El presidente Obama convocó a una cumbre de jefes de Estado para ponerlos en guardia sobre un eventual robo de material nuclear por parte de terroristas interesados en fabricar una bomba atómica. Claro, con lo que cuesta ese material seguramente nadie tiene intenciones de dejárselo robar, así que los consejos del tío Sam salen sobrando.
Lo que realmente está en juego en la cumbre de Washington es algo muy distinto: la regulación y la repartición de un gigantesco mercado…
En vísperas de la cumbre sobre la seguridad nuclear, el primer ministro indio Manmohan Singh y el presidente estadounidense Barack Obama firmaron un importante contrato de transferencia de material nuclear.
Con la participación de los jefes de Estado y de gobierno de 47 países, el encuentro que comenzó ayer en Washington y se termina hoy constituye la mayor cumbre convocada por un presidente estadounidense en los últimos 65 años.
La «seguridad nuclear» fue presentada como tema central. El presidente Obama lanzó de hecho una advertencia: «El peligro más inmediato y extremo hoy en día es el terrorismo nuclear». Esa amenaza, según afirma en Washington, se suma a la de la proliferación nuclear.
Se acusa así a Irán, y de paso a Corea del Norte, de albergar aspiraciones nucleares, violando por lo tanto el Tratado de No Proliferación (TNP). La propuesta básica presentada a la Cumbre por Obama es fortalecer el control de todos los volúmenes de uranio altamente enriquecido y de plutonio.
Paradójicamente, son sin embargo los propios Estados Unidos y las demás potencias nucleares, protagonistas de la Cumbre de Washington, quienes favorecen la proliferación de las armas nucleares. En una situación en la que un pequeño grupo de Estados pretenden reservarse la posesión de armas atómicas, y sigue además modernizándolas, se hace cada vez más probable que otros intenten adquirirlas. Además de los 9 países que ya las poseen, existen por lo menos otros 40 que disponen de la capacidad necesaria para fabricarlas.
No existe, de hecho, una distinción evidente entre el uso civil de la energía nuclear y su uso militar. Loa reactores permiten obtener el uranio altamente enriquecido y el plutonio que pueden servir para la fabricación de armas nucleares. Se estima que la cantidad ya disponible [de esos elementos] en el mundo permitiría fabricar más de 100 000 armas nucleares y [dichos elementos] se siguen produciendo en cantidades crecientes [ya que] más de 130 reactores nucleares «civiles» producen uranio altamente enriquecido, utilizable en la fabricación de armas nucleares.
Ya los hechos han demostrado lo que hace Estados Unidos en aras de garantizar la «seguridad nuclear». El 29 de marzo [Washington] concluyó con Nueva Delhi un acuerdo en virtud del cual [Estados Unidos] proporcionará a la India combustible nuclear «apagado» para reciclarlo extrayéndole el uranio y el plutonio. Se concreta de esa forma el acuerdo implementado por la administración Bush en 2008, que prevé el suministro a la India de material fisible y de tecnología nuclear.
A cambio de lo anterior, la India se compromete a sumarse «parcialmente» al Tratado de No Proliferación sometiendo a inspecciones 14 instalaciones nucleares civiles, pero otras 8 instalaciones militares no serán inspeccionadas. Los programas de Nueva Delhi prevén un creciente desarrollo de la industria nuclear, que representa un mercado de 150 000 millones de dólares al que Estados Unidos quiere tener acceso mediante la venta de reactores y de tecnologías que, en realidad, pueden ser utilizadas tanto con fines pacíficos como militares. Pero tendrá como competidor a Rusia, que acaba de firmar un importante acuerdo para la entrega de tecnología nuclear a la India.
Sentado a la misma mesa de la Cumbre, con el primer ministro indio (con quien Obama se reunió la víspera para oficializar el acuerdo), se encuentra el de Pakistán, aliado de Estados Unidos que nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación. Al igual que la India, Pakistán posee un arsenal estimado en entre 70 y 90 armas nucleares. En este momento, según confirma el New York Times (edición del 12 de abril), ante el acuerdo entre Washington y Nueva Delhi, Pakistán está construyendo 3 nuevas instalaciones destinadas a «una segunda generación de armas nucleares».
Sentado a esa misma mesa se encuentra también otro aliado de Estados Unidos, Israel (representado por el ministro de Inteligencia y de Energía Atómica, Dan Meridor), país que no acepta el Tratado de No Proliferación y que ni siquiera admite oficialmente la tenencia de armas nucleares, cuando en realidad dispone de cientos de ellas.
Sin someterse a ningún tipo de control, Israel ha acumulado una cantidad de plutonio para armas nucleares estimada en alrededor de medio quintal, y sigue produciendo decenas de kilogramos al año. Sin embargo, Irán no fue invitado, a pesar de tratarse de un país que sí ha firmado el Tratado de No Proliferación y que no posee armas nucleares. Y al lado de Israel, están Francia, país que proporcionó a Israel su primer reactor para la fabricación de armas nucleares, y Alemania, país que contribuyó –junto a Estados Unidos– a potenciar las fuerzas nucleares israelíes al proporcionarle 3 submarinos Dolphin capaces de lanzar misiles nucleares.
Sin embargo, para no herir la susceptibilidad de los países árabes, Estados Unidos ha firmado una serie de acuerdos para la entrega de tecnología nuclear y de material fisible a los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Bahrein, Egipto, Marruecos y Argelia.
Se abre así una gran campaña promocional, en la que también participan Francia, Japón, Rusia y China, para la venta de centrales nucleares a países del Medio Oriente y del norte de África. Se difunden así las tecnologías «civiles» que dan a otros países la capacidad necesaria para construir armas nucleares. Todo ello bajo el cartel de la «seguridad nuclear».
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie-Ange Patrizio.
Fuente: Il Manifesto (Italia).
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