Por primera y única vez, Fidel Castro y Ernest Hemingway coincidieron el 15 de mayo de 1960, en una jornada de pesca y posterior premiación del Xl Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja nombrado como ese Premio Nobel.
Se me antoja imaginar que aquel fue un domingo lindo. Era el 15 de mayo de 1960, 50 años atrás, cuando acontecía una jornada de pesca y posterior premiación del Xl Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja Ernest Hemingway.
Sus organizadores estaban conscientes de que aquella ocasión sería histórica, pues en tal escenario coincidirían dos titanes, dos personalidades, que, sin conocerse aún, se admiraban mutuamente. Sus respectivas declaraciones daban fé de ello.
La lid reunió a 76 equipos en la antigua dársena de Barlovento, hoy la Marina Hemingway. El norteamericano —ya Premio Nobel de Literatura y promotor del evento— acudió en su yate El Pilar; mientras el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, lo hizo en la embarcación llamada Cristal, donde también realizó sus intentos de captura de la aguja el Comandante Ernesto Che Guevara, aunque, al decir de varias fuentes, sin mucho éxito, por lo cual se refugió en la lectura.
En los tres días de acciones del Xl Torneo Internacional, Fidel anzueló cinco piezas que le valieron dos segundos lugares y el trofeo del primer escaño con 286,68 puntos. En total se capturaron 88 peces de pico con un peso acumulado de cuatro mil libras, cifra superada luego en ediciones posteriores.
Fue en el muelle donde por primera y única vez se vieron y conversaron, cuando el Comandante en Jefe recibió su trofeo de manos del autor de célebres obras como Adiós a las armas (1929) y Por quién doblan las campanas (1940).
El histórico momento fue captado en una foto expuesta en la ya mencionada Marina, en el Oeste de La Habana, donde se realiza anualmente la competencia y que este año celebra el aniversario 60 de su creación.
Al mirar una y otra vez esa imagen, a pesar de ser en blanco y negro, cobra multiplicidad de colores cuando se le estudia minuciosamente. Testigo fiel, la instantánea nos aproxima a una conversación que evidentemente se disfruta, con cierta complicidad, y que nos muestra a dos hombres que portan gorra, barba y altura casi similares, entre otras muchas coincidencias.
Ambos disfrutaron la contienda tras agujas, casteros y dorados. Ocho horas de lidia fueron suficientes para que el entonces joven estadista, sin apartarse ni un minuto de la vara y el carrete, se erigiera como máximo acumulador individual.
Luego del estrechón de manos de felicitación, Ernest Hemingway (1899-1961), según testimonios de allegados, le dijo: “Tal vez usted sea un
novato en la pesca, pero ya es un pescador afortunado.”
Aficionados los dos por los deportes, la Corriente del Golfo, la buena lectura y la justicia, ciertamente lo que más los unió y por siempre fue su amor a Cuba, considerada por el novelista como su Patria adoptiva, donde, afirmó, tengo mi casa (Finca Vigía) y mis libros.
Y, precisamente, por eso reconoció a la Isla ser la inspiración de varios de sus textos y en especial del más descollante: “El viejo y el mar”, elogiado por Fidel, quien declaró: “Nunca ví algo tan maravilloso…”.
"De los autores norteamericanos, Hemingway es uno de mis favoritos”, refería el mandatario en otra entrevista, cuando se le pedían sus consideraciones en torno a tan legendaria figura de las letras, quien vivió en el país por dos décadas.
Otros narradores, entre ellos Lisandro Otero, al referirse al tema señalaron que en 1960, procedente de Cuba, el multipremiado escritor regresó a Estados Unidos, pues se hallaba muy enfermo. Allá lo abordaron los periodistas, para saber su opinión acerca de la ínsula, a lo cual Hemingway ripostó escuetamente: "la gente de honor creemos en la Revolucion Cubana”.
Tal fue la despedida de ese gran amigo de la Antilla Mayor, cuya única entrevista con Fidel, hace cinco decenios, se recuerda esta semana, conforme lo merece ese encuentro de titanes.
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