La Conferencia Internacional de Donantes para el Estado palestino, celebrada el 17 de diciembre del 2007, permitió recaudar, hasta el 2010, 7.700 millones de dólares para la Autoridad Nacional Palestina. Se trataba de sentar las bases económicas, financieras de institucionales del futuro Estado palestino y de apoyar las iniciativas de paz del presidente Abas en el preciso momento de la apertura de la Conferencia de Annapolis. Dos años más tarde, el proceso de Annapolis se ha frustrado pero las bases del Estado palestino se han afianzado claramente, constituyendo en la actualidad un punto de partida sólido para retomar las negociaciones israelo-palestinas orientadas a un acuerdo de paz.
Estos avances se deben a dos factores principales: el éxito indiscutible, tratándose de una conferencia de donantes, de la conferencia de París, que dio lugar al desembolso efectivo de 5.500 millones de dólares, y el cumplimiento de sus promesas por parte de los donantes. Ello ha permitido financiar el presupuesto de la Autoridad Nacional Palestina, llevar a cabo proyectos de desarrollo y hacer frente a las necesidades humanitarias del país.
Pero esta solidaridad de la comunidad internacional hubiera resultado vana si la Autoridad Nacional Palestina no hubiera emprendido un paquete de reformas sólidas y creíbles, basadas en la transparencia financiera y la lucha contra la corrupción. Estas reformas iniciadas por el Gobierno del primer ministro palestino, Salam Fayad, han demostrado el potencial económico de los territorios palestinos. Las instituciones funcionan mejor, la seguridad de personas y bienes goza de mayores garantías, vuelven los inversores privados. La apreciable disminución de los obstáculos impuestos por el ejército israelí a la circulación y la cooperación entre las fuerzas de seguridad israelíes y palestinas ha desempeñado igualmente su papel en esta recuperación del crecimiento económico (el 8% en el 2009).
¿Es suficiente? Rotundamente, no. Aunque se están empezando a sentar las bases del Estado palestino en materia presupuestaria, de seguridad e institucional, todavía hace falta que se materialicen en el ámbito político e internacional.
Actualmente, la construcción del Estado palestino es un objetivo que todos compartimos España y Francia han acogido con especial satisfacción el discurso del primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu, en la Universidad de Bar Ilan, así como el anuncio de una moratoria, por más que temporal y limitada, de la edificación en los asentamientos.
Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos de George Mitchell, el proceso político todavía no ha llegado a buen puerto. Sigue estando rezagado respecto a los esfuerzos financieros de los donantes, y en especial de la Unión Europea, que aporta más del 50% de la ayuda a Palestina. Sin embargo, los moderados de ambos bandos y los donantes, para continuar sus esfuerzos, necesitan ser recompensados con la apertura de unas perspectivas políticas reales.
Europa no ha dejado de trabajar en este sentido, en contacto con los palestinos y los israelíes, y de forma estrecha con Estados Unidos. Prueba de ello es nuestra reunión, en compañía de Catherine Ashton, con George Mitchell en Bruselas, el 12 de enero, así como las ambiciosas conclusiones a las que llegó el Consejo de Asuntos Exteriores sobre Oriente Medio, el 8 de diciembre pasado.
Europa debe ahora hacer frente a sus responsabilidades. No debe refugiarse en la postura de invocar (aun siendo necesario, con frecuencia paralizante) los límites irrenunciables del acuerdo final: completa seguridad para Israel, reconocimiento en su momento de un Estado palestino, basado en las fronteras de 1967, con intercambio de territorios y con Jerusalén como capital de los dos estados. Europa debe hoy por hoy avanzar ofreciendo garantías, políticas, de seguridad, financieras, para ayudar a israelíes y palestinos a superar los riesgos de la paz.
Ya es hora de resolver este conflicto interminable. La Unión Europea debe desempeñar su papel no sólo como amiga de Israel y de la Autoridad Nacional Palestina, sino sobre todo porque aquí está en juego su seguridad a largo plazo : existen en esa zona otras amenazas mucho más preocupantes, que aprovechan el callejón sin salida palestino con fines propagandísticos y de confusión política.
Ha llegado, pues, el momento de garantizar a las partes el carácter irreversible del proceso que Europa quiere iniciar. Es preciso dar seguridades al pueblo israelí de que se garantizarán permanentemente su seguridad y su identidad judía; el pueblo palestino necesita tener certeza de la recuperación de su dignidad, obteniendo el derecho a vivir en un Estado viable, democrático e independiente.
Para superar este reto, Europa debe trabajar con sus socios del Cuarteto para la Paz, Estados Unidos, Rusia y las Naciones Unidas, y el Comité de seguimiento de la Liga Árabe, que incluye a varios países árabes importantes, como Egipto y Jordania. También podrá apoyarse en la contribución que supone la Iniciativa de Paz Árabe. Debemos proponer, más allá de los diálogos de proximidad, necesarios pero insuficientes hoy día, un calendario cerrado de negociaciones sobre el estatuto final del conjunto de cuestiones (seguridad, fronteras, agua, refugiados, Jerusalén) y un mecanismo de control serio, que haya aprendido de los pasados errores.
Europa podría promover sobre terreno, a partir de ahora mismo, audaces medidas de confianza para las dos partes, ayudando al mismo tiempo al relanzamiento, que debe producirse de inmediato, de la negociación. Europa podría, igualmente, acoger una conferencia para la paz, que permita afianzar y controlar esta dinámica, y alentar también la reanudación de los contactos de Siria y Líbano con Israel para una paz definitiva.
Como colofón, Europa reconocería colectivamente al Estado palestino, a lo que ya se ha comprometido, para que Palestina llegue a convertirse en miembro de pleno derecho de la comunidad de las naciones, viviendo en paz y seguridad junto al Estado de Israel. El próximo año se conmemorará el vigésimo aniversario de la Conferencia de Paz de Madrid, en la que se dio inicio a las conversaciones de paz. Ya no hay tiempo que perder. Europa debe abrir el camino, en interés de todos.
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