El caso de los cinco cubanos que en septiembre pasado han enterado once años en prisiones de Estados Unidos sentenciados por conspiración en dudosos juicios provoca indignación y también una solidaridad en todos los continentes que forman el planeta Tierra repitiéndose así aunque con mayor fuerza las protestas que surgieron en el siglo pasado con las ejecuciones de Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti (1926) y luego las de Julius Rosemberg y su esposa Ethel Greenglass (1953).
Recuérdese que Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Ramón Labañino fueron condenados a prisión perpetua y Fernando González y René González a 19 y 15 años respectivamente. A todos se les imputó ser integrantes de una “conspiración” que en términos jurídicos significaría ponerse de acuerdo para cometer un delito, pero al efecto no se presentaron pruebas, carencia que dejó claro en los hechos que el enjuiciamiento y sus fallos son de tónica política.
¿Cuál es el meollo del asunto? Tanto el gobierno cubano como los propios procesados han aceptado que ellos buscaban informaciones acerca de preparativos de actos terroristas que grupos criminales de exiliados prepararon y ejecutaron en Cuba durante décadas, en veces con la colaboración estadounidense, singularmente de la Central Intelligence Agency (CIA).El primer atentado se registró el cuatro de marzo de 1960 mediante una explosión en el vapor “La Coubre” que había arribado a Cuba con un cargamento de granadas para fúsiles. Murieron 101 personas, entre ellas seis marinos franceses y hubo más de 200 heridos graves.
Ese fue el inicio de constantes sabotajes criminales en todo el territorio de la isla que ocasionaron centenares de fallecidos, acción que permaneció hasta los años noventa y entre las cuales está el derribamiento el seis de julio de 1976 de un avión que provocó la muerte de 57 cubanos, 11 guayaneses y cinco coreanos. Los autores de tal asesinato en masa se jactaron de ello y encontraron pronto refugio en Estados Unidos.
Los actos vandálicos han sido de variadas índole, por ejemplo:
v Incendios de de ingenios azucareros con bombas lanzadas desde aviones piratas;
v Ataques piratas en contra de barcos mercantes con destino a Cuba y asimismo contra naves pesqueras quemadas y hundidas;
v Introducción de gérmenes que crearon epidemias como la del dengue;
v Operaciones homicidas en contra de diplomáticos cubanos: Félix García Rodríguez, funcionario de la misión cubana en Naciones Unidas fue muertos por disparos en Nueva York el 22/4/1980. El 22/4/76 mataron en Lisboa a los diplomáticos Adriana Corcho Callejas y Efrén Monteagudo Rodríguez.
En breve, se ha tratado de una maquinaria terrorista durante medio siglo y cuyo saldo trágico, anota un documento cubano, es de 3.480 personas muertas y asesinadas, varios miles mutilados y con secuelas físicas y daños materiales incalculables.
En ese marco debe incluirse asimismo la creación de bandas armadas en Sierra Maestra, para todo lo cual los criminales recibieron el respaldo estadounidense. El uno de marzo de 1998 se pudo leer en el diario “Miami Herald” un extracto de un informe desclasificado que apuntaba: “En febrero de 1961 se realizaron seis exitosas operaciones anfibias llevando armas y materiales, así como también dos exitosos lanzamientos en paracaídas también en marzo”. Lo firmaba Lyman Kirpatrick, inspector general de la CIA. [1]
¿Qué otra cosa podía hacer Cuba sino tratar de conocer aquellos planes delictivos?
¿Roma locuta, causa finita?
Este aforismo creado en la época de oro del imperio romano lo dice todo en cuanto a su poderío (Habló Roma, la causa o juicio terminan) pero en los tiempos que corren, aunque Estados Unidos sea un imperio comparable con los de antaño, son también notorios los signos de su decadencia. Una señal de ello es, en el marco ético, porque la solidaridad con Los Cinco es inmensa y en ella se insertan 10 Premios Nobel, centenares de parlamentarios de Europa, América y Asia; juristas, organizaciones de índole diversa del orbe y la propia Naciones Unidas.
Simultáneamente, no hay ahora causa finita, sino al contrario, los defensores han recurrido al ámbito legal con la presentación de todos los recursos posibles ante los organismos del caso, incluida la Corte Suprema de EE.UU. Es verdad, empero, que los mecanismos defensivos se han estrellado con el sistema judicial del imperio que, en muchas disposiciones, es contrario a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En efecto el artículo 2, numeral uno de dicho documento expresa que “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, opinión política o de cualquiera otra Índole”. El numeral 2* puntualiza: “Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa esa persona”.
El artículo 10 enfatiza que “Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial….”.La violación de todos esos preceptos es suficiente para calificar al proceso en contra de los cubanos como netamente político desde que comenzó en Miami con un jurado claramente anti cubano. Por ende, se visualiza que la salida del problema puede realizarse asimismo en el área política. Por ejemplo, la Constitución estadounidense faculta al Presidente para eliminar una acusación o perdonar, cuando exista una violación o convengan al país. Si de ese modo actuará el presidente Obama, podría así justificar en parte su discutido Premio Nobel de la Paz.
Una iniciativa de esa índole podría mitigar el desprestigio moral de Estados Unidos provocado por sus antecesores, singularmente George W. Bush y sus ministros, todos los cuales y según lo han reconocido, autorizaron las torturas como método de interrogación a encarcelados que ellos calificaron como presos de guerra. En febrero de 2008, Bush justificó el uso de la denominada “asfixia simulada” que consiste en introducir la cabeza de las personas en el agua hasta el límite de la muerte. “Es una práctica legal dijo el entonces presidente y agregó que si el parlamento aprobase una legislación derogatoria de ese sistema, él la vetaría. [2]
Un informe de la propia CIA elaborado en 2004, aunque revelado sólo en agosto de 2008 afirmó que en las prisiones de Guantánamo e Irak se valen de armas de fuego, disparos y ejecuciones fingidas para los interrogatorios, aparte de la antes mencionada asfixia simulada (water boarding).
En diciembre de 2008, el vicepresidente Dick Cheney destacó las “bondades” del submarino (otro nombre de la asfixia). Entrevistado por el canal televisivo ABC subrayó que dicho mecanismo de tortura “ha sido notablemente exitoso para obtener información.” Los resultados hablan por si solos, enfatizó. En octubre en curso (2009) Manfred Nowak, Relator de la ONU sobre Torturas, declaró que la justicia internacional debería juzgar a Donald Rumsfeld, ex Secretario de Defensa quien fue el primero en autorizar las torturas como sistema interrogatorio [3].
En rigor, Obama no es el culpable de tal situación, sino que por el contrario prometió eliminar las cárceles “extra territoriales” de Guantánamo y los métodos allí empleados, pro es sabido que no ha podido concretar esos publicitados deseos.
– Nota publicada en el portal www.felap.info .
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