El 25 de julio de 1990, la embajadora de EEUU, April Glaspie, había solicitado una reunión con Saddam Hussein. Tenía un mensaje urgente de su presidente: «Tengo instrucciones directas del presidente Bush para intentar mejorar nuestras relaciones con Irak... No tenemos la intención de tomar partido en los conflictos entre árabes, como el conflicto con Kuwait... La cuestión de Kuwait no tiene nada que ver con América».
El 25 de julio de 1990, la embajadora de EEUU, April Glaspie, había solicitado una reunión con Saddam Hussein. Tenía un mensaje urgente de su presidente: «Tengo instrucciones directas del presidente Bush para intentar mejorar nuestras relaciones con Irak... No tenemos la intención de tomar partido en los conflictos entre árabes, como el conflicto con Kuwait... La cuestión de Kuwait no tiene nada que ver con América».
Según la opinión general, estas palabras tuvieron un peso decisivo en la decisión final del ex líder iraquí, de ordenar a sus tropas invadir Kuwait el 2 de agosto de 1990.
La llamada guerra del Golfo Pérsico ha sido uno de los conflictos más importantes de finales del siglo XX, que sirvió para esbozar los contornos de un nuevo orden mundial multipolar. Hoy, todavía quedan muchos interrogantes relativos a aquella guerra, incluidos los auténticos motivos de la invasión de Iraq al país limítrofe.
Durante varios años, Iraq había estado reclamando el territorio de Kuwait, un pequeño Emirato con grandes reservas de crudo. El primer intento de incorporar a Kuwait al Estado iraquí fue hecho en 1961, cuando el Emirato había conseguido la independencia recientemente.
En aquella época, la agresión del régimen del general Kassem fue frenada por Gran Bretaña que creó una coalición, como posteriormente hizo EEUU, y envió unidades de su Ejército del Aire y de la Marina al Golfo Pérsico. El general Kassem, al valorar la situación, se contentó con una retórica agresiva sin llegar a las armas.
Treinta años después, Saddam Hussein no se limitó a las palabras. Los acontecimientos se desarrollaron con mucha rapidez: el 18 de junio de 1990, Iraq acusó a Kuwait de robarle petróleo de sus yacimientos, mediante una perforación inclinada por debajo de la frontera.
Iraq pidió que se le indemnizara. Solicitó la anulación de todas sus deudas con Kuwait que ascendían a miles de millones de dólares y, además, exigió un pago de US$2.500 millones más. Evidentemente, el emir kuwaití, el jeque Jaber al-Ahmed al-Jaber al Sabah, se negó a cumplir con todo esto.
Las tropas iraquíes se aproximaron a la frontera con Kuwait, aunque Saddam Hussein le dijo al mediador en el conflicto, el presidente egipcio Hosni Mubarak, que estaba dispuesto a buscar fórmulas de compromiso para conseguir el arreglo pacífico de la situación.
Los historiadores han interpretado la entrevista de la embajadora estadounidense, April Glaspie, con Saddam Hussein de diversas maneras. Unos creen que Washington dio "luz verde" al plan de invasión de Iraq al darle instrucciones a la embajadora de comunicar la postura neutral de EEUU. Otros, por otra parte, afirman que Saddam Hussein entendió erróneamente el mensaje de Glaspie.
El 31 de julio de 1990, la parte iraquí abandonó la reunión organizada entre funcionarios kuwaitíes e iraquíes en Jiddah (Arabia Saudita) y el 2 de agosto, al mismo tiempo que se anunciaba una revolución islámica en Kuwait, las tropas iraquíes cruzaban la frontera del Emirato ocupando su capital. El Emir ha logrado refugiarse en Arabia Saudí.
Aquel mismo día, el Consejo de Seguridad de la ONU condenó las acciones de Bagdad y aprobó por unanimidad la resolución 660 exigiendo que Sadam Hussein ordenara a sus tropas retirarse del Kuwait. EEUU, Francia y Gran Bretaña aprobaron sanciones contra Iraq, a las que se rápidamente se adhirieron la URSS y China.
El 7 de agosto, EEUU iniciaron la famosa operación Tormenta del Desierto. Las primeras unidades de la Fuerza Aérea y el Ejército de Tierra de EEUU llegaron a Arabia Saudí.
La guerra parecía inevitable, pero Saddam Hussein no se apresuró a retirar sus tropas de Kuwait. Según opinan varios expertos, el presidente iraquí pensaba que todas aquellas preparaciones eran no más que una amenaza. Según otros, Hussein estaba seguro de que sus tropas podrían vencer en la guerra inminente. Pero las esperanzas del líder iraquí estaban totalmente injustificadas.
Las tropas de Iraq estaban dotadas con un armamento y material moderno suministrado por la URSS, China y Francia, y se habían templado en el crisol de una larga y sangrienta guerra entre Irán e Iraq (1980-1988) y en las operaciones contra la guerrilla kurda. Con el número de efectivos y la dotación de su ejército, Iraq bien podría vencer en una guerra tradicional.
Pero Occidente no planeaba librar una guerra tradicional. A partir de la experiencia acumulada en Vietnam y en otros conflictos armados, Washington apostó por la superioridad en el fuego aéreo. Los bombardeos debían hacer a Iraq incapaz de continuar la guerra.
Los combates terrestres a gran escala no se preveían, pero tampoco se descartaban. EE.UU. y los países integrantes de la coalición concentraron cerca de la frontera con Iraq un ejército impresionante que incluía 600.000 efectivos, más de 4.000 carros blindados, más de 3.700 sistemas de artillería y lanzamisiles, unos 2.000 aviones y una flota de más de 100 barcos de guerra entre los que había seis portaaviones multifuncionales y dos buques dotados con modernos misiles de crucero Tomahawk.
Un 80% de estas fuerzas y material fueron de los arsenales de EEUU. Cabe destacar que el contingente iraquí era en cierto sentido un poco más numeroso con más de 700.000 militares, unos 5.000 carros blindados y más de 8.000 sistemas de artillería y lanzamisiles, pero fue mucho más inferior en el número de aviones de combate (unos 700 unidades) y buques (10 unidades).
Los equipos de control y comunicación de Iraq eran peores que el material moderno de las tropas de coalición. Lo mismo se puede decir sobre la doctrina militar iraquí. Y esto fue lo más importante. Bagdad no estaba preparado para el ataque aéreo lanzado por EEUU y sus aliados.
Saddam Hussein infravaloró la preparación de EEUU para la guerra y las dimensiones de los cambios mundiales y por eso fracasó.
Más tarde, EEUU tropezaría con la misma piedra, durante la segunda campaña militar contra Iraq, que se convirtió en una guerra de guerrillas sin fin. Pero eso ya es otra historia.
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