Encabezada por Robert O’Brien, consejero de seguridad nacional del presidente de Estados Unidos, una delegación estadounidense realizó una extraña visita relámpago a Panamá a mediados de agosto, en lo que ya se perfila como la apertura de un nuevo capítulo en la cruzada particular de Estados Unidos contra China, país cuyo enorme potencial económico se ha convertido en preocupación de primer plano para Washington. El especialista panameño en relaciones internacionales Julio Yao aborda nuevamente un tema prácticamente desconocido fuera del ámbito regional.
Para conocer qué vino a hacer a Panamá Robert O’Brien, el consejero de seguridad nacional del presidente Donald Trump, acompañado del almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de Estados Unidos (SouthCom); de Mauricio Claver-Carone, director del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental; y de Adam Boehler, director general de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos, revisemos los antecedentes de estos funcionarios y contextualicemos.
¿Quién es Robert O’Brien? ¿Cuáles son los antecedentes inmediatos de su misión? ¿Qué hizo en Panamá? ¿Qué significan sus actos a la luz del Derecho Internacional y de la Constitución de Panamá?
Robert O’Brien es el cerebro estadounidense detrás de los ataques a Rusia y de la guerra contra China, está encargado específicamente de castigar a quienes no sigan las directrices de Estados Unidos contra Pekín, de conformidad con el Clean Network Program, bajo la campaña denominada “América Crece” (donde dice “América” léase “Estados Unidos”).
Mauricio Claver-Carone es el candidato de Washington a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y está siendo sumamente cuestionado por un sector representativo de la región. De origen cubano pero con ciudadanía “gringa”, Mauricio Claver-Carone promueve el plan “Regreso a las Américas”, que propone la reinstalación en América Latina de las empresas estadounidenses que desde hace décadas se mudaron a China.
Juntos, O’Brien y Claver-Carone tienen la misión de sabotear a China en Latinoamérica, empezando por Panamá.
La misión de O’Brien estuvo precedida de la visita de otro funcionario estadounidense, David Malpass, subsecretario para Asuntos Internacionales del Departamento del Tesoro, quien vino a Panamá el 17 de agosto de 2018, precisamente cuando se cumplía un año de la apertura de las relaciones entre Panamá y China, el 17 de julio de 2017.
En Panamá, David Malpass suscribió un Memorándum de Entendimiento con el gobierno del entonces presidente Juan Carlos Varela. En ese documento se acuerda ampliar el papel de Panamá como plataforma de distribución de gas natural licuado (estadounidense) a Centroamérica y el Caribe –un mal paso para Panamá, ya que, antes de Estados Unidos, Hugo Chávez, el fallecido presidente de Venezuela, había planteado a Panamá el mismo ofrecimiento, durante el gobierno de Martín Torrijos, que no aceptó la propuesta venezolana.
Ahora, el 17 de agosto de 2020, O’Brien suscribió con Panamá otro Memorándum de Entendimiento, esta vez con el gobierno del presidente Laurentino Cortizo.
La gran diferencia entre el nuevo “entendimiento” y el anterior es que O’Brien añadió que Estados Unidos y Panamá promoverán la participación de capital privado estadounidense en «obras de infraestructura», como «recursos hídricos, carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, instalaciones logísticas, transmisión de electricidad» (Sección 2-B del nuevo “entendimiento”), o sea en casi todo.
Pero este Memorándum de Entendimiento de O’Brien viola la Declaración Conjunta suscrita por el presidente chino Xi Jingpin y el presidente Juan Carlos Varela en ocasión de la visita de Xi en Panamá, el 1º de diciembre de 2018. Como escribimos entonces en el diario La Estrella de Panamá:
«La Declaración Xi-Varela afirma, además, que Panamá se incorpora a la iniciativa “La Franja y la Ruta” como socio complementario para promover el diálogo y la cooperación en la región; da la bienvenida a las empresas chinas para proyectos de inversión y establecer sedes en toda América Latina y el Caribe y pone a disposición de China su plataforma logística para propiciar un mayor intercambio comercial con Asia.» (Julio Yao, La Estrella de Panamá, 13 de diciembre de 2018)
Por lo tanto, el Memorándum de Entendimiento firmado con O’Brien se opone a la Declaración Conjunta de los presidentes de Panamá y China y carece de validez jurídica.
Por supuesto, en Panamá O’Brien reiteró los ataques recurrentes y cansinos de Estados Unidos contra Cuba, Nicaragua, Venezuela, Irán, Corea del Norte y China, con calumnias y difamaciones directas al Partido Comunista Chino (esto último fue cortesía de la Embajada de Estados Unidos), ataques que constituyen violaciones del Derecho Internacional –también lo sería que la embajada de cualquier país en Panamá se permitiese expresar juicios negativos sobre el Partido Republicano o sobre la Casa Blanca.
Como es usual, O’Brien también habló en privado contra los países antes mencionados, buscando específicamente que Panamá desista de su solicitud de ayuda médica cubana para enfrentar la pandemia de Covid-19 y ejerció presión en contra del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acusándolo de «narcotraficante».
¿Cuál es el propósito más importante del Memorándum de Entendimiento de O’Brien?
A nuestro juicio, Robert O’Brien intenta prohibir y de hecho obstruye la presencia de China en Panamá y el acceso chino al Canal –algo que ya no es de la competencia de Estados Unidos porque el Canal es ahora exclusivamente panameño–, impidiendo que China y sus empresas colaboren en el desarrollo de Panamá y haciendo imposible la neutralidad verdadera de nuestra vía interoceánica, que se vería sometida nuevamente a la hegemonía y a los “intereses” de seguridad nacional de Estados Unidos.
El Tratado de Neutralidad [1], vigente ad perpetuam, obliga a Panamá a no exponer el Canal ni el Istmo a ninguna amenaza o peligro.
China ofreció hacer de Panamá la puerta de entrada a Latinoamérica y el Caribe. De hecho, Panamá es el único país de Latinoamérica que se incorporó oficialmente a la nueva Ruta de la Seda, como reconoce la Declaración Presidencial Conjunta, firmada durante la visita del presidente Xi. Pero el Memorándum de Entendimiento de Robert O’Brien intenta bloquear esta posibilidad y tiende a paralizar toda la actividad china en Panamá, incluidos el Ferrocarril Panamá-David, el Cuarto Puente sobre el Canal (proyecto que fue degradado), el Puerto de Cruceros (Panamá ya le está debiendo dinero a la empresa china), entre otros proyectos.
Estados Unidos intenta imponer un monopolio de sus empresas privadas sobre el territorio de Panamá y ejercer supuestos derechos de extraterritorialidad a través de sanciones que violan el Derecho Internacional.
La consecuencia inmediata del Memorándum de Entendimiento de O’Brien es que Estados Unidos convierte a Panamá en aliado de su “guerra” particular contra China. Pero no es el presidente de la República quien puede declarar o hacer la guerra, del tipo que sea, a ningún país. Según la Constitución panameña esa prerrogativa corresponde a la Asamblea Legislativa.
Aunque una reciente erosión de las facultades legislativas en favor del Ejecutivo debilita ese mandato (pero sin anularlo), el Artículo 159.5 de la Constitución de Panamá autoriza únicamente al Órgano Legislativo a declarar la guerra y a facultar al Órgano Ejecutivo para asegurar y concretar la paz.
Por tanto, el presidente Cortizo debe desoír las órdenes de Washington contra China, que son además órdenes contra el desarrollo mismo de Panamá. De lo contrario, “enemigos” de Washington (¿terroristas?) podrían destruir el Canal y el país.
Panamá está obligado como país a cumplir la Resolución 2625 (XXV) de la Asamblea General de Naciones Unidas, emitida el 24 de octubre de 1970, que contiene la Declaración Relativa a los Principios de Derecho Internacional Referentes a las Relaciones de Amistad y a la Cooperación entre los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
Como ya hemos visto, la Declaración Conjunta presidencial China-Panamá adopta la Resolución 2625 como norma de conducta en sus relaciones internacionales. Esa Declaración condena todas las formas de agresión empleadas por Estados Unidos contra “enemigos”, razón por la cual –especialmente los que no son potencias– deben guarecerse bajo estas normas. Dicha Declaración contiene las normas a las que se refiere el Artículo 4 de la Constitución de Panamá, cuando estipula que: «La República de Panamá acata las normas del Derecho Internacional.»
Veamos ahora el significado del Memorándum de Entendimiento de Robert O’Brien.
En primer lugar, ¿qué es un Memorándum de Entendimiento? Es una forma de tratado internacional, al igual que los acuerdos simplificados, canjes de notas, Actas y otros que, en función de su contenido, deben someterse a la aprobación del poder legislativo, tomando en cuenta siempre que el Artículo 2 de la Constitución panameña estipula que «el poder público emana del Pueblo».
El Memorándum de Entendimiento del consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, suscrito el 18 de agosto de 2020 el ministro de Economía y Finanzas de Panamá, Héctor Alexander, y Steward D. Tuttle, Encargado de Negocios ad interim de la Embajada de Estados Unidos, no aparece publicado en ningún medio de difusión escrito ni en la página web de la cancillería panameña, motivo por el cual permanece secreto y oculto a la opinión pública.
Además, el ministro Alexander no está facultado para suscribir tratados, según la Constitución, salvo que haya sido empoderado expresamente por el Ejecutivo.
Yo obtuve una copia del Memorándum de Entendimiento, cuando apareció fugazmente en el sitio web de la cancillería panameña, de donde fue retirado de inmediato y sin que haya vuelto a aparecer nunca. Si no se publica este documento ni se somete a la Asamblea y tampoco se le registra como tratado en la ONU, el tal Memorándum de Entendimiento será un acuerdo secreto (algo prohibido por el Derecho Internacional) y no podrá ser invocado en la ONU, quedando Panamá sin protección legal ante posibles arbitrariedades.
En conclusión, el Memorándum de Entendimiento de Robert O’Brien convierte a Panamá en enemigo de China, nos obliga como panameños a otorgar un monopolio sobre nuestro territorio al capital de Estados Unidos, atenta contra nuestro desarrollo como país, viola el Tratado de Neutralidad y disminuye y niega la soberanía nacional de Panamá.
El resultado final es que el Memorándum de Entendimiento que el consejero de seguridad nacional de Estados Unidos traía en su cartera, carece de validez jurídica y, por lo tanto, es nulo.
[1] El Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá, incluido en los Tratados Torrijos-Carter (1977) que pusieron fin a la presencia estadounidense en el Canal de Panamá, estipula que esa vía interoceánica debe ser “permanentemente neutral”. Nota de la Red Voltaire.
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