Estimados señores y señoras,
El señor Wolfgang Ischinger incluyó en la agenda el asunto del ‘colapso del orden internacional’. Es imposible no ver que el desarrollo de los acontecimientos a día de hoy no infunde optimismo. No se pueden aceptar los argumentos de varios colegas nuestros de que se produjo un colapso brusco e inesperado de un orden mundial que existía durante décadas.
Se puede más bien hacer constar lo contrario: los acontecimientos del último año confirmaron que teníamos razón, al advertir que existen profundos problemas estructurales en la organización de la seguridad europea y en las relaciones internacionales en general. Quisiera recordar el discurso pronunciado desde esta tribuna por el presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, hace ocho años.
La estructura de la estabilidad basada en la Carta de la ONU y los principios del Acta Final de Helsinki fue socavada hace mucho por las acciones de EEUU y sus aliados en Yugoslavia, destruida por los bombardeos; en Irak y Libia; por la expansión de la OTAN hacia el Este y por la creación de nuevas líneas divisorias. El proyecto de construcción de una ‘casa común europea’ fracasó, porque nuestros socios occidentales no se guiaban por la idea de crear una arquitectura abierta de seguridad y respeto de los intereses mutuos, sino por ilusiones y convicciones de los triunfadores de la Guerra Fría. Los compromisos asumidos solemnemente en el marco de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Consejo Rusia-OTAN de no garantizar la propia seguridad a costa de la seguridad de otros quedaron en el papel y, de hecho, fueron ignorados.
El problema del escudo antimisiles pone de relieve la influencia destructiva que tiene dar pasos unilaterales en el ámbito de las Fuerzas Armadas, decisiones que contradicen a los intereses legítimos de otros Estados. Nuestras propuestas de cooperar en la creación del sistema de defensa antimisiles fueron rechazadas. En cambio, nos aconsejaron adherirnos al desarrollo del escudo antimisiles global de EEUU que se realiza estrictamente según el diseño de Washington y que, según destacamos en reiteradas ocasiones y explicamos con ejemplos, representa una amenaza real para las fuerzas de disuasión nuclear de Rusia.
Cualquier acción que socave la estabilidad estratégica conlleva inevitablemente la aplicación de medidas de respuesta. Esto tendrá un efecto negativo a largo plazo sobre todo el sistema de tratados internacionales en el ámbito de control de armamentos, cuya viabilidad está directamente vinculada con el factor del escudo antimisiles.
Ni siquiera entendemos la obsesión estadounidense de crear el sistema de defensa antimisiles global. ¿Con la aspiración a lograr la supremacía militar indiscutible? ¿Con la esperanza de resolver tecnológicamente problemas que, de hecho, son políticos? En todo caso, las amenazas de misiles no se redujeron, pero en el espacio euroatlántico surgió un aspecto irritante del cual tardaremos tiempo en liberarnos. Estamos preparados para esto. Otro factor desestabilizador fue la renuncia de EEUU y otros miembros de la OTAN a ratificar el Acuerdo de Adaptación del Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa, lo que sepultó este documento.
Mientras, nuestros colegas estadounidenses tratan de echar la culpa a Rusia en cada situación complicada que ellos mismos crean. Recordemos debates sobre el Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Más Corto que se han intensificado últimamente. Los expertos saben muy bien que las acciones de EEUU contradicen este documento. Por ejemplo, en el marco de la creación del escudo antimisiles global, Washington lanzó un amplio programa de desarrollo de misiles blanco con características iguales o similares a los misiles balísticos terrestres prohibidos por el Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Más Corto. Los cazas no tripulados empleados ampliamente por EEUU corresponden a la definición de misiles alados de alcance medio con base en tierra que figura en el tratado. Las lanzaderas de misiles antiaéreos que estarán desplegadas próximamente en Rumanía y Polonia están prohibidas directamente por el tratado, porque se puede usarlas también para lanzar misiles alados de alcance medio.
A la vez que no reconocen estos hechos, los socios estadounidenses afirman que tienen argumentos fundados en contra de Rusia respecto al cumplimiento del Tratado sobre Misiles de Alcance Medio y Corto, pero evitan concretarlos.
Teniendo en cuenta estos y muchos otros elementos, consideramos que el intento de comparar la crisis actual con los acontecimientos que tuvieron lugar el año pasado es una ilusión peligrosa.
Es la culminación del rumbo aplicado durante los últimos 25 años del siglo pasado por nuestros colegas occidentales hacia el mantenimiento de su dominio mundial con cualquier medio, hacia la toma del espacio geopolítico en Europa. Se exigió a los países de la CEI (Comunidad de Estados Independientes), nuestros vecinos más próximos y con los que tenemos vínculos económicos, humanitarios, históricos, culturales e incluso familiares desde hace siglos, hacer una elección: estar con Occidente o contra Occidente. Es una lógica que no tiene resultado.
No pasó la prueba de resistencia la cooperación estratégica de Rusia y la UE, que prefirió la confrontación al desarrollo de mecanismos de cooperación mutuamente ventajosa. Recordemos la oportunidad perdida de realizar la iniciativa promovida en junio de 2010 en el Palacio de Meseberg por la canciller Angela Merkel de crear un comité Rusia-UE para asuntos de política exterior y seguridad a nivel de ministros de Asuntos Exteriores. Rusia apoyó esta idea, pero la Unión Europea la rechazó. Mientras, tal mecanismo del diálogo permanente (si éste fuese creado) permitiría resolver problemas de manera más operativa y eficaz, así como eliminar las preocupaciones comunes de antemano.
En cuanto a la propia Ucrania, desgraciadamente en cada etapa de la crisis nuestros colegas estadounidenses -y la Unión Europea, que está bajo su influencia- dieron pasos para agudizarla. Así sucedió cuando la UE renunció a discutir con Rusia las consecuencias de poner en vigor la parte económica del acuerdo de asociación con Ucrania. Posteriormente, apoyó el golpe de Estado y los disturbios antigubernamentales que lo precedieron. Así fue también cuando los socios occidentales disculparon a las autoridades de Kiev, que, en vez de cumplir los compromisos de iniciar un diálogo nacional, lanzaron una operación militar de envergadura, al declarar como ‘terroristas’ a sus ciudadanos que no estaban de acuerdo con un cambio de poder inconstitucional y con los desmanes de los ultranacionalistas.
No podemos entender por qué razón en la conciencia de muchos colegas nuestros no se aplican a Ucrania los principios universales del arreglo de conflictos locales, que prevén, ante todo, un diálogo político inclusivo entre los protagonistas. ¿Por qué en los casos, por ejemplo, de Afganistán, Libia, Irak, Yemen, Malí, Sudán del Sur nuestros socios exhortan a los gobiernos a buscar fórmulas de compromiso con la oposición, con los rebeldes, hasta con extremistas en varias ocasiones, pero actúan de modo contrario en relación a la crisis de Ucrania, dando cuerda a la operación militar de Kiev hasta justificar o intentar justificar el empleo de bombas de racimo.
Desgraciadamente, nuestros colegas occidentales prefieren hacer la vista gorda ante lo que declaran o hacen sus autoridades de Kiev, incluida la exacerbación de los ánimos xenófobos. Me permitiré a citar lo siguiente: “El nacionalismo social ucraniano considera que la nación ucraniana es una comunidad cimentada por lazos étnicos y sanguíneos”. Y más: “El problema de la ucrainización total en el futuro Estado social nacionalista estará resuelto dentro de tres o seis meses mediante la aplicación de una política rígida y sopesada”. El autor de estas declaraciones es un diputado de la Rada Suprema de Ucrania, Andréi Biletski, comandante del regimiento Azov que participa activamente en los combates en Donbás. Otros activistas de Ucrania que penetraron en la política y órganos del poder (incluido Dmitri Yárosh, Oleg Tiagnibok; y el líder del Partido Radical representado en la Rada Suprema, Oleg Liasko) se pronuncian también por la limpieza étnica de Ucrania, por aniquilar a los rusos y judíos. Estas declaraciones no suscitan ninguna reacción en las capitales de Occidente. No creo que la Europa de hoy pueda permitirse ignorar el peligro de propagación del virus del neonazismo.
La crisis de Ucrania no puede arreglarse por medio de la fuerza militar. Esto se confirmó el verano pasado, cuando la situación en el teatro de operaciones obligó a firmar los acuerdos de Minsk. Esto se confirma ahora, cuando un nuevo intento de alcanzar el triunfo militar está a punto de fracasar. Pero a pesar de esto, en varios países occidentales cada vez se hacen más fuertes las voces que llaman a reforzar el apoyo a el rumbo de las autoridades de Kiev hacia la militarización de la sociedad y del Estado, llenar a Ucrania de armas letales e involucrarla en la OTAN. Inspira esperanza ver que crece en Europa la oposición a tales planes, que tan sólo pueden agravar la tragedia del pueblo ucraniano.
Rusia continuará luchando por el establecimiento de la paz. Nos pronunciamos de una manera consecutiva por poner fin a los combates, retirar el armamento pesado, iniciar las negociaciones directas de Kiev con Donetsk y Lugansk sobre las vías concretas para restablecer el espacio común económico, social y político, en el marco de la integridad territorial de Ucrania. Estos objetivos los perseguían las numerosas iniciativas de Vladímir Putin en el formato de Normandía, que dieron la posibilidad de iniciar el proceso en Minsk. Hay que emprender esfuerzos para desarrollarlo, incluidas las negociaciones que sostuvieron ayer en el Kremlin los líderes de Rusia, Alemania y Francia. Según saben ustedes, estas negociaciones continuarán. Consideramos que existen todas las posibilidades de alcanzar resultados y acordar recomendaciones que permitan a las partes deshacer este nudo del conflicto.
Es importante que todos se den cuenta de las dimensiones reales de los riesgos. Es tiempo de librarse de la costumbre de analizar cada problema por separado, mirando el árbol sin ver el bosque. Es tiempo de hacer una evaluación integral de la situación. El mundo vive hoy en un período de cambios bruscos vinculado con el cambio de épocas históricas. Los dolores de parto del nuevo orden mundial se manifiestan a través del crecimiento de la conflictividad en las relaciones internacionales. Si, en vez de una visión global estratégica, las decisiones coyunturales de los políticos preocupados por los resultados de las próximas elecciones quedan en primer plano, surgirá el peligro de perder el control sobre las riendas del poder global.
Quisiera recordar que en la etapa inicial del conflicto sirio, muchos en Occidente exhortaban a no exagerar la amenaza del extremismo y el terrorismo, asegurando que ésta se desvanecería de un u otro modo posteriormente, insistiendo en que lo más importante era lograr el cambio del régimen en Damasco. Ahora vemos el resultado. Extensos territorios en Oriente Próximo, África y la región afgano-pakistaní quedan fuera de control de las autoridades legítimas. El extremismo se extiende a otras regiones, incluida Europa. Se agudizan los riesgos de la proliferación de armas de destrucción masiva. Se vuelve explosiva la situación en Oriente Próximo, en otras zonas de conflictos regionales. No se ha elaborado todavía una estrategia conveniente para contener tales desafíos.
Quisiéramos esperar que las discusiones que tendrán lugar hoy y mañana en Múnich nos aproximen al entendimiento del nivel en el que están los esfuerzos para buscar respuestas colectivas a las amenazas comunes. Si queremos lograr un resultado eficaz, las negociaciones han de ser sólo equitativas, sin emplazamientos y amenazas.
Seguimos estando convencidos de que sería mucho más fácil resolver toda la gama de problemas si los mayores actores acordasen los puntos de referencia estratégicos de sus relaciones. Hace poco, la respetable secretaria de la Academia francesa, Hélène Carrère d’Encausse dijo que “una verdadera Europa no puede existir sin Rusia”. Quisiéramos saber si nuestros socios comparten esta opinión o están dispuestos a seguir el rumbo hacia profundizar la escisión del espacio europeo común y contraponer sus fragmentos. ¿Quieren crear la arquitectura de la seguridad con Rusia o contra Rusia? Es evidente que nuestros socios estadounidenses deben responder a esta pregunta también.
Desde hace mucho proponemos iniciar la construcción de un espacio económico y humanitario común desde Lisboa hasta Vladivostok que esté basado en principios de la seguridad igual e indivisible y que incluya tanto a los miembros de uniones supranacionales como a los países que no forman parte de tales. Una importancia especial tiene la creación de mecanismos seguros de cooperación de la Unión Económica Euroasiática y la UE. Saludamos el apoyo posible de esta idea por parte de los líderes europeos responsables.
En el año en el que se celebra el 40º aniversario del Acta Final de Helsinki y el 25º aniversario de la Carta de París, Rusia se pronuncia por dar vida a estos documentos, no permitir que sean sustituidos los principios establecidos en estos documentos, asegurar la estabilidad y la prosperidad en todo el espacio euroatlántico en base de una verdadera igualdad de derechos, respeto mutuo y toma en consideración de los intereses mutuos. Deseamos éxito al ‘grupo de sabios’ formado en el marco de la OSCE que debe llegar a un acuerdo en forma de recomendaciones.
Al celebrar el 70º aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, cabe recordar la responsabilidad que tenemos todos.
¡Gracias por su atención!
Pregunta: Comprendo los problemas de Rusia en las relaciones con EEUU que usted acaba de mencionar: el Tratado de las Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) y el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM). Cabe señalar, a propósito, que Rusia, según el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), iguala los vehículos aéreos no tripulados a los misiles de crucero y, además, el presidente Obama redujo notablemente los planes de instalar el escudo antimisiles en Europa. En cualquier caso, si Rusia tiene problemas con EEUU ¿por qué es Ucrania la que debe pagar por ello? Me refiero a la anexión de Crimea y los intentos de dividir Ucrania. ¿Qué han hecho los pobres ucranianos para que les castiguen por los pecados estadounidenses?
Serguéi Lavrov: Ya me he dado cuenta de que usted, desde luego, tiene una conciencia perversa. No confundamos las cosas. Ahora hay quien piensa: “Basta con arreglar la crisis ucraniana y el sistema de seguridad y estabilidad empezará a funcionar por sí solo”. Todo lo contrario. Sí, es necesario arreglar la crisis, es una prioridad absoluta, pero no podemos cerrar los ojos ante el hecho de que los acuerdos conseguidos al término de la Guerra Fría no se cumplen. No queremos vengarnos de nadie, y menos a costa ajena. Queremos mantener unas relaciones normales con EEUU. No fuimos nosotros los que destruimos los complicados mecanismos creados en los últimos años para garantizar el contacto permanente y resolver las preocupaciones de las partes. No fuimos nosotros los que abandonamos el tratado ABM. Tampoco fuimos nosotros los que nos negamos a ratificar el tratado adaptado FACE. Ahora tenemos que recoger los pedazos de lo que nos queda, volver a ratificar, quizás, la Declaración de Helsinki y ponernos de acuerdo sobre un nuevo sistema de seguridad, cómodo para todos, incluidos Ucrania, Georgia, Moldavia y otros países a los que EEUU pone ante la alternativa: tomar rumbo hacia Occidente y cooperar menos con Rusia. Y es la pura verdad.
Me consta que los embajadores estadounidenses en todo el mundo reciben tales instrucciones. He escuchado al señor [Alexander] Vershbow, quien en una reciente entrevista calificó a la OTAN como “el bloque más pacífico del mundo” y “la esperanza de la estabilidad y seguridad europea”. ¿Y quiénes bombardearon Yugoslavia y Libia haciendo caso omiso de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU? Los resultados de las acciones unilaterales se están viendo ahora en Oriente Próximo. Abogamos por que la OTAN, en lugar de una alianza ejemplar, como la quieren presentar, sea una de las partes del diálogo equitativo destinado a garantizar la estabilidad ¿Hay algo malo en ello? Todos quieren que reconozcamos la inferioridad del resto del mundo con respecto a EEUU y la OTAN. No creo que esto sea bueno para la estabilidad global.
En cuanto al estallido de la crisis ucraniana, el presidente de EEUU, Barack Obama, recientemente reconoció que EEUU había negociado un acuerdo de transición de poder en Ucrania. Suena muy discreto pero sabemos perfectamente cómo fue, cómo se discutió por teléfono qué personas debían entrar en el Gobierno ucraniano y cuáles no, y muchas otras cosas. Sabemos lo que está pasando ahora, quienes estuvieron monitorizando, día a día, lo que ocurría en Maidán. Allí no estuvieron presentes nuestros asesores militares ni los expertos.
Nuestro deseo es que el pueblo ucraniano recupere la unidad nacional pero esto deberá hacerse sobre la base de un verdadero diálogo nacional. Cuando las autoridades de Kiev toman la decisión de declarar como fiesta nacional las fechas de nacimiento de Bandera o Shujévich o el día de la creación del Ejército Insurgente Ucraniano, surge la pregunta: ¿Cómo pueden celebrar estas fiestas los habitantes del este ucraniano? Imposible. Entretanto, en el occidente del país ya no quieren celebrar el Día de la Victoria en la Segunda Guerra Mundial. Dejando aparte muchas otras particularidades de la sociedad ucraniana, sólo esto ya requiere soluciones políticas.
Por lo visto aquí muchos se sienten incomodados al hablar sobre ciertos temas. Por ejemplo, sobre una movilización en Ucrania que se está llevando a cabo pero tropieza con graves obstáculos. Los representantes de las minorías húngara y rumana se ven afectados por la aplicación de “discriminación positiva”, ya que son reclutados en mayores proporciones que los ucranianos étnicos. ¿Por qué no hablamos de esto? O de que en Ucrania, además de los rusos y los ucranianos, viven representantes de otras etnias que, por las veleidades de la suerte, se asentaron en este país y quieren seguir viviendo en él. ¿Por qué no hablamos de la necesidad de garantizar sus derechos y tomar en cuenta sus intereses? En vísperas de las elecciones a la Rada Suprema (Parlamento ucraniano) la minoría húngara pidió que se revisaran las fronteras de los distritos electorales para asegurarse su propio representante en el Parlamento. Pero las fronteras fueron trazadas de tal manera que ningún húngaro étnico pudo ser elegido. Todo esto revela que hay mucho de que hablar. Existen problemas reales que impiden al Estado ucraniano salir de la grave crisis actual, pero estos problemas se callan en Occidente. Conversé con muchos, también de los que están aquí, sobre la adopción de la ley de lustración. Cara a cara me contestaban que es una ley bárbara que tiene que ser derogada urgentemente. Yo preguntaba por qué de esto no se habla públicamente y me respondían que en estos momentos se piensa que hay que apoyar a las autoridades ucranianas, no criticarlas. Así las cosas, ¿de qué podemos hablar?
Confío en que los esfuerzos empleados por los presidentes de Francia, Rusia y la canciller alemana den resultado, que será apoyado por las partes del conflicto y permitirá calmar la situación mediante el diálogo nacional sobre las vías de solución de todos los problemas: sociales, económicos y políticos.
Pregunta: Volviendo a los resultados de las recientes negociaciones en Moscú y Kiev, la buena noticia es que los Acuerdos de Minsk se mantienen en el orden del día, y la mala es que no todos los que firmaron estos acuerdos están dispuestos a cumplirlos. Me refiero a los representantes de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, que realizan acciones ofensivas. La Federación de Rusia también firmó los Acuerdos de Minsk. Ahora se ven los intentos de revisar la línea de separación. Rusia no ejerce influencia sobre las milicias aunque reconoció que podía hacerlo. ¿Tienen la intención de materializar realmente los Acuerdos de Minsk? ¿Qué garantías de la realización de los doce puntos de los Acuerdos de Minsk y de la presión sobre Donetsk y Lugansk puede dar usted como ministro de Asuntos Exteriores de la Federación de Rusia?
Serguéi Lavrov: En cuanto los principales participantes del proceso de Minsk (las autoridades ucranianas y los representantes de las repúblicas proclamadas de Donetsk y Lugansk) lleguen a un acuerdo sobre los aspectos prácticos del cumplimiento de cada uno de los puntos de los Acuerdos de Minsk, estoy convencido de que Rusia estará entre los que darán estas garantías sea en la OSCE, sea en el Consejo de Seguridad de la ONU. Estoy seguro de que Alemania, Francia y otros países también estarán dispuestos a conceder tales garantías. Pero se puede dar garantías a algo que ya está hecho. Primero las partes confrontadas tienen que ponerse de acuerdo. Es inútil esperar a que los milicianos obedezcan sin más. Se trata de su tierra, en la que viven y por la que luchan. A los que dicen que no podrían ellos solos conseguir la superioridad combativa respondería que sí, porque luchan por una causa justa. Mientras los soldados ucranianos no comprenden por qué les mandan a la guerra. Repito, las partes enfrentadas tienen que ponerse de acuerdo entre ellas.
En una ocasión la Administración de EEUU fue criticada por mantener contactos intensos con los talibanes a través de Doha (Qatar). La Administración respondió a la crítica: “Sí, son enemigos, pero con los amigos no se negocia. Se negocia con los enemigos”. Incluso si las autoridades ucranianas considera enemigos a sus ciudadanos, tendrán que negociar con ellos. Nuestros colegas ucranianos no deberían confiar en que el apoyo impulsivo que reciben desde fuera solucione todos sus problemas. Este apoyo, que carece de análisis crítico, hace a muchos perder la cabeza. Como la perdió en 2008 el presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili. Todos sabemos en qué terminó la cosa.
Pregunta: Soy miembro de la organización llamada Red Europea de Liderazgo. La integran representantes de Rusia, EEUU y países de Europa. Recientemente realizamos un estudio sobre las violaciones del espacio aéreo nacional. Si nuestra prioridad es estabilizar la situación en el este de Ucrania y conseguir el alto el fuego ¿no cree que lo siguiente debería ser ponernos de acuerdo o, al menos, acabar con la total desconfianza y elaborar un esquema que permita a Rusia, la OTAN, Europa y EEUU evitar los peligrosos encontronazos militares? No queremos que sucedan. ¿Por qué no pensar seriamente en elaborar un esquema que nos dé seguridad de que nuestros aviones y buques de guerra no se acercan tanto como fue durante las últimas semanas.
Hace unas semanas un avión comercial procedente de Copenhague con destino a Varsovia estuvo a punto de chocar con una aeronave rusa que se encontraba en el espacio aéreo internacional y no había transmitido su posición, tenía los transponedores apagados. Ningún país europeo miembro de la OTAN lo hubiera hecho con respecto a Rusia. ¿Por qué los aviones militares de Rusia realizan vuelos en el espacio aéreo internacional con los transponedores apagados, lo cual los hace prácticamente invisibles? Es como si un enorme camión negro circulara de noche por las calles de la ciudad con todas las luces apagadas. ¿Por qué sucede? ¿Cuándo dejará de suceder?
Serguéi Lavrov: Hasta hace poco contábamos con una amplia red de mecanismos bilaterales entre Rusia y la OTAN en el marco del Consejo Rusia-OTAN, donde los militares se comunicaban a diario, donde se organizaban encuentros de expertos, se desarrollaban proyectos conjuntos en materia de lucha antiterrorista, el proyecto colectivo para desarrollar el detector de explosivos Standex y otros.
Estaba, por ejemplo, el proyecto de formación de los especialistas militares afganos y de suministro de helicópteros a las fuerzas de seguridad de Afganistán y la iniciativa conjunta de seguridad del espacio aéreo (Common Airspace Initiative). Ahora todo esto está congelado, mientras que en el marco de dichos mecanismos sí se podría llegar a un acuerdo para evitar las actividades militares peligrosas.
En cuanto a la intensidad de los vuelos de la aviación militar, contamos con los datos que indican que tal intensidad aumentó de forma abrumadoramante mayor por parte de los países de la OTAN. A finales de enero de este año nuestro representante permanente en la OTAN, Alexandr Grushkó, se reunió con el secretario general, Jens Stoltenberg, para tratar este asunto y le entregó nuestra lista de datos estadísticos. Estamos abiertos a recuperar los mecanismos de cooperación pero, de momento, están congelados. Queda solo el consejo de los representantes permanentes (Consejo de Embajadores) que se reúne con poca frecuencia. El resto está cerrado.
Es más, parece que nuestros colegas de la OTAN quieren reducir la presencia física de los diplomáticos rusos en la representación permanente de Rusia. Nos restringen el acceso a la sede de la Alianza donde tenemos nuestra oficina. Seguramente esto contribuya a aumentar los malentendidos entre todos nosotros.
Pregunta: Usted ha dicho que quiere definir los principios generales de la seguridad europea. Me temo que los principios de la UE se basan en la autodeterminación y no se ajustan a los rusos. Usted cree en las zonas de influencia, como dijo James Cannon hace unos 60 años, muchos vecinos rusos tienen que elegir entre ser enemigos o Estados satélites. Dada esta incompatibilidad de nuestros valores ¿qué normas generales son posibles? Hace cinco años Dmitri Medvédev propuso un nuevo concepto de la arquitectura europea de seguridad. No funcionó porque Rusia ejerce una fuerte influencia sobre sus vecinos. ¿Ve usted alguna solución del problema? ¿Es posible reconciliar los enfoques ruso y europeo de la seguridad en Europa?
Serguéi Lavrov: No me habrá escuchado con atención. No se trata de elaborar nuevos principios de la seguridad. He dicho que es necesario reafirmar los principios fijados en el Acta Final de Helsinki, la Carta de París, en los documentos de la Unión de las Repúblicas proclamadas de Donetsk y Lugansk (URP), pero esta vez hacerlo de manera honesta. Y, lo más importante, es darles forma vinculante.
El Tratado de Seguridad Europea mencionado por usted tampoco proponía nada nuevo. Proponía fijar de forma jurídicamente vinculante el principio de la indivisibilidad de la seguridad proclamado en el marco de la OSCE y la URP. Nuestros colegas de la OTAN respondieron que las garantías jurídicas de la seguridad eran una exclusiva de la Alianza para atraer a más miembros. ¿Por qué habríamos de renunciar a una seguridad igual para todos? Y menos, cuando los líderes de los países de Europa Atlántica y de la OSCE proclamaron este principio y asumieron la responsabilidad de cumplir con él. Pero resulta que la OTAN pretende conseguir que la seguridad no sea igual para todos. Como escribía George Orwell, que algunos sean “más iguales que otros”.
Usted ha citado a James Cannon. Puedo responderle con otra frase suya de que la Guerra Fría fue un error colosal cometido por Occidente.
No hace falta inventar nada nuevo. Hay que sentarse en la mesa de negociaciones y reafirmar los principios proclamados hace un par de decenios. Y luego cumplirlos honestamente.
Pregunta: Estoy de acuerdo con Usted en que en los últimos 25 años nuestras relaciones con Rusia no fueron perfectas, hubo muchas discrepancias. Estábamos a punto de firmar un acuerdo de asociación destinado a modernizar la economía rusa, y es sólo un ejemplo. Creo que en Europa hemos conseguido crear un esquema que garantiza la integridad territorial y la soberanía de los Estados. Ambos principios fueron violados y debemos reconocer que Rusia ahora es una de las partes confrontadas en Ucrania. Podremos superar esta crisis sólo si analizamos correctamente la situación interna de este país. Su análisis de la situación en Ucrania es inadmisible.
Existía un acuerdo con Víktor Yanukóvich respaldado por la mayoría parlamentaria. Se llevaron a cabo elecciones, en las que el 80% de los ciudadanos votaron por el acercamiento a Europa. Los nacionalistas, comunistas y fascistas obtuvieron entre el 2% y el 3% de los votos. Esta es la situación real de la que debemos partir. En el siglo XXI no puede haber razones para violar los principios de soberanía y la integridad territorial fijados en Helsinki. El principio de soberanía consiste en que cada nación, también Ucrania, tiene derecho a decidir, de manera independiente, con qué país va a firmar acuerdos comerciales. Si el Estado vecino intenta controlar estas decisiones, es el regreso a la política obsoleta y la violación del principio de soberanía, que se está dando en Ucrania.
Serguéi Lavrov: Estoy seguro de que su intervención tendrá mucho éxito en la televisión.
Existen unas normas internacionales que, realmente, a veces son tratadas de forma diferente, de manera opuesta. Lo que sucedió en Crimea está previsto por el Estatuto de la ONU y se llama la autodeterminación. Este derecho, el derecho de las naciones a la autodeterminación es el principio crucial entre los que fija el documento. Lea el Estatuto. La integridad territorial y la soberanía deben ser respetadas. La Asamblea General de la ONU aprobó la declaración que describe los principios clave del derecho internacional y reafirma: el respeto total a la soberanía y la integridad internacional es inquebrantable y los países que quieran que su soberanía se respete, deberán respetar el derecho a la autodeterminación de las naciones que residen en su territorio, e impedir la violación del mismo mediante el uso de la fuerza.
Según usted, lo que sucedió en Kiev fue una lógica continuación del acuerdo firmado por el presidente Yanukóvich, ya que fueron organizadas elecciones. Primero, al día siguiente a la firma del acuerdo mencionado fueron atacados, estando Yanukóvich en Ucrania, la residencia presidencial, y las sedes de la Administración del presidente y del Gobierno aumentando así la trágica contabilidad de víctimas y destrozos de Maidán. Pero el pisoteado acuerdo, anteriormente aprobado por los cancilleres de Alemania, Francia y Polonia (por cierto, Radosław Sikorski está presente en la sala y podría contar su versión de lo sucedido), preveía, en su primer punto, la creación de un gobierno de unidad nacional. Son las palabras clave. Este objetivo, la unidad nacional, no puede depender sólo de la suerte del señor Yanukóvich. Si desapareció ¿significa que se puede tomar el poder por la vía armada y dejar de lado la unidad nacional? Usted mismo lo condenaría y haría bien, porque es inadmisible. Sin embargo fue esto lo que sucedió en lugar de la creación del gobierno de unidad nacional que tenía previsto preparar para el mes de septiembre una nueva Constitución, la base reguladora de las elecciones generales. Éste tenía que ser el orden de actuaciones. El punto de partida es la unidad nacional. Desde esta perspectiva debe ser modificada la Constitución, para que contemple los intereses de todos los ciudadanos.
En lugar de esto, cuando el acuerdo en cuestión ya fue abandonado en el olvido, Arseni Yatseniuk apareció en Maidán y anunció la creación del “gobierno de los vencedores”. Las protestas en las provincias ucranianas que se negaron a aceptar el golpe de Estado fueron aplastadas. Primero arrestaron a los dirigentes que se pronunciaron en contra del gobierno ilegítimo, luego recurrieron a la fuerza. ¿Quién atacó a quién? ¿Acaso fueron Donetsk y Lugansk los que asaltaron Kiev? Todo lo contrario. Fue Kiev el que envió tropas al sudeste del país para implantar su régimen a la fuerza.
Estos acontecimientos se observaban con inquietud desde Crimea. En las primeras etapas de la crisis las fuerzas de Pravy Sektor intentaron entrar en la península por el istmo y tomar edificios administrativos. Menos mal que las milicias populares se lo impidieron. En Crimea fue organizado un referéndum sobre la independencia y la adhesión a Rusia. En Kosovo no hubo referéndum. No obstante el presidente Obama dijo recientemente que Kosovo es un caso ejemplar ya que los ciudadanos habían votado en un plebiscito. No hubo plebiscito, al igual que no lo hubo en muchos otros casos. La unificación de Alemania se llevó a cabo sin plebiscito, y nosotros lo apoyamos activamente. Acuérdese también que al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la URSS estuvo en contra de la división de Alemania.
Hablando de los métodos que se usan en lugar del diálogo directo, el problema está en que el actual presidente de Ucrania perdió el monopolio del uso de la fuerza. En Ucrania operan los batallones privados mucho mejor financiados que el ejército regular, cuyos efectivos se pasan a estos batallones (incluido el Azov que ya he mencionado). Entre sus líderes hay auténticos ultranacionalistas.
Nos conocemos desde hace mucho, señor Brok, usted incluso visitó Moscú. Por eso mi respuesta a su pregunta será muy simple. Si quiere pronunciar discursos iracundos para reforzar sus posiciones en la política y en el parlamento europeo es una cosa, y otra distinta es si quiere dialogar. Entonces sentémonos y reafirmemos todos los principios de Helsinki, y veamos porqué no cree que en unas ocasiones fueron violados y en otras sí.
Por cierto, la agencia ucraniana de calificación de riesgos, GFK Ukraine, con sede en Nuremberg, realizó una encuesta en Crimea. El sondeo reveló que más del 90% apoya la adhesión de Crimea a Rusia, el 2% está en contra y el 3% alega no tener una opinión clara al respecto. Son datos estadísticos, son personas. Su colega acaba de mencionar que el principio clave en la UE es el respeto a la autodeterminación. Sólo que usted estuvo hablando de los países y éste es el caso de la autodeterminación de un pueblo que se basa en una historia de varios siglos. Todo esto lo podemos discutir si realmente quiere comprender nuestra postura y nuestros motivos. De esto ya habló en muchas ocasiones el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Claro está, también se puede reír de esto. Y también será para bien porque dicen que reír prolonga la vida.
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