Manlio Dinucci hace un balance del “compromiso” de Italia sobre el desarme nuclear. Los discursos y declaraciones de buenas intenciones esconden una cruel realidad: Italia alberga armas atómicas de Estados Unidos y los militares italianos se entrenan para utilizarlas… con lo cual Italia viola los tratados que ha firmado.
En ocasión del 75º aniversario del bombardeo atómico [estadounidense] contra Hiroshima y Nagasaki, el presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella, reafirmó que «Italia apoya con fuerza el objetivo de un mundo libre de armas nucleares».
El presidente de la Comisión de Defensa del parlamento italiano, Gianluca Rizzo (Movimiento 5 Estrellas) repitió como un eco: «Hago mías las palabras del Presidente de la República en pro de una política que tienda a un mundo libre de armas nucleares.» Así que el compromiso institucional de Italia es máximo, pero ¿en qué dirección? Veamos los hechos.
En 1975, Italia ratificó el Tratado de No Proliferación de las armas nucleares (TNP). Ese Tratado estipula:
«Todo Estado no dotado de armas nucleares que es Parte del Tratado se compromete a no aceptar, de quien quiera que sea, la entrega de armas nucleares o de otros dispositivos explosivos nucleares o de control de tales armas o de tales dispositivos explosivos».
Pero, en violación del Tratado de No Proliferación, Italia ha concedido sus propias bases para recibir armas nucleares estadounidenses: actualmente se trata de bombas nucleares B61, cuya cantidad, estimada en varias decenas, no es verificable. Esas bombas nucleares estadounidenses están desplegadas en las bases de Aviano –junto con aviones de guerra estadounidenses F-16C/D– y de Ghedi-Torre –con aviones de guerra Tornado PA-200 de la fuerza aérea italiana listos para participar en un ataque nuclear bajo las órdenes de Estados Unidos.
Italia, según confirma la OTAN, es uno de los países que «proporcionan a la alianza aviones equipados para portar bombas nucleares, aviones sobre los cuales Estados Unidos mantiene control absoluto, y personal entrenado para ello». Las bombas nucleares estadounidenses B61 desplegadas en Italia serán reemplazadas próximamente por las B62-12: un nuevo tipo de bomba nuclear cuya potencia puede seleccionarse en el momento del lanzamiento, que es capaz de dirigirse con precisión hacia el objetivo designado y que además penetra en el subsuelo para destruir búnkeres y puestos de mando.
El programa del Pentágono prevé la fabricación de 500 bombas B61-12, lo cual representa un gasto de 10 000 millones de dólares. Ese programa está en su fase final. En los polígonos de Nevada están teniendo lugar los ensayos de lanzamiento de la nueva bomba, aún sin su carga nuclear. Entre los aviones certificados para portar la nueva bomba nuclear estadounidense están el Tornado PA-200 y el nuevo F-35A, existentes ambos entre los medios de la fuerza aérea italiana. Se ignora cuántas B61-12 van a ser desplegadas en Italia y en otros países de Europa, pero puede que sean más numerosas que las B-61 actualmente desplegadas y que se desplieguen en más bases. En el caso de Italia, la base de Ghedi, ya reestructurada, puede recibir hasta 30 aviones de guerra F-35A con 60 bombas B61-12.
A esas nuevas bombas se agregan las armas nucleares de la Sexta Flota estadounidense, con base en Italia, dotada de un armamento nuclear cuyas características y cantidad son secretos. Además, a raíz de la salida de Estados Unidos del Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF por sus siglas en inglés), ese país está desarrollando misiles nucleares de alcance intermedio lanzados desde rampas terrestres. Como los llamados «euromisiles» de los años 1980, esos artefactos podrían ser desplegados también en suelo italiano.
Italia, oficialmente un Estado no nuclear, desempeña así la peligrosísima función de puesto avanzado en la estrategia nuclear de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia y otros países. Como miembro del Consejo del Atlántico Norte, Italia rechazó –en 2017– el Tratado de la ONU para la Prohibición de las Armas Nucleares. Pero aquel mismo año más de 240 parlamentarios italianos –en su mayoría miembros del Partido Demócrata y del Movimiento 5 Estrellas, formaciones políticas actualmente en el gobierno– se comprometieron, firmando el llamado de la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, siglas en inglés), a promover la adhesión de Italia al Tratado de la ONU. En primera fila de esos políticos italianos estaban Gianluca Rizzo, hoy presidente de la Comisión de Defensa, y el hoy ministro de Relaciones Exteriores, Luigi Di Maio. Tres años después, los hechos demuestran que aquel solemne compromiso fue sólo un acto demagógico destinado a cosechar votos.
Sólo hay una manera de aplicar en Italia «una política favorable a un mundo libre de armas nucleares», según la bella frase declamada por Gianluca Rizzo: habría que liberar a Italia del armamento nuclear acumulado en su territorio –aplicando al pie de la letra el Tratado de No Proliferación– y firmar el Tratado de la ONU para la Prohibición de las Armas Nucleares, para poner en práctica la parte que dice que «cada Estado Parte que disponga de un arma nuclear o de cualquier otro dispositivo explosivo nuclear en su territorio o en cualquier lugar que dependa de su jurisdicción o bajo su control (…) velará por la rápida retirada de ese armamento en el más corto plazo».
Los firmantes del compromiso ICAN exigen así que Estados Unidos retire de Italia todo su armamento nuclear. Si en el parlamento italiano hay alguien que quiera un mundo libre de armas nucleares que lo demuestre, pero no con palabras sino con hechos.
Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter