Ante Suramérica, Estados Unidos confronta una gran pérdida de influencia en el ámbito diplomático, según se desprende de los pronunciamientos emitidos en las últimas cumbres en las que participan jefes de Estado de la región. En lo bilateral, las declaraciones emitidas por los países suramericanos también marcan un distanciamiento cada vez mayor de la política exterior estadunidense. Como lo señaló el poderoso Consejo de Relaciones Exteriores de Washington desde mayo de 2008, Estados Unidos ya no es el actor más importante en América Latina.
En la IV Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que se inició el viernes 26 de noviembre en Georgetown, Guyana, se abordaron temas controversiales para el Departamento de Estado, como la cláusula democrática propuesta por Ecuador. También se delinearon intereses conjuntos para la Conferencia sobre el Cambio Climático en Cancún. Posturas que después se consolidaron en la XX Cumbre Iberoamericana de Mar del Plata.
En Argentina, a inicios de diciembre, fueron numerosas las repercusiones por las filtraciones de Wikileaks acerca de los secretos de la diplomacia estadunidense. El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, declaró en el plenario que Estados Unidos ejerce una diplomacia imperial. Mientras tanto, el ministro de exteriores de Venezuela, Nicolás Maduro, manifestó su más profundo repudio a todas las operaciones para dividir y socavar la unión de los líderes y de los pueblos del Sur.
De la Declaración de Mar del Plata, además del programa Metas Educativas 2021, que contará con 100 mil millones de dólares para mejorar la educación y reducir la pobreza, destaca la cláusula contra golpes de Estado, con la que se prevé evitar conflictos en las naciones suramericanas. Ello como repercusión del intento de golpe de Estado del 30 de septiembre pasado contra Rafael Correa en Ecuador y el golpe de Estado que derrocó en junio de 2009 al presidente Manuel Zelaya en Honduras. Asimismo, ante los ojos de Estados Unidos, Honduras no fue invitada, pues muchos países de la zona no reconocen al gobierno de Porfirio Lobo, electo bajo el régimen golpista. Es la primera vez en la historia que no se invita a una nación que integra el mecanismo iberoamericano. La cumbre también emitió un comunicado sobre la lucha contra el terrorismo, que criticó el caso de Luis Posada Carriles y la impunidad que goza actualmente en Estados Unidos. Además se suscribieron documentos especiales para rechazar el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba desde hace más de cuatro décadas y apoyar el reclamo argentino por la soberanía de Las Malvinas. A la par, en la reunión se enarboló la figura del recién fallecido Néstor Kirchner, expresidente argentino y secretario general de la Unasur, quien en palabras del presidente de Brasil, Lula da Silva, “fue fundamental para recuperar el Mercosur (Mercado Común del Sur) para derrotar la idea capitalista de América del Sur”. Lula agregó: “No sé si alguna otra persona que no tuviera la osadía y el coraje de Kirchner podría haber recuperado Argentina con la rapidez que él lo hizo, enfrentando al mercado y al Fondo Monetario Internacional”.
Ante el poderío militar, más no diplomático, de Estados Unidos, Brasil ya no disimula sus intereses geoestratégicos. El 22 de noviembre, el diario Estado, de Sao Paulo, dio a conocer que el gobierno brasileño pretende dotarse de seis submarinos nucleares y 20 convencionales (hasta 2047), para proteger sus reservas de petróleo. Según el diario Le Monde, de la misma fecha, hasta ahora Brasil ha comprado cinco submarinos a Francia, de los cuales uno es de propulsión nuclear, en el marco del Programa de Desarrollo de Submarinos firmado con ese país en 2009.
Sobre este propósito geopolítico entre Brasil y Estados Unidos, el investigador Raúl Zibechi destacó que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) “…trata de cercar y aislar a Brasil, el único país en condiciones de hacer frente a la nueva estrategia imperial”. Y agrega que el ministro brasileño de Defensa, Nelson Jobim, quien continuará en el cargo en la administración de Dilma Rousseff, “…mostró su preocupación por el riesgo de que la OTAN pueda realizar incursiones armadas en el Atlántico Sur, al que definió como área geoestratégica de interés vital para Brasil”, y señaló que Jobim “denunció que la OTAN se convirtió en instrumento para el avance de los intereses de su miembro principal, Estados Unidos”. Jobim también “rechazó la idea de soberanías compartidas sobre esta región que maneja el Pentágono: ¿cuál es la soberanía que Estados Unidos quiere compartir, la de ellos o la nuestra?”. Y rechazó conversar sobre el Atlántico Sur “con un país que ni siquiera reconoce la soberanía marítima brasileña de 350 millas, reconocida por Naciones Unidas”. Zibechi agrega que, “a todo ello, debe sumarse que Brasil ya domina todo el ciclo de la producción nuclear”. En suma, señala Zibechi, Brasil se ha convertido en un país que se está dotando de un aparato disuasorio frente a amenazas extra regionales, capaz de enfrentar todo tipo de desafíos, diplomáticos y militares (La Jornada, 3 de diciembre).
Como remate al desencuentro diplomático y geoestratégico entre Estados Unidos y América Latina, el viernes 3 de diciembre, Brasil anunció su decisión de reconocer a Palestina como un Estado libre e independiente según sus fronteras de 1967. Enseguida, el lunes 6, el gobierno argentino hizo este mismo reconocimiento a las fronteras palestinas anteriores a ese año y el gobierno de Uruguay anunció que reconocerá a Palestina como Estado. El Consejo de Relaciones Exteriores no se equivocó, Estados Unidos ya no es el actor más importante en América Latina.
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