El proceso de extensión de la OTAN a los océanos Indico y Pacífico, proceso que ya habíamos anunciado hace 6 meses, acaba de empezar. En la OTAN se formó oficialmente un grupo de trabajo, pero no para reflexionar sobre la estrategia más apropiada frente a China sino para justificar a posteriori y hacer público lo que venía haciéndose. Exactamente igual que en la época colonial ya que lo que se busca es impedir el desarrollo de China.
Los ministros de Defensa de la OTAN, reunidos por videoconferencia el 17 y el 18 de junio, tomaron una serie de «decisiones para reforzar la disuasión de la alianza». Pero nadie habla de eso en Italia, ni en los medios (ni siquiera en las redes sociales), ni en el mundo político, donde todos los partidos guardan profundo silencio sobre ese asunto.
Sin embargo, esas decisiones, dictadas principalmente por Washington y aceptadas por Italia a través del ministro Lorenzo Guerini, trazan las líneas conductoras no sólo de la política italiana en el sector militar sino también de la política exterior. Ante todo, anuncia el secretario general de la alianza atlántica Jens Stoltenberg, «la OTAN está preparándose para una posible segunda ola de Covid-19», contra la cual ya ha movilizado en Europa más de medio millón de soldados.
Stoltenberg no aclara cómo la OTAN puede prever una posible segunda ola de la pandemia con un nuevo confinamiento. Pero sí es muy claro sobre algo muy preciso: eso «no significa que hayan desaparecido otros desafíos». El más grande, subrayan los ministros de Defensa, proviene del «comportamiento desestabilizador y peligroso de Rusia», sobre todo de su «retórica nuclear irresponsable, tendiente a intimidar y amenazar a los aliados de la OTAN». Con esa afirmación, los ministros de Defensa de la OTAN invierten la realidad, silenciando el hecho que, al terminar la guerra fría, fue la OTAN la que avanzó hacia las fronteras de Rusia con sus fuerzas y bases militares, principalmente las de Estados Unidos. Bajo la batuta de Washington se aplicó una estrategia tendiente a incrementar en Europa crecientes tensiones contra Rusia.
Para decidir la adopción de nuevas medidas militares contra Rusia, los ministros de Defensa de la OTAN se reunieron en el marco del Grupo de Planificación Nuclear, presidido por Estados Unidos. En Italia ignoramos qué decisiones suscribió el ministro Guerini en el ámbito nuclear en nombre de nuestro país. Pero está claro que, al participar en ese Grupo y al acoger en su suelo armamento nuclear estadounidense –armamento que puede ser utilizado por la fuerza aérea italiana–, Italia viola el Tratado de No Proliferación nuclear y rechaza el Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares.
Stoltenberg se limita a decir: «Hoy hemos decidido nuevas etapas para que la disuasión nuclear de la OTAN en Europa siga siendo segura y eficiente». Una de esas “etapas” es seguramente el próximo envío, incluso a Italia– de las nuevas bombas nucleares estadounidenses B61-12.
El otro «desafío» creciente que mencionaron los ministros de Defensa es el que tiene que ver con China, país mencionado por primera vez en «en la cúspide de la agenda de la OTAN». China es socio comercial de numerosos países miembros de la OTAN, pero al mismo tiempo «invierte mucho en nuevos sistemas de misiles capaces de alcanzar todos los países de la OTAN», explica Stoltenberg. La OTAN comienza así a presentar China como una amenaza militar. Y al mismo tiempo también presenta como peligrosas las inversiones chinas en los países miembros de la alianza atlántica. Bajo esas premisas, los ministros de Defensa actualizaron las líneas directivas para la «resiliencia nacional», tendientes a impedir que la energía, los transportes y las comunicaciones, principalmente la 5G, acaben bajo «propiedad y control extranjeros» (léase “de los chinos”).
Esas son las decisiones que suscribió Italia en la reunión de los ministros de Defensa de la OTAN, decisiones que implican a nuestro país en una estrategia de creciente hostilidad contra Rusia y China, exponiéndonos como país a peligros cada vez más graves y desestabilizando las bases mismas de los acuerdos económicos.
Es una estrategia a largo plazo, como pudo verse en el lanzamiento, el 8 de junio, del proyecto OTAN 2030 por el secretario general de la alianza, Jens Stoltenberg, para «reforzar la alianza militarmente y políticamente» incorporando países como Australia –ya invitada a la reunión de los ministros de Defensa–, Nueva Zelanda, Japón y otros países asiáticos, con una visión claramente antichina [1].
En función del proyecto de la Gran OTAN Mundial 2030, se creó un grupo de 10 consejeros [2], donde encontramos a Marta Dassu, quien fue consejera de política exterior en el gobierno del ex primer ministro italiano D’Alema, antes y después de la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, guerra desatada y desarrollada bajo las órdenes de Estados Unidos y en la que Italia participó poniendo a disposición tanto sus bases militares como sus bombarderos.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[1] «La OTAN pretende convertirse en alianza atlántico-pacífica», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de diciembre de 2019.
[2] Componen ese grupo Greta Bossenmaier (Canadá), Anja Dalgaard-Nielsen (Dinamarca), Hubert Vedrine (Francia), Thomas de Maizière (Alemania), Marta Dassu (Italia), Herna Verhagen (Países Bajos), Anna Fotyga (Polonia), Tacan Ildem (Turquía), John Bew (Reino Unido) y Wess Mitchell (Estados Unidos).
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