Reforma para darse cuenta de ello. El fundador del Colegio de la Frontera Norte y hoy funcionario de la ONU, ha hecho un llamado a todos para defender a los nuestros. Quienes, por cierto, aportan más dólares que el petróleo, pero viven en condiciones indignas en la mayoría de los casos. Frente a ello, ningún canciller ni presidente mexicano ha tenido el valor de levantar la bandera de los derechos humanos ante las autoridades estadunidenses. Grave, ¡gravísimo!
Lo más que dijo Calderón es que George Bush falló en su intento de realizar el tratado migratorio. Pero que a lo mejor también “nosotros fallamos” (sic), un plural mal utilizado porque el error es del gobierno mexicano.
En ABC se insistió que Felipe Calderón ha hecho un trabajo ejemplar en la lucha contra el narcotráfico, sin decir que actualmente hay más asesinados en esa batalla que hace un año. Se aseguró que la popularidad del funcionario era alta, precisamente cuando va a la baja por el aumento de precios. Pero lo que sí fue de antología es decir que “Calderón obtuvo un posgrado en Harvard”, algo que es mentira pura y dura, ya que estuvo en esa universidad pero no terminó maestría alguna.
Lo más grave del asunto fue que el mismo día que Felipe apareció en la televisión gringa, en otra emisión, la de Larry King, Vicente Fox hablaba sobre su ladrillazo: La revolución de la esperanza. En dicha serie, el botudo insistió en atacar a los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba. A éste último, si bien elogió su sistema de salud y enseñanza, le dio lecciones de derechos humanos.
Claro, también denostó a Andrés Manuel López Obrador y ahora a Ricardo Monreal. El senador, no se olvide, lo acusó de enriquecimiento ilícito ante la Procuraduría General de la República.
Todos los criticados por Vicente son populistas que han dilapidado el dinero para quedar bien con los pobres, aunque han llevado a la ruina a sus naciones. Justamente, el evangelio que han elaborado los partidos derechistas, cuya alianza mundial, encabezan Manuel Espino y el propio Fox.
Al preguntarle Diane si consideraba –como Vicente– que el español de George Bush es elemental, Calderón dio un pase torero y dijo que no sabía, pero el inglés que habla el funcionario más importante del país no era bueno.
Este pequeño ejemplo muestra cómo las imprudencias y torpezas de Vicente siguen gravitando sobre su compañero de ruta. Si bien la pelea por la organización albiazul la ganó Felipe, la guerra continuará, internacionalmente, no sabemos por cuánto tiempo. Calderón parece el Sísifo panista: cada que sube sus bonos, vienen sus compañeros de partido y lo derriban. Grave problema del actual Ejecutivo.
Revista Contralínea / México
Fecha de publicación: Noviembre 1a quincena de 2007
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter