Hugo llegó a España en 2001 como refugiado político. Su vida corría peligro en Colombia por su activismo en defensa de los indígenas. En Madrid, durante los últimos 13 años, formó su familia. Tiene un hijo de 5 años y ha completado sus estudios de doctorado en antropología. Sin embargo, está pensando en hacer las maletas.
“Me gustaría quedarme porque España me ha dado mucho y porque emprender un nuevo proyecto migratorio, con mi esposa y mi hijo tan pequeño, no es fácil. Pero más temprano que tarde salir de España será un hecho inminente. No hay trabajo para los investigadores y doctorados en este país, nunca hubo una política sólida de investigación y desarrollo, pero ahora, con la crisis, las expectativas para nuevos investigadores y académicos son cero”, cuenta.
Hugo ha vivido lo que él denomina como el esplendor y el ocaso económico español. Recibió ayudas como exiliado, estudió el doctorado, y por un tiempo trabajó como profesor en una universidad, pero ahora no encuentra empleo como académico. Su caso es uno entre muchos.
Sólo en 2013, 545 mil 980 migrantes se fueron de España por la falta de oportunidades laborales, según datos del Instituto Nacional de Estadística español. En total, 751 mil 299 extranjeros se fueron desde el inicio de la crisis, de los casi 6 millones que llegaron durante la década pasada. Por nacionalidades, rumanos, ecuatorianos y colombianos son los que más se han ido, en su mayoría personas que durante años se emplearon en la construcción y el sector servicios y ahora encuentran mejores condiciones de vida en sus países de origen. Sin ellos no hubiera sido posible el mal llamado “milagro económico español” de la pasada década.
Otros migrantes, los más preparados y con más estudios, como Hugo, han tenido que irse por la eliminación de becas y puestos de empleo para investigadores y académicos. “Esto no pasa sólo con los migrantes, también son muchos los españoles con maestrías y doctorados que han tenido que irse”, dice Hugo. Y recuerda el caso de Amaya Moro-Martín, una astrofísica española que tras una brillante carrera en Estados Unidos volvió a Madrid para contribuir con su trabajo al desarrollo de la ciencia y la investigación.
Regresó con una beca de 5 años como investigadora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pero después no consiguió un puesto de trabajo para desarrollar su actividad. En España no hay un empleo para Amaya, pero sí en Estados Unidos. La estadunidense Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por su sigla en inglés) llamó a su puerta en 2013 para ofrecerle trabajo en un importante proyecto.
Según su testimonio, antes de aceptar la oferta de la NASA, les dijo a sus jefes que no quería irse de España, pero ellos le recomendaron que “aprovechase la oportunidad” porque en su país “no tenía nada que hacer”.
Desde 2009, el gasto en Investigación y Desarrollo de España ha caído un 45.7 por ciento debido a los ajustes al presupuesto público; y la inversión en educación (becas a estudiantes universitarios y de posgrado incluidas) se ha reducido entre 2010 y 2014 en 7 mil 298 millones de euros, un 16.7 por ciento. “Que en plena crisis económica se deje de invertir en investigación y desarrollo y en educación es absolutamente suicida. España ha invertido mucho dinero en formar investigadores y ahora es dinero que se va a perder para siempre. Los países europeos que más invierten en este rubro, como Alemania, son los que tienen un mayor crecimiento del producto interno bruto”, indicaba Amaya antes de irse a Estados Unidos.
Es uno de los muchos absurdos causados por la crisis: se abre la puerta de salida a científicos y doctores en cuya formación se invirtieron muchos recursos, y otros países se aprovechan de ello. Y ya no sólo naciones como Estados Unidos, Alemania o Inglaterra, que tradicionalmente han mantenido políticas agresivas para atraer cerebros de países en desarrollo.
A través de su consulado en Madrid, Ecuador ha ofertado 5 mil empleos para que españoles con doctorado, maestría o licenciatura trabajen como profesores en universidades ecuatorianas a cambio de un salario de entre 2 mil y 5 mil dólares, además de ayudas para la vivienda, el transporte y la alimentación.
Ecuador o Colombia (el país del que huyó por amenazas de muerte) son algunos de los destinos que contempla Hugo para su futuro y el de su familia. Aún no ha decidido cuál. Lo que tiene claro es que España, en la actualidad, no es país para investigadores, académicos ni científicos.
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