La actual prueba de fuerza entre Washington y Moscu nos hace perder de vista las condiciones que rodearon el cambio de régimen en Kiev y las consecuencias de ese hecho. Más allá de las acusaciones entre pro-estadounidenses y pro-rusos, el hecho es que el nuevo régimen llegó al poder mediante un golpe de Estado orquestado por Estados Unidos. Es posible que una parte del pueblo ucraniano se sienta ahora satisfecho con el cambio, pero también es probable que no tarde en darse cuenta de que esta mutación se ha hecho en detrimento de sus intereses.
Más del 83% de los electores de Crimea participaron recientemente en el referéndum sobre la reunificación con Rusia. Y una aplastante mayoría –más del 93%– votó a favor de la separación de Ucrania y del regreso de la península a la Federación Rusa.
No se puede perder de vista que la población de Crimea nunca habría tomado ese camino –y Rusia nunca la habría respaldado– si Ucrania no hubiese caído en manos de las fuerzas que orquestaron el «cambio de régimen».
Es importante precisar que el «cambio de régimen» es hoy en día una forma de acción tendiente a hacer imposible que un gobierno pueda seguir gobernando. Ya hemos visto repetidamente los efectos de esa forma de caos orquestado en varios países a través de grupos bien organizados, financiados y equipados por intereses occidentales externos. Ultranacionalistas y mercenarios se mezclan con la multitud de manifestantes descontentos y se apoderan de la dirección y la planificación de las acciones, sabiendo que cuentan con el respaldo de las potencias occidentales. En Kiev, los grupos más retrógrados lanzaron ataques y todo tipo de calumnias contra los judíos, los negros, los chinos, los «moscovitas» y, por supuesto, contra los comunistas.
En Ucrania, grupos fascistas como Svoboda y Pravy Sektor han recibido enormes cantidades de dinero para alimentar y ofrecer comodidades a miles de personas en las calles de Kiev durante semanas, además de recibir también material de propaganda de buena fabricación: banderas, símbolos y pancartas en varios idiomas. Mientras tanto, los medios de la prensa occidental reportaban todo lo que sucedía de la manera más conveniente para la Casa Blanca, sin mencionar los actos de violencia y de terrorismo que cometían los «manifestantes».
No hace mucho tiempo que hemos podido observar esa técnica en muchos países, desde Venezuela hasta Tailandia. El objetivo de esos ataques financiados por Occidente es que el mundo sea más seguro… para el 1% que es la población más rica del planeta. En Ucrania, los ciudadanos que creen haber luchado por la democracia acabarán descubriendo que en realidad fueron manipulados por la plutocracia occidental y se verán abandonados entre las manos de un nuevo gobierno, lleno quizás de buenas intenciones. Su sacrificio tendrá como resultado una economía todavía más deprimida y más corrupta, una enorme deuda con el FMI, un empeoramiento de los servicios sociales y una «democracia» vacía dirigida por oportunistas corruptos como Yulia Timochenko.
Rusia intervino en nombre de la Crimea de lengua y de cultura rusas. Y ahora es blanco de los ataques de los plutócratas mundialistas occidentales que buscan cómo aislar a Moscú y obligarlo a retroceder. Vladimir Putin es denigrado y demonizado sin descanso. ¿Habrá en los medios de prensa estadounidenses alguien que haya leído alguna vez los discursos de Putin? ¡Son mucho más claros y coherentes que las mentiras de Obama! (Un claro ejemplo es el discurso de Obama sobre cómo Estados Unidos democratizó y salvó Irak [1]).
El objetivo es cercar a Rusia y convertirla en un temeroso satélite. Pero eso es mucho más fácil de decir que de hacer. Obama no cuenta con muchas cartas y muy pocas son triunfos.
[1] “Barack Obama Speech at the Palais des Beaux-Arts of Bruxelles”, por Barack Obama, Voltaire Network, 26 de marzo de 2014.
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