El derecho humanitario internacional afirma que el cuerpo médico, es decir los médicos, tienen la obligación de curar y sanar cualquier herido en un conflicto, independientemente de cuáles fuesen sus ideales políticos, orígenes o tendencias partidarias. Pero en Bahréin las cosas son muy diferentes, donde el rey dictador ha declarado que socorrer a un manifestante herido es considerado como un acto de sedición.
Veinte y cuatro médicos y veinte y tres enfermeras bahreinís han sido arrestadas y serán todos llevados ante la «justicia» de un tribunal militar.
El poder en Bahréin [un rey déspota rechazado por toda la población] los acusa de «incitación al derrocamiento de la [monarquía régimen] por la fuerza».
¿Qué han hecho estos doctores en realidad? Han dado asistencia médica y curado a los manifestantes heridos por las fuerzas del orden y el ejército. Y todo esto después que estas mismas fuerzas del rey tirano dieran un asalto a los hospitales y otros centros médicos [para seguir reprimiendo a los manifestantes heridos], este hecho ha sido denunciado por la mismo ONU que lo considera inaceptable… pero está buena declaración de la ONU no ha dado ningún resultado sobre el terreno, como de costumbre cuando los intereses tocan —como en este caso — a las monarquías petrodólares del Golfo. Por eso los USrael no piensan sancionar ni parar esta represión, represión que los EEUU incluso apoyan, ya que los EEUU siempre han defendido estas monarquías petroleras feudales.
Según la asociación Médicos para los Derechos Humanos (Physicians for Human Rights), esta represión contra un cuerpo médico tiene una causa precisa: estos médicos y enfermeras disponen de numerosas pruebas de las atrocidades cometidas por la policía y el ejército. Por eso es necesario de silenciarlos intimidándolos, y a través de ellos, a todos aquellos que osaran denunciar la realidad de la situación en Bahréin.
El hecho que el régimen que aún conserva el poder, se crea obligado de recurrir a tales métodos, confirma su estado de debilitamiento, y esto a pesar de la intervención [y ayuda] militar de Arabia Saudita y de la policía de los Emiratos Árabes Unidos.
Esto demuestra la importancia neurálgica que tiene la revolución bahreiní y en la situación [global] que atraviesa actualmente el mundo musulmán. Se trata ante todo de marcar bien claro los límites, es decir la línea roja que no se debe pasar, línea de conducta dictada por los USrael y los poderes locales corruptos sirviendo de auxiliares.
El silencio de los medios de comunicación occidentales que se limitan a dar un «servicio informativo mínimo» y se guardan de alertar a la opinión pública francesa [de lo que realmente está sucediendo en Bahréin] ¡demuestra la complicidad de Occidente con los asesinos del pueblo bahreiní! Ya podemos imaginarnos el ruido y los chillidos mediáticos que haría esta misma prensa si estos mismos médicos hubiesen sido arrestados en otro país… ¡en Siria, por ejemplo!
Hoy en día, Bahréin es una dictadura que se mantiene en el poder gracias a la intervención extranjera, intervención bajo control de la CIA y del Mossad, ambos omnipresentes en la región. El hecho que la mayoría de los habitantes sean de confesión religiosa chiita permite de designar a Irán como el enemigo, y esto desarrolla así un clima psicológico de [tensión] y nos proyecta a un conflicto en el avenir.
Si ya hemos denunciado la tentativa de hacer enfrentar musulmanes contra otros musulmanes para el mejor provecho de Tel-Aviv y de Washington. Esta vieja política de división y de corrupción que permite a una minoría de continuar de dominar a los pueblos de la región.
Por el momento, esta táctica no encuentra mucho eco en la opinión árabe-musulmán que sabe muy bien quiénes son sus enemigos: los sionistas que ocupan la Palestina y sus cómplices y aliados en Washington, que pillan las riquezas de estos países. Cada día, una propaganda malsana es destilada para aislar y liquidar el Frente de Resistencia (Hezbollah, Siria, Hamas e Irán).
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