Esta palabrita se escucha no poco en expresiones oficiales cuando, sobre todo, de la defensa nacional se trata. Hay que comprar el armamento que Perú necesita para ganar poder disuasivo contra cualquier amenaza externa se cacarea con insistencia reiterativa. Pocos o casi nadie entiende ¿cómo o por causa de qué todos los gobiernos desde hace largos años dicen lo mismo? Una primera inferencia es que carecemos de cualquier poder disuasivo a tenor de los comentarios idénticos desde hace más de tres décadas. En buena cuenta, las puertas del país están abiertas de par en par, huérfanas del tan mentado poder disuasivo en elementos humanos y armamento moderno y eficaz.
Otra aterradora conclusión es que si Perú carece de armamento disuasivo querría decir que el que compremos podrá ser usado recién cuando el soldado, recluta o ciudadano especialmente comisionado para estos menesteres, posea el entrenamiento, discreción y sagacidad que administre un poder de fuego que persuada a cualquier invasor que al Perú no se entra como Pedro por su casa y que tengan mucho cuidado de hacerlo. Siendo realistas, aún a pesar de las computadoras y de la globalización, el adiestramiento no es un clic en el teclado o arte de birlibirloque de buena voluntad. Dura sus meses y es un asunto muy serio. Quien no sepa tocar el piano así tenga un Steinway en la sala de su casa, persistirá en su genuina ignorancia.
Por tanto, no está muy desencaminado el titular de este artículo cuando pregunta: Disuasión: ¿antes o después? Lo ideal no siempre deviene en lo que hacen los gobiernos peruanos, prueba fehaciente del aserto es que van más de 35 años de regímenes democráticos que hablan de la adquisición de armamento disuasivo.
Pertinente también y obligatorio es señalar que no todos los peruanos piensan igual frente a una no tan lejana invasión militar. Hay empresarios testaferros, sin ningún horizonte o psicología nacional a quienes no importaría la procura de mayores negocios con quien sea con tal de pingues ganancias. Esos entienden la complementariedad, especialmente con los del sur, como una política de "puertas abiertas de par en par". Más aún, hay promociones juveniles en los sectores de servicios, áreas financieras y banqueras para quienes el Dios mercado asigna recursos y ubicaciones, para ellos no hay patria ni nacionalidad, sólo sueldos y abundantes recursos dinerarios cada fin de mes. Carecen de cualquier entronque o fidelidad con la bandera o historia del Perú.
La inmensa mayoría de nuestros políticos es miope cuando no ciega a cualquier planteamiento geopolítico de defensa o disuasión siquiera. Entienden la democracia como un festival de votos a colectar cada cinco años y su máxima ambición anida en capturar una curul y perpetuarse en ella el tiempo que sea posible. Una vez llegados al Congreso o a la cosa pública, como decía Manuel González Prada, se transforman en gorilas politicantes. Serán los primeros, en caso de invasión militar, en pedir asilo, invocar sus derechos humanos o apelar al pasaporte extranjero de sus ancestros. Acaso algunos, muy pocos, comprendan que deben liderar la resistencia nacional y triunfar o perecer en la gesta.
En el gremio periodístico abundan ilustrados ignorantes a quienes enorgullece no saber nada de nada a excepción de cobrar por repetir lo que mandan los patrones o enhebrar garrulería abundante para contrabandear imposturas. Pocos países con la asombrosa cantidad de analistas, internacionalistas, exégetas, estrategas o formadores de opinión como Perú. Debajo de cada árbol crece uno de estos y los medios de comunicación consagran el pontificado de algunos y la ignorancia de otros que tienen que buscarse la vida a como dé lugar.
Si no hay armamento porque no ha sido comprado aún y eso significa que tampoco hay entrenamiento, militar y civil y en toda la sociedad, imposible improvisar disuasión por buena voluntad. ¿Se imaginan ridículos plantones o vigilias con velitas en pro de los derechos humanos de los invadidos, es decir de los peruanos, frente a los tanques y ametralladoras de cualquier enemigo por las calles de las ciudades más importantes del Perú? El asunto no puede ser tomado a la broma ¡de ninguna manera!
Evidentemente la disuasión comporta el anticipo cívico y militar o viceversa en dinámicas nacionales y con un Estado resistente y con una población enterada al detalle de qué tiene que hacer, con qué medios y bajo qué formas y desplazamientos.
Ensayé, meses atrás una respuesta polémica en Contra invasor: ¿marca Perú, lomo saltado y derechos humanos?
http://www.voltairenet.org/Contra-invasor-marca-Peru-lomo?var_mode=calcul :
"La indefensión militar de la Patria no es ningún secreto, años de descuido, planteamientos aberrantes, concepciones burdas, han logrado hacer precarísimas nuestras extensas fronteras contra la invasión de cualquiera que desee hacerlo. Y hay precedentes históricos.
No sólo eso. Al habitante se le embute la especie que vive en un país con cifras económicas espectaculares y que lleva la delantera a otros muchos. Lo que no se le dice es que poco o nada de esos guarismos mayestáticos le benefician o le hacen un ciudadano incluido y con derechos en la bonanza.
Y las supercherías contribuyentes y publicitarias no cesan su encanto timador de buenas voluntades, de suerte que la Marca Perú con su logotipo, el lomo saltado y el cebiche, nos promete con más restaurantes y enriquecidos cocineros la panacea divina capaz de solucionar los gravísimos problemas de desigualdad e injusticia social que tradicionalmente fracturan a la Nación."
¡Cada quien a su puesto! Los empresarios a apoyar con todos sus recursos, ya mismo y no para las calendas griegas, los esfuerzos informativos y aleccionantes de cómo educar al pueblo para las jornadas que se nos vienen; los periodistas a estudiar y difundir pasajes, sucesos y hechos de la historia, madre y maestra; el gobierno y la cancillería a asumir el genuino rol rector para las etapas difíciles. Es hora que Perú se dé ¡su propia respuesta!
Después de cualquier desembarco, la disuasión se esfuma porque acontece la lucha contra el invasor y la supervivencia que no puede ser espontánea sino planificada y heroica para defender la Patria y expulsar a los que no tienen derecho a estar aquí, y con ellos, a sus cómplices.
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