Para Thierry Meyssan, el conflicto sirio puede, en cualquier momento, convertirse en guerra mundial. Estados Unidos ya no está en condiciones de respetar sus compromisos, como quedó demostrado con el acuerdo del Aid, pero se obstina en no querer renunciar a su objetivo –impedir el desarrollo de China y Rusia como medio de mantener un orden unipolar. Moscú y Pekín estiman, por su parte, que se hallan en posición de fuerza. Nos acercamos al momento clave en que puede producirse un cambio fundamental en el orden mundial o una guerra nuclear.
Moscú nunca creyó en la sinceridad de Washington. A pesar de ello, desde el 30 de junio de 2012, ha venido elaborando y proponiendo una sucesión de acuerdos, que nunca han sido respetados. Moscú no considera a Estados Unidos como el amo del mundo sino un imperio en declive. Consciente del enorme poderío militar del Pentágono, principalmente en el plano nuclear, Moscú trata de encaminar cortésmente a Washington hacia el cementerio, esforzándose por evitar que en un momento de arrebato desate una guerra mundial.
Conduciendo paso a paso Estados Unidos a la firma del cese de hostilidades del Aid en Siria, Rusia esperaba limitar un poco más las opciones de su «socio». De hecho, a pesar de sus declaraciones conciliadoras, Washington no ha sido capaz de separar a ningún «moderado» de los «extremistas». Sin embargo, el acuerdo entre Washington y Moscú estipulaba que los «moderados» designados por John Kerry serían incorporados al dispositivo de lucha contra los yihadistas y posteriormente incluidos en el gobierno de unión nacional del presidente Bachar al-Assad [1]. A Washington sólo le quedan ahora dos opciones: retirarse del conflicto sirio o entrar en guerra frontal contra Rusia, a escala planetaria.
Ante esta situación, Washington hizo públicos fragmentos escogidos de una conversación entre John Kerry y representantes de la oposición siria de salón, conversación supuestamente grabada, sin que los participantes lo supieran, el pasado 22 de septiembre, en Nueva York [2]. En esos fragmentos se oye al secretario de Estado deplorar que el Congreso de Estados Unidos se niegue a enviar tropas a derrocar la República Árabe Siria y aconsejar a los opositores que se busquen otra potencia militar que haga ese trabajo por ellos y que los ponga en el poder. Ese nuevo padrino no podría ser otro que la alianza ya existente entre Arabia Saudita, Israel, Jordania, Qatar y Turquía. En otras palabras, Washington renuncia a la guerra, pero nada cambia realmente en el terreno. La guerra prosigue, pero bajo la única responsabilidad de sus vasallos.
Por su parte, lejos de sentirse intimidada por la prueba de fuerza, Rusia mantiene sus objetivos en Siria y, en secreto, se desplegó militarmente en Yemen durante el verano. El sábado 1º de octubre disparó un misil tierra-mar que destruyó frente al litoral yemenita el buque militar HSV-2 Swift de los Emiratos Árabes Unidos. Según la prensa atlantista, fueron los houtis quienes realizaron la acción y el buque insignia de la marina de guerra emiratí sólo fue averiado… pero ahí están los hechos. Se trata, en realidad, de un mensaje dirigido simultáneamente a la OTAN y a las petrodictaduras del Golfo: la guerra generalizada es posible y Moscú no huirá.
Washington no ha reaccionado ante el incidente yemenita y deja la papa caliente en manos de sus vasallos.
Considerando el hecho que el diferendo no se limita a Siria sino que los problemas vienen acumulándose desde hace años, Moscú considera que la Tercera Guerra Mundial ya está en marcha, aunque actualmente abarca un espacio limitado, que es Siria. Hace ya 5 años que 129 países y 16 organizaciones internacionales apoyan a Estados Unidos contra Siria, Argelia, Irán, Rusia, China y Corea del Norte. Ahora, el presidente ruso Vladimir Putin revoca el acuerdo ruso-estadounidense sobre la limitación de los volúmenes de plutonio de uso militar, decisión directamente vinculada a la disuasión nuclear. Al presentar ese proyecto a la Duma, el presidente ruso señala que el acuerdo sobre el plutonio será reinstaurado única y exclusivamente cuando Washington cumpla sus promesas: retirada del armamento desplegado por la OTAN en las Repúblicas ex soviéticas, abrogación de las medidas anti-rusas que vienen acumulándose desde la adopción de la ley Magnitski y el golpe de Estado en Kiev, reclamos todos que nos retrotraen a la situación existente hace 15 años.
Washington creyó poder limitar el espacio y la influencia rusas; creyó que podía hacer promesas, no cumplirlas y limitarse a inventar excusas. Así fue cuando se derrumbó la URSS. Pero, hoy en día, ya no es así.
[1] «Confirmaciones en Siria», por Thierry Meyssan, Al-Watan (Siria), Red Voltaire, 28 de septiembre de 2016.
[2] “Audio Reveals What John Kerry Told Syrians Behind Closed Doors”, Anne Barnard, The New York Times, 30 de septiembre de 2016.
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