El cuatro de septiembre de 1970, el médico y parlamentario Salvador Allende Gossens, candidato a la presidencia por la coalición política Unidad Popular, de arraigo socialista y respaldado por sectores progresistas y de izquierda de la nación, triunfó en las elecciones, y se convirtió en el nuevo presidente constitucional de Chile.
Un mes después -cuatro de noviembre- fue investido en su cargo este líder natural de los desposeídos, campesinos y obreros, estudiantes; simpatizante y partidario de los movimientos revolucionarios en América Latina y en otras regiones del mundo. Las primeras disposiciones de su gobierno, que enfilaban su gestión por senderos democráticos y de mejoras sociales, avivaron los odios de los poderosos.
La nacionalización del cobre, medida que contó con el apoyo mayoritario de los sectores obreros y populares, y su célebre discurso ante la Asamblea General de la Naciones Unidas donde defendió la posibilidad de hacer realidad los valores de justicia e igualdad, no dejaron lugar a dudas del carácter socialista de su mandato.
La reacción comenzó a organizarse y fraguó la conspiración la cual sumó a los grupos más activos del capital nacional y transnacional, a corporaciones empresariales y a las fuerzas políticas de derecha que, con el respaldo de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), iniciaron diversas maniobras para minar la gobernabilidad de Allende y de la Unidad Popular.
La huelga de camioneros que paralizó el país, la congelación de créditos bancarios al partido gobernante y sucesivos atentados a partidarios cercanos del Presidente, fueron el preámbulo del golpe militar que ahogó en sangre al pueblo chileno.
El golpe, planeado por la Armada con total respaldo del gobierno estadounidense, se llevó a efecto bajo la dirección del comandante en jefe del Ejército, el general Augusto Pinochet, el día 11 de septiembre de 1973.
Intervinieron altos oficiales de los mandos del Ejército, la Marina, la Aviación y los carabineros.
Una llamada telefónica en las primeras horas de la mañana de ese día puso en aviso a Allende, quien junto a su guardia personal, se dirigió al Palacio de la Moneda, sede de la presidencia, para desde allí hacer frente a la escalada fascista.
Siete horas resistieron los defensores de la Unidad Popular. Salvador Allende y sus colaboradores le hicieron frente a fuerzas de infantería y artillería, y a los tanques y aviones que la alta oficialidad fascista desplegó contra ellos.
Varias veces Allende habló a su pueblo a través de la radio. Entre escombros y metralla, defendiendo de la felonía al legítimo gobierno que el pueblo por su voluntad le había confiado, se dirigió a los trabajadores y a los campesinos, a las mujeres, a los profesionales y a la juventud, con toda la serenidad y convicción del que se sabe digno y leal con su pueblo y su patria.
Pasados pocos minutos de las nueve de la mañana, se escucharon por Radio Magallanes sus últimas palabras, se despedía confiado en que la entrega final a los principios era una lección moral con la cual castigaría a cobardes y traidores.
El 28 de septiembre, fecha significativa para los cubanos al conmemorarse la fundación de la más popular de sus organizaciones, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), el Comandante en Jefe Fidel Castro, convocó al pueblo a la Plaza de la Revolución y desde allí dio a conocer la histórica versión de la muerte del presidente Allende.
Ante la multitud, que guardó respetuoso silencio, el líder cubano profundamente conmovido no escatimó detalles sobre la hazaña protagonizada por Allende y sus seguidores en La Moneda. Cumplía el deber revolucionario de trasmitir a Cuba y al mundo la verdad de los hechos.
El drama que sobrevino a la muerte del Presidente legítimo de Chile será recordado como uno de los episodios más aborrecibles en la historia de la humanidad.
Allende y quienes con él ofrendaron sus vidas, perviven como ejemplo vívido, no solo para los que resistieron la etapa sombría de los largos años de dictadura fascista en el poder, sino también para todos los hombres y mujeres con fe en un futuro mejor.
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