Washington quiere una solución de la crisis chipriota que incluya la entrada en la OTAN de la isla ya reunificada. Ese fue el mensaje de la embajadora estadounidense Victoria Nuland a Nicosia, el 19 de abril de 2016.
En 1974, habiéndose convertido Chipre en refugio de los griegos perseguidos por la dictadura de los coroneles, una operación conjunta –coordinada por Henry Kissinger– de Grecia y Turquía permitió a Atenas intentar un golpe de Estado en Nicosia y a Ankara invadir militarmente la isla, supuestamente para oponerse al golpe de Estado griego. Desde entonces, el noreste de Chipre se halla bajo la ocupación de tropas turcas y se ha convertido en un Estado bajo tutela turca. Desde 2004, un proceso de negociaciones de paz intenta reunificar la isla bajo una autoridad federal, según el modelo suizo. Ese mismo año, Chipre se convirtió en miembro de la Unión Europea, entidad regional que se abstiene de defender la isla ocupada… porque la potencia ocupante es miembro de la OTAN.
Rápidamente ha quedado claro que el plan de Estados Unidos en realidad implica la permanencia de las tropas turcas en Chipre, sólo que se quedarían allí bajo la bandera de la OTAN.
Todo indica que Washington está chantajeando al presidente chipriota, Nikos Anastasiadis, para obligarlo a respaldar la incorporación de Chipre –hasta ahora neutral– a la alianza atlántica.
La carta que utiliza Washington es que el presidente chipriota al parecer creó, con Theofanis Philippu, la firma Imperium, que fue utilizada para manejar negocios del multimillonario senador ruso Leonid Lebedev, actualmente objeto de varios procesos judiciales, uno de ellos en Nueva York, por un monto de 2 000 millones de dólares. El presidente Anastasiadis favoreció además la entrega de la nacionalidad chipriota a Lebedev.
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