El bloqueo impuesto por Estados Unidos contra Cuba por más de medio siglo ha provocado a la isla pérdidas por un billón 157 mil 327 millones de dólares, con lo cual se ratifica como el principal obstáculo al desarrollo económico y social del país.
Tal daño ocasionado al pueblo cubano fue contabilizado hasta abril de 2013, considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional.
Al presentar ante la prensa el informe que acompaña un proyecto de resolución cubana a la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) sobre la necesidad de poner fin a ese cerco, la Cancillería reiteró que la legislación imperial constituye el sistema de sanciones unilaterales más injusto, severo y prolongado que se ha aplicado contra nación alguna.
Dicho documento se publicó previo a la votación de la propuesta antillana contra esa disposición en aquel organismo mundial, el 29 de octubre. En el texto se señala, entre otros, perjuicios significativos a los sectores agrícola, industrial, energía, minería y el turismo.
Vital para la economía del país, la actividad turística local continuó experimentando por tal causa severas consecuencias en las áreas relacionadas con los servicios, las operaciones y aseguramientos logísticos, decisivos para su avance. Las afectaciones para el giro se estiman en 1 960.18 millones de dólares, marcados principalmente por los ingresos dejados de percibir debido a la prohibición existente para los norteamericanos de acceder a las propuestas de la industria sin chimeneas nacional.
Ejemplos hay muchos de cómo las garras de tan inmoral política pretende frenar el auge del dinámico rubro. Así tenemos que los hoteles cubanos solamente pueden usar el sistema Amadeus para la comercialización del producto turístico autóctono, uno de los cuatro grandes Sistemas Globales de Distribución (GDS) internacionales. Los otros tres restantes - Sabre, Galileo y Worldspan – pertenecen a empresas estadounidenses.
Numerosos intermediarios proveedores de estas prestaciones evitan las relaciones con las entidades turísticas de este territorio caribeño por temor a ser multados y a afectar sus ventas en Estados Unidos.
Las empresas para el ocio del patio tampoco pueden anunciarse en los mejores sistemas de servicios en la web, como por ejemplo, Google, Yahoo y MSN, por tratarse de compañías de La Unión.
Como consecuencia de la estricta y agresiva aplicación de las leyes y normativas que tipifican el bloqueo, la Antilla Mayor sigue sin poder exportar e importar libremente productos y servicios hacia o desde EE.UU., no puede emplear el dólar norteamericano en sus transacciones financieras internacionales o tener cuentas en esa moneda en bancos de terceros países. Tampoco se le permite tener acceso a créditos de bancos en la nación norteña, de sus filiales en terceros países y de las instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo.
Su extraterritorialidad no posee ni reconoce límites. Aplica sanciones dentro y fuera de sus fronteras, y ejerce presiones a entidades foráneas, lo que impide el establecimiento de negocios conjuntos en Cuba. Resulta imposible enumerar los casos de emprendimientos que se han ido a pique por tal intromisión, pues sus promotores amenazan de palabras y actos, e imponen multas millonarias a quien se atreva a enfrentarlos.
La oposición a tan criminal determinación ha tenido y tiene eco en medios políticos y la prensa.
El 27 de febrero de 2013, el representante demócrata por Nueva York, Charles Rangel, presentó tres proyectos de ley dirigidos a un cambio de la política de Washington hacia La Habana, devenidos iniciativas que proponían autorizar los viajes de los ciudadanos estadounidenses a la Isla, revocar las leyes del bloqueo, sacar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo y autorizar las transferencias directas entre instituciones bancarias de ambos países, entre otras disposiciones.
Asimismo, periódicos como el Tampa Bay Times y Los Angeles Times han abierto el fuego desde sus páginas. El primero de esos rotativos publicó un editorial criticando al senador Marco Rubio por promover impedimentos a los contactos “pueblo a pueblo” e instó al gobierno de Estados Unidos a eliminar el bloqueo, a desoír los cuestionamientos de los extremistas de Miami, a eliminar todos los obstáculos a los viajes y a reducir el poder desmedido de la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro (OFAC).
En tanto, el diario californiano llamó en uno de sus editoriales a la Casa Blanca a eliminar las “anticuadas políticas de la Guerra Fría”, como el “arcaico” bloqueo.
Después de haber asumido el liderazgo, el entonces recién estrenado Presidente Barack Obama anunció en 2009 un nuevo comienzo con Cuba y manifestó su convicción de que se podía llevar la relación bilateral en otra dirección.
Sin embargo, como se enuncia claramente en las conclusiones del proyecto de resolución, más allá de lo expresado entonces y de la engañosa retórica ulterior, la realidad es que durante los cinco últimos años se ha producido un persistente recrudecimiento del bloqueo, especialmente de su dimensión extraterritorial, a pesar del rotundo rechazo internacional que concita.
Obama cuenta con prerrogativas suficientes para modificar significativamente este panorama, incluso sin la intervención del Congreso; pero al parecer ello no está dentro de sus prioridades.
Mientras, tal política injerencista deviene un fardo demasiado pesado, de cuyas garras no escapa ninguna actividad. Y aunque se le reconoce como el principal obstáculo para el desarrollo, el país no ceja en sus aspiraciones y marcha por el camino escogido, testigo en el caso del turismo de avances, pese a no contar con su mercado natural, a solo 90 millas. (AIN)
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