Calderón no dijo una palabra acerca de los migrantes mexicanos en la Cumbre Norteamericana a la que asistió en Washington el 2 de abril de este año, a pesar de la gravedad que ha adquirido el problema. En los años recientes, en los que los organismos financieros internacionales comandados por Washington han impuesto políticas neoliberales y neocoloniales en América Latina, se desató un imparable fenómeno migratorio hacia Estados Unidos. Este fenómeno ha provocado que alrededor de 500 mil mexicanos emigren cada año hacia ese país y también que cientos de miles de centroamericanos crucen nuestro territorio con el objetivo de llegar al vecino del Norte.
Hoy los migrantes mexicanos, sin derechos, son criminalizados, sujetos a redadas y expulsados. Nada de eso se trató en la “cumbre” entre Obama, Calderón y Harper: gobernantes de Estados Unidos, México y Canadá, respectivamente.
En el caso de México, la emigración se agudizó a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y Estados Unidos. Ese Tratado, impulsado por las poderosas corporaciones norteamericanas y sus gobiernos, destruyó la economía nacional, desmanteló la industria, destruyó el campo mexicano, sujetó el comercio a los intereses de grandes multinacionales, como Walmart, acabó con la banca nacional y profundizó la estadunización de la cultura. En aquella época, la televisión anunciaba hasta el cansacio que el TLC iba a traer mejores salarios y más empleos: ¡falso! Lo que provocó fue desempleo y migración. Y mientras en el TLCAN se acordó libertad de movimiento a capitales, mercancías y transporte, no se permitió la libertad de tránsito a los seres humanos. El tema de la migración fue ignorado, con graves consecuencias para los trabajadores mexicanos. Ahora también se ignora el tema.
Las políticas neoliberales han frenado el desarrollo económico. De 1934 a 1982 el crecimiento económico de México era de más del 8 por ciento anual. En los últimos 30 años el crecimiento ha sido del 2 por ciento, que no es mayor al crecimiento de la población, lo que implica un estancamiento. El deterioro económico se agudizó tras la firma del TLCAN. Los únicos ganadores han sido las grandes empresas, en particular las corporaciones extranjeras. Por ejemplo, las automotrices que sólo han usado a México como país maquilador y cuyas exportaciones –aunque se cuantifican como mexicanas– tienen sólo un 2 por ciento de componentes nacionales.
La inversión extranjera en México, lejos de crear fuentes de trabajo, ha provocado un mayor desempleo. Se repite en todos los medios que la inversión extranjera ayuda al empelo. Hace 30 años la inversión extranjera era de alrededor de 10 mil millones de dólares, hoy anda en los 300 mil: ¡30 veces más! ¿Y la situación del empleo se ha solucionado? Todo lo contrario.
En los últimos 40 años se han dado, primero, la integración económica y, ahora, la integración política y militar, es decir: la anexión. En ésta, Estados Unidos en decadencia nos quiere como sus esclavos del Sur. Hacia el final del siglo XX se inició la integración económica de México. Primero los gobiernos de Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez endeudaron a nuestro país. La deuda externa pasó de 648 millones a 1 mil 725 millones de dólares con López Mateos. Después llegó a 3 mil 600 con Díaz Ordaz, y luego se disparó a 19 mil millones con Luis Echeverría. Por cierto, los tres colaboraron para la estadunidense Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) con las claves Litensor para López Meteos, Litempo 2 para Díaz Ordaz y Litempo 8 para Luis Echeverría. Ya endeudados, este último firmó la primera carta de intención con el FMI (Fondo Monetario Internacional) en 1976 y desde entonces la política económica de nuestro país es regida por los organismos financieros internacionales bajo la batuta de Washington: Ése fue el primer paso para la integración económica de México a Estados Unidos.
Las primeras medidas que nos “recetaron” fue la devaluación de la moneda que durante 22 años se había sostenido en 12.50 pesos por dólar y que hoy está a 12 mil 700 (con los tres ceros que le quitaron al paso en 1993); el congelamiento del salario (hoy es la quinta parte del de 1976); la imposición del impuesto al valor agregado (IVA); la petrolización de la economía luego de que nuestro país no exportaba una gota de petróleo desde la época de Lázaro Cárdenas. Con José López Portillo la deuda llegó a 85 mil millones de dólares.
La fase final de la integración económica se dio con los expresidentes Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari: consistió en la liberalización comercial que comenzó con el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio(GATT por su sigla en inglés) en 1986 y luego con la firma del TLCAN en 1994, acompañada por la privatización de empresas públicas que en 1982 eran 1 mil 150 y al finalizar el gobierno de Salinas quedaban menos de 200.
La integración económica de México a Estados Unidos produjo que se disparara la migración. Esto ha significado un gran beneficio para las grandes corporaciones estadunidenses que necesitan mano de obra barata. Al criminalizarlos, los migrantes sin documentos se quedan desprotegidos, sin derechos y ganan 10 veces menos que los trabajadores estadunidenses. La mano de obra migrante ayuda a deprimir los salarios de la totalidad de trabajadores de ese país. Son los esclavos modernos.
La represión contra los migrantes se ha intensificado. Particularmente con el gobierno de Obama, las redadas y deportaciones han aumentado. Con estas acciones se ha dividido a decenas de miles de familias mexicanas y se ha extremado el maltrato al grado de que los migrantes criminalizados no sólo no tienen derechos laborales, sino que se les niega todo tipo de derecho humano, incluso el derecho a la vida. En la práctica se han convertido en esclavos, como lo demuestran los cientos de asesinatos impunes de mexicanos en la frontera. Hasta los asesinatos públicos a la luz del día que efectúa la patrulla fronteriza quedan en total impunidad: el 22 de junio de 2010 agentes estadunidenses asesinaron a un mexicano, éste fue baleado en territorio nacional con el pretexto de que “lanzaba piedras”. José Alfredo Yáñez Reyes estaba en Tijuana, Baja California, a la altura de la colonia Castillo, cuando recibió un disparo por parte de la patrulla fronteriza a través de una malla. Yáñez era un trabajador, quien dejó a un hijo de un año y medio, y a su esposa embarazada de cinco meses. Los recientes crímenes en la frontera Norte son descarados: homicidio de Ramsés Barrón el 5 de enero de 2011 en la frontera de Nogales; el de Anastacio Hernández el 28 de mayo de 2010, golpeado y pateado hasta la muerte por 19 policías en la ruta Tijuana-San Diego (como consta en un video); el de Sergio Adrián Hernández el 7 de junio de 2010 en el “Puente Negro” de Ciudad Juárez, a quien un agente fronterizo le disparó en la cabeza… El gobierno de Calderón, en vez de aplicar la ley en nuestro territorio y exigir la deportación del asesino, le pidió al gobierno de Washington que efectuara una “profunda investigación”, y éste, tras “investigar”, declaró que Sergio Adrián era un pollero (traficante de indocumentados).
Dice Estados Unidos que somos “socios”, pero intensifica la represión y las deportaciones de mexicanos que en ese país son tratados como criminales por el delito de… ¡trabajar! Con Obama ha empeorado la situación. Janet Napolitano, del Departamento de Seguridad Interior, informó el 6 de octubre de 2010 que durante ese año fiscal –el primero en la presidencia de Barack Obama– se registró una cifra récord de 392 mil personas extranjeras deportadas, lo que significó un incremento del 70 por ciento en deportaciones respecto del año fiscal de 2009, en la etapa final de la presidencia de George W Bush. De este total, el 71 por ciento son mexicanos. En 2011 se alcanzaron las 400 mil deportaciones.
En sus inicios, Estados Unidos se levantó como gran potencia –entre otros factores– gracias al trabajo de los esclavos afroamericanos del Sur, sobre su sudor y su sangre. Hoy que está en decadencia necesita otra vez a sus “esclavos” del Sur: en éste caso mexicanos y centroamericanos. Esos son los planes del Imperio y la oligarquía pro yanqui.
El pueblo de México no acepta ese destino. Es la hora crucial para conquistar la plena soberanía e independencia, y derrotar al neocolonialismo y al neoliberalismo, impulsados por los Partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) que tanto daño han causado a nuestro país. Si logramos el desarrollo económico a nivel nacional, regional y municipal, y explotamos las riquezas en beneficio de los mexicanos, podremos eliminar este triste fenómeno de la migración forzosa y la división de las familias mexicanas. Es menester que el derecho constitucional al empleo sea una realidad y que todo mexicano tenga oportunidad de permanecer en su tierra disfrutando de oportunidades laborales y de todos los servicios, de salarios remunerativos que satisfagan todas las necesidades para que no se vea obligado a aventurarse a viajar al Norte en busca de la vida, con el riesgo de encontrar la muerte.
La integración con Estados Unidos es el problema, no la solución. La alternativa no es la anexión, sino el desarrollo soberano de México. La “alianza estratégica” de la que habla Calderón muestra su falsedad con “el muro de la muerte”, la forma en que criminalizan a los migrantes y el silencio en la Cumbre del 2 de abril en Washington sobre este tema tan importante.
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