Más del 86 por ciento de los afiliados al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) estuvieron de acuerdo en que se constituyeran en un partido político, y únicamente el 11 por ciento quería continuar siendo una agrupación civil. Algo que era lógico, ya que uno de los propósitos del presidente actual del Consejo Nacional, Andrés Manuel López Obrador, es participar en los procesos electorales el próximo año e intentar llegar con fuerza a 2018.
Andrés Manuel López Obrador dijo que se debe evitar la politiquería. Y “cuidar que no haya individualismo, oportunismo, nepotismo, amiguismo, influyentismo, clientelismo, sectarismo, ninguna de esas lacras de la política”.
Y remató: “Nada de grupos, nada de corrientes, nada de sectas, tenemos que actuar con libertad” (Reforma, 20 de noviembre de 2012). Realmente algo imposible, ya que la política no es un juego de santos, más bien es como un descenso al infierno, parafraseando a Max Weber. Máxime en estos momentos donde el que aspire a un puesto de elección tiene que gastar abundante dinero, no ya en la campaña electoral, sino mucho antes, para darse a conocer, gestionar peticiones de los ciudadanos, hacer grupos a su favor, promoverse a través de diferentes medios y llegar a los más altos niveles donde se toman las decisiones “importantes”.
Pero bienvenido este esfuerzo por darle la vuelta a una de las profesiones más desprestigiadas en el orbe: la política; en México, incluso, por debajo de la policía, lo que habla de la desconfianza que tiene de los grillos la gente en todos lados.
Es cierto, no obstante todo lo que se diga, que las personas buscan a los políticos para tratar de resolver problemas, desde los más elementales (inscribir a un alumno, obtener una vacuna) hasta los más complicados (salir de prisión o evitar el robo de un predio). Pero eso, lejos de acercar a la gente con los “poderosos” en el Congreso de la Unión o al Ejecutivo, aumenta la desconfianza.
En la constitución de Morena estuvieron intelectuales de valía: Enrique Semo (autor de una obra reciente acerca de la democracia), Arnaldo Córdova, Armando Bartra, Porfirio Muñoz Ledo, Elena Poniatowska y Paco Ignacio Taibo II.
Además, acordaron tener un periódico, algo que la mayoría de los partidos constituidos ignoran. Se llamará Regeneración, como el famoso impreso de los hermanos Flores Magón. Y ya sabemos que en las redes sociales los obradoristas son muy activos, tanto que en el cumpleaños de su líder estuvieron presentes.
Desgraciadamente aún no sabemos si una de sus batallas sea tratar de modificar la legislación, por medio de algunos de sus amigos cercanos en radio o televisión. Algo en lo que no ha puesto cuidado Andrés Manuel, como bien señala en su blog Jenaro Villamil.
Y este punto es vital desde ahora. De no lograr una nueva correlación en los instrumentos que son los propagandistas número uno, la batalla, por más que se diga lo contrario, será inequitativa. Después de eso ni siquiera vale la pena quejarse. Y debemos recordar que en 2000 todos los diputados que apoyaban a López Obrador aprobaron la llamada Ley Televisa.
El presidente electo por votación de Morena fue Martí Bátres (quien había renunciado al Partido de la Revolución Democrática), fue designada secretaria general Bertha Luján, y Octavio Romero como encargado de finanzas. Los tres se jugaron en la elección su suerte y así quedó integrado el trío, que junto con el patrocinador, debe ser el más activo para en realidad conformar un partido diferente de la izquierda política, más que decir: el más importante en la historia de esta ideología.
Hay algunas cuestiones que heredan de los comunistas que en 1979 volvieron a la legalidad, luego de varios decenios en los cuales se vieron forzados al semiclandestinaje. Uno, que los representantes populares deberán dar al partido el 50 por ciento de sus cuotas (antes era el 90 por ciento). Dos, para ser militante hay que pagar una cuota de 360 pesos anuales. Y tres, que los líderes no devengarán ningún salario (esto último harto difícil).
Estuvieron en el acto central, Ricardo Monreal, que no se ha salido del Movimiento Ciudadano; Manuel Bartlett, que es senador por el Partido del Trabajo –y supuestamente continúa afiliado al PRI (Partido Revolucionario Institucional)– y que hoy le late el corazón de Morena; y el sonorense, Alfonso Durazo, que fue un hombre cercano a Luis Donaldo Colosio y hoy es diputado por la izquierda electoral.
Fue curioso: mientras que Jesús Zambrano envió una carta a López Obrador diciéndole entre otras cosas que en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) “compartimos su convicción por lograr la transformación de México por vías pacíficas y democráticas, y con respeto a las instituciones”, el también miembro de la corriente de los Chuchos, Miguel Barbosa, líder de los perredistas en la Cámara de Senadores, dijo que Morena estaba fuera de la ley y era una agrupación únicamente con fines mediáticos (Silla Rota, 20 de noviembre de 2012). Dos visiones que muestran las diferencias en un grupo que parecía compacto y sigue con atavismos en contra del llamado Peje.
Hasta el momento no hay desbandada en el PRD. La mayoría sabe que no puede irse a otro lugar si no están garantizadas posiciones importantes. Si Morena logra participar y tener éxito en alguno de los 13 comicios estatales del próximo año, una buena cantidad quizá se mudará de camiseta. Entonces comenzarán los problemas y se verá si en realidad pueden conservar su pureza y virginidad que nos anuncia muy convencido Andrés Manuel.
Por el momento, los cuadros muy probados en estar cerca del jefe son los que harán la chamba. Al cambiar los tiempos, quizá los esforzados del inicio sean cambiados por otros que se acomoden mejor a los tiempos, algo que ha sucedido continuamente.
Bien por hacerle un homenaje a José Zamarripa, Carlos Monsiváis, Gustavo Iruegas, Luis Javier Garrido, Bolívar Echeverría, entre otros que se fueron antes.
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