Existen 800 millones de personas en el desempleo, expulsadas del capitalismo salvaje mundial y su punta de lanza, el neoliberalismo económico. En nuestro país tenemos más de 35 millones, de los cuales 24 millones andan en las calles vendiendo mercancías en jornadas de hasta 18 horas, perseguidos por las denuncias de los comerciantes establecidos y a quienes las policías roban sus mercancías, encarcelan a los indígenas, echan de las aceras a mujeres que cargan a sus niños desnutridos a los que les niegan agua y han de beber refrescos, comer productos chatarra y miles de ellos obligados a dormir en alcantarillas, rincones mugrosos y hasta pagar por pernoctar en patios y azoteas. Ese brutal desempleo mundial es una de las consecuencias de la era Thatcher, que con sus seguidores empresariales y gobernantes fueron los primeros en cocinar con las recetas privatizadoras, promover el desmantelamiento de los sindicatos y la abolición del mínimo Estado de bienestar, con el que pretendieron alejar la tentación del socialismo y, más aun, del comunismo.
Milton Friedman fue el ideólogo del “gobierno mínimo”, la llamada desregulación para permitir la absoluta libertad al mercado para que “la mano invisible” (demasiado visible) de patrones, financieros, gobernantes, trasnacionales y demás pillos de la explotación del trabajo, esclavizara con salarios de hambre a empleados, obreros, mineros, campesinos y toda la mano de obra del espectro neoliberal económico que hizo a un lado al mismo Adam Smith con su liberalismo económico, que contaminó a los mismos regímenes de las mil y una variedades socialistas para arrastrarlos al capitalismo salvaje que impera actualmente, y tenerlos en la mira de la primera “revolución mundial”.
Ésta sólo será posible si los desempleados se deciden a encabezar la rebelión desde los países europeos que tienen a sus pueblos con la y se unen a las víctimas de las contrarreformas mundiales, como a los maestros mexicanos o a los estudiantes chilenos que demandan educación pública y gratuita; misma que en México, el peñismo puede poner en peligro con la privatización de la educación y la posibilidad de hacer a un lado el laicismo con la entrega religiosa al papado y al clero político.
La recientemente fallecida Margaret Thatcher, por quien las campanas se echaron al vuelo para festejar su muerte y cantar la letra del filme de 1939 El mago de Oz: “Ding, dong, la bruja ha muerto…”, fue la portavoz y ejecutora del neoliberalismo económico –calificado como capitalismo salvaje– que logró la unión de todos los capitalismos y los poderes fácticos (medios de comunicación, dirigentes políticos, narcotraficantes, apostadores en las bolsas, monopolios comerciales, agrícolas, etcétera).
Así lograron someter a los pueblos vía el empobrecimiento masivo, el desempleo, la reducción de los servicios de salud, el fanatismo religioso, el sabotaje a los movimientos de huelga, el fortalecimiento de la educación privada y, en consecuencia, el descuido de la calidad laica y gratuita de las escuelas públicas. La maniobra thatcheriana y del Fox estadunidense, Ronald Reagan, con sus gobiernos que buscaron los recovecos autoritarios del Estado inglés y yanqui, doblegaron por la fuerza a los movimientos sociales que planteaban reivindicaciones.
A partir de 1979 la humanidad, incluso la que vive y sobrevive en los resabios del socialismo político y los despotismos orientales que resisten las invasiones estadunidenses, ha sido degradada económicamente para ser los nuevos parias, el neoproletariado, que por la fuerza policiaca y militar de sus gobiernos permanece sometida y soportando todas las desgracias de la explotación despiadada del capitalismo salvaje; mismo que en nuestro país inició con el pragmatismo salinista hasta topar con el pragmatismo eufórico de Peña que sólo busca resultados. Hay que consultar en la revista conservadora-derechista de Enrique Krauze, Letras Libres (31 de mayo de 2012), la entrevista que Carlos Puig hizo a Peña Nieto en donde éste declara: “Mi única definición es que soy un pragmático al que importan los resultados… Los resultados, eso es lo que importa: los resultados”.
Además de los desempleados, en el mundo hay más de 1 mil millones de pobres que bien pueden ser el potencial de la “revolución mundial” contra el capitalismo salvaje. En cálculos no conservadores, sino también revolucionarios, en nuestro país sobreviven en el filo del hambre, las enfermedades y desnutrición más de 70 millones de desempleados y pobres (54 millones en la pobreza y el resto sin trabajo) que bien pueden generar un estallido que complete la “revolución inconclusa” de 1910, si antes los detonadores no son los maestros, las guerrillas, el narcotráfico, la guerra peñista y toda la crisis social, política y económica. Esto también puede ser un resultado.
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