Señor Presidente de la Asamblea General,
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno,
Excelencias,

Señoras y Señores:

Es un honor darles la bienvenida al Salón de la Asamblea General renovado.

Este gran Salón es el espacio dedicado a “nosotros los pueblos”. Ha sido restaurado, renovado y reinventado para el siglo XXI.

Les doy las gracias a todos por haberlo hecho posible.

El plan maestro de mejoras de infraestructura no fue un proyecto fácil. Pero ustedes, los Estados Miembros, lo adoptaron. Invirtieron en él. Ahora podemos ver sus excelentes resultados: un espacio muy moderno en el que trabajaremos de consuno para mejorar la situación actual del mundo.

[SE PROYECTA EL MONTAJE FOTOGRÁFICO DE LA INAUGURACION VIRTUAL – 39 segundos]

En nombre de todos los pueblos y todas las naciones, estoy orgulloso de declarar oficialmente este Salón de la Asamblea General abierto a las deliberaciones.

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Señor Presidente de la Asamblea General,
Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno,
Excelencias,

Señoras y Señores:

Todos los años en estas fechas, la esperanza llena este Salón: la esperanza plasmada en la Carta de las Naciones Unidas; las esperanzas de los dirigentes que hacen uso de la palabra en esta tribuna; las esperanzas de personas de todo el mundo que escuchan esas promesas.

Este año se ha ensombrecido el horizonte de esperanza. Unos actos atroces y la muerte de inocentes han apesadumbrado nuestros corazones. Los fantasmas de la Guerra Fría han vuelto a rondarnos. Hemos visto que gran parte de la Primavera Árabe ha desembocado en actos de violencia.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial nunca ha habido tantos desplazados, refugiados y solicitantes de asilo. Nunca antes se pidió a las Naciones Unidas que ayudaran a tantas personas proporcionándoles asistencia alimentaria de emergencia y otros suministros para salvar sus vidas.

La diplomacia está a la defensiva, socavada por quienes creen en la violencia.

La diversidad es atacada por extremistas que insisten en que su camino es el único camino. El desarme se considera un sueño distante, saboteado por quienes especulan con la guerra perpetua.

Parecería como si el mundo se viniera abajo, ya que aumentan las crisis y se propagan las enfermedades. Pero el liderazgo consiste precisamente en buscar las semillas de la esperanza y cultivarlas para cosechar algo más amplio. Este es nuestro deber. Esto es lo que les pido hoy.

Señoras y Señores:

Ha sido un año terrible para los principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. Los derechos humanos y el estado de derecho son objeto de ataques que van de las bombas en barril a las decapitaciones, de la muerte de la población civil por inanición provocada intencionalmente a los ataques contra hospitales, centros de acogida y convoyes de ayuda de las Naciones Unidas.

Después de la última tragedia en Gaza, las relaciones entre palestinos e israelíes parecen estar más polarizadas que antes. Si no logramos salvar la solución biestatal, las hostilidades serán permanentes.

La situación dentro y alrededor de Ucrania sigue siendo inestable.

En Sudán del Sur, la lucha por el poder político se ha cobrado la vida de miles de personas y ha expuesto a millones a la amenaza de hambrunas.

La República Centroafricana está fracturada y su población traumatizada.

Malí y el Sahel siguen sufriendo debido a la insurgencia, el terrorismo, el tráfico ilícito de drogas y la delincuencia organizada.

En Somalia, una coalición de Estados de África se enfrenta al grupo terrorista Al-Shabaab.

En Nigeria se intensifican los ataques asesinos de Boko Haram, con consecuencias espantosas para las mujeres y las niñas.

Señoras y Señores:

En el Iraq y en Siria, la barbarie aumenta cada día, con efectos devastadores en toda la región.

Como han dicho líderes musulmanes de todo el mundo, en las organizaciones terroristas que causan estragos en la región no hay nada islámico. Estos grupos extremistas son una clara amenaza a la paz y la seguridad internacionales que requiere una respuesta internacional polifacética.

Necesitamos adoptar medidas firmes para poner fin a los crímenes atroces y entablar un debate franco sobre qué fue lo que dio origen a esta amenaza. Los habitantes de la región se han visto forzados a caminar sobre los escombros filosos dejados por una mala gobernanza y malas decisiones que no respetaron el derecho internacional y los derechos humanos básicos.

La fragilidad de los Estados y las instituciones de todo el mundo nunca ha sido más evidente. Algunos han quedado extenuados por la corrupción; otros han aplicado políticas de exclusión que han empujado a las víctimas hacia la ira, la desesperación y la violencia. Los Estados deben cumplir su responsabilidad de gobernar, y de gobernar para toda la población.

Incluso donde no hay guerra abierta, la violencia afecta la vida de las personas. Los hombres se aprovechan de las mujeres en todo el mundo, de los campos de batalla a las calles, de los espacios públicos a la intimidad del hogar. Los migrantes deben hacer viajes cada vez más peligrosos — y se encuentran con puertas cerradas al llegar a sus destinos.

En muchos países considerados como modelos de integración se promueven las políticas divisivas. Las personas ven muy bien los prejuicios de los demás, pero menos los suyos propios. Las tendencias que unen a las personas —las comunicaciones instantáneas, el libre comercio y la facilidad de viajar— también están siendo explotadas por fuerzas que las mantienen separadas.

Se ha encendido la luz que indica “Abróchense los cinturones” en el mundo. La turbulencia está poniendo a prueba el sistema multilateral, las instituciones nacionales y la vida de las personas.

Los derechos humanos son la piedra angular de nuestra respuesta. La iniciativa “Los Derechos Primero” tiene por objeto poner los derechos humanos en el centro de nuestra reflexión y nuestros esfuerzos sobre el terreno. La protección de casi 100.000 personas en las bases de las Naciones Unidas en todo Sudán del Sur ha sido uno de los primeros hitos de este nuevo enfoque.

Es necesario sensibilizar también a la comunidad internacional acerca de la importancia de los derechos humanos como mecanismo de alerta temprana. Insto a los Estados Miembros a que cumplan sus responsabilidades para con sus poblaciones. Los Estados también deben estar dispuestos a debatir sus propias vulnerabilidades. Recordemos que la Declaración Universal de Derechos Humanos no solo proclama un conjunto de libertades sino que también advierte que las personas no permanecerán impasibles si no se las protege.

Tenemos que hacer mucho más para prever los problemas y alcanzar pronto un consenso político.

A fin de afrontar con mayor eficacia los desafíos que tenemos ante nosotros, he pedido que se examinen las operaciones de paz de las Naciones Unidas y durante las próximas semanas designaré a un grupo de examen de alto nivel.

La unidad del Consejo de Seguridad es fundamental. Cuando el Consejo actúa unido obtiene resultados: la eliminación del programa de armas químicas de la República Árabe Siria; un acuerdo sobre una operación de mantenimiento de la paz para la República Centroafricana; un apoyo puntual al marco de paz en la región de los Grandes Lagos de África.

En cambio, la continua falta de unidad con respecto a la República Árabe Siria ha ocasionado graves sufrimientos humanos y una pérdida de credibilidad para el Consejo y nuestra institución.

La Asamblea General también debe asumir sus responsabilidades y desempeñar el papel que le corresponde.

Señoras y Señores:

No debemos dejar que el humo de los incendios de hoy nos impida ver retos y oportunidades a más largo plazo.

Puede ser difícil dislumbrar el futuro con esperanza, pero hay esperanza. En las clínicas, las aulas y otros lugares alejados del centro de atención, el programa de desarrollo está haciendo notables progresos.

La pobreza mundial, la mortalidad infantil y la mortalidad materna se han reducido a la mitad. Queda mucho por hacer, pero estos y otros logros demuestran el poder de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y lo que podemos conseguir cuando trabajamos juntos.

Hoy se celebra una conversación mundial ejemplar sobre una agenda para los próximos 15 años.

A principios de este mes, los pequeños Estados insulares en desarrollo unieron sus voces al aprobar la Trayectoria de Samoa, un plan ambicioso para hacer frente a sus vulnerabilidades especiales.

Hace dos días escuchamos en este Salón los llamamientos de los pueblos indígenas del mundo para que se ponga fin a la marginación.

Ese mismo día, los dirigentes mundiales reafirmaron la importancia de continuar aplicando el innovador consenso de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo, celebrada en El Cairo.

La conversación sobre el futuro que queremos ha sido uno de los esfuerzos más inclusivos en la historia de las Naciones Unidas. Más de cinco millones de personas han votado en la encuesta “Mi Mundo”. Aliento a otros millones de personas a conectarse y a dar su opinión.

Lo que está surgiendo de nuestro diálogo es una visión excepcional: una agenda universal, aplicable a todos los países; y una determinación no de reducir sino de erradicar la pobreza extrema y el hambre, y encauzar a todos los países y comunidades hacia el camino de un desarrollo verdaderamente sostenible.

El Grupo de Trabajo Abierto de la Asamblea General ha presentado un conjunto de objetivos de desarrollo sostenible que nos ayudará a completar la labor de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, superar las desigualdades, proteger el planeta y construir el futuro que queremos. A fin de año, a petición suya, presentaré un informe de síntesis que establecerá un marco adecuado para que los Estados Miembros inicien sus negociaciones.

Señoras y Señores:

Nuestro objetivo es la transformación. No se me ocurre nada mejor que comenzar abriendo puertas y derrumbando la barrera invisible que detiene a las mujeres y las niñas. Los estereotipos siguen estando profundamente arraigados. En cualquier crisis —desde la pobreza hasta los casos de desastre, las enfermedades y el analfabetismo— puede verse que quienes más sufren son las mujeres y las niñas. No podemos aprovechar el 100% del potencial del mundo si se excluye al 50% de su población.

La lucha contra el cambio climático es un elemento integral de todas nuestras esperanzas. Hace tres días, en las calles de nuestra ciudad anfitriona, me sumé a cientos de miles de personas en una marcha por un futuro más verde y con menos contaminación. Esas personas transmitieron un poderoso mensaje — de impaciencia, pero también de oportunidad.

La Cumbre sobre el Clima celebrada ayer fue un acontecimiento histórico. Se reunieron representantes de países, representantes de instituciones financieras, directores generales de empresas y ciudadanos. Algunas coaliciones de múltiples interesados tomaron unas medidas sin precedentes para reducir las emisiones, aumentar la resiliencia y financiar la transformación de nuestras economías y sociedades. Debemos convertir este impulso en un acuerdo significativo y universal sobre el clima en Lima en diciembre de este año y en París el año próximo. Como decía una de las pancartas de la marcha, tenemos el deber de “hacer lo que hay que hacer”.

La financiación es crucial para la credibilidad de las actividades sobre el clima y los esfuerzos en pro del desarrollo después de 2015. Ahora es el momento de responder debidamente a las necesidades mundiales con la riqueza mundial. Es necesario utilizar todo tipo de recursos, públicos y privados, nacionales e internacionales. Cuando los presupuestos se recortan hasta tocar fondo, las personas sufren. Cuando los recursos se destinan a desarrollar armas cada vez más sofisticadas, en lugar de desarrollar un potencial humano cada vez mayor, todos estamos menos seguros.

El liderazgo consiste también en establecer prioridades claras, adoptar políticas apropiadas e invertir para beneficiar a las personas. Los próximos 15 meses serán un período decisivo para la prosperidad y la estabilidad mundiales. Los insto a seguir teniendo grandes ambiciones.

Señoras y Señores:

El brote de ébola en África Occidental es una crisis sin precedentes. Esta es la razón por la que he establecido una operación sanitaria también sin precedentes, la Misión de las Naciones Unidas para la Respuesta de Emergencia al Ébola, para movilizar todos los recursos necesarios para reforzar la labor que están llevando a cabo las comunidades y los países afectados.

Esa misión combina los conocimientos especializados de la Organización Mundial de la Salud con la capacidad logística de las Naciones Unidas. Su personal llegó a Ghana hace dos días para establecer el cuartel general de la Misión. La comunidad internacional está aunando sus esfuerzos para prestar ayuda a los trabajadores sanitarios locales.

Ahora necesitamos aumentar veinte veces la atención y la localización, los medios de transporte y el equipo. La seguridad alimentaria es una preocupación cada vez mayor, ya que los precios de los alimentos han subido y los sistemas alimentarios podrían derrumbarse.

También debemos luchar contra el virus del miedo y la información errónea. La prohibición de los viajes o los transportes no impide que el ébola se propague, impide la entrada de personal médico y suministros a los lugares afectados. Debemos aislar a las personas infectadas por el virus del Ébola, no a las naciones que luchan para combatirlo.

Con liderazgo y solidaridad podemos ayudar a la población de Guinea, Liberia y Sierra Leona a acabar con este brote y retomar la senda hacia un futuro mejor.

Señoras y Señores:

El mundo conmemoró recientemente el centenario del estallido de la Primera Guerra mundial. Al igual que muchos conflictos, esa guerra se debió no tanto a un gran proyecto sino a una mala respuesta a problemas pequeños.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la fundación de las Naciones Unidas fue una hazaña de la voluntad mundial. Los planificadores de la posguerra actuaron no solo motivados por la idea de “nunca más”, sino también por una visión de lo que podría ser el mundo al “unir nuestras fuerzas”.

Hoy, nos enfrentamos a una profusión de desafíos cada vez mayores. Las personas reclaman medidas de protección contra la codicia y la desigualdad. Las Naciones Unidas deben responder a ese llamamiento.

Ha transcurrido un siglo desde la Primera Guerra Mundial, y tenemos 70 años de experiencia con las Naciones Unidas. A pesar de ello, el mundo todavía no goza de la paz que podría o debería gozar.

Hoy nos enfrentamos a muchas más crisis provocadas por el hombre que a desastres naturales. Quizás no controlamos a la Madre Naturaleza, pero ¿quién si no nosotros es responsable de asegurar la paz y la justicia en nuestro mundo actual?

Guerra. Pobreza. Ignorancia. Las crisis provocadas por personas deben ser resueltas por personas.

Creo que aún no podemos sentirnos cómodos con el mundo que nuestra generación deja a nuestros hijos.

Sin embargo, tengo esperanzas. Las cifro en nuestra Carta, nuestra guía imperecedera en tiempos de grandes desafíos y cambios.

Me siento constantemente inspirado por el personal de la Organización, el personal de mantenimiento de la paz, los trabajadores humanitarios, los defensores de los derechos humanos y otras personas que dan vida a este documento.

De la misma manera que hemos renovado este gran Salón para una nueva era, espero que ustedes renueven el liderazgo y restablezcan una visión común. Podemos hacer frente a cualquier reto — y lo haremos, como naciones unidas.