El consejero del presidente Donald Trump para la seguridad nacional, Robert O’Brien, está de viaje por Latinoamérica. No lo acompaña ningún diplomático sino el almirante Craig Faller, jefe del SouthCom –el Comando Sur, tan tristemente célebre en los países de la región. Después de visitar Colombia, convertida en cabeza de playa de la subversión contra el gobierno constitucional de Venezuela, Robert O’Brien viajó a Panamá, donde arremetió contra las relaciones entre ese país y China. Veamos el comentario de Julio Yao, especialista panameño en relaciones internacionales.
Como sacada de un viejo video de la primera década del siglo XX, ha atracado en Panamá una cañonera con los más rancios representantes del Big Stick del primer Roosevelt [1], quien aconsejaba a sus diplomáticos hablar con voz suave (llevar una zanahoria) pero portar también un garrote grande (un “manduco”, decíamos cuando niños) por si acaso no entendíamos el mensaje. El “destructor” se llama “USS O’Brien”.
Aclarémoslo: Panamá no los invitó, sino que ellos se autoinvitaron –sin darnos tiempo para responder– como es tradición y mala costumbre de la Casa Blanca: llegar a comer sin ser convidados. Y estos filibusteros con corbata llegaron en el momento menos oportuno, cuando Panamá está buscando dónde, cómo, con quiénes y con qué atender a tantos afectados por el Covid-19.
¿Quiénes vinieron? Robert O’Brien, consejero del presidente Trumo para la seguridad nacional (sustituto del inolvidable, por bocón, John Bolton); el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur (NorthCom) de las fuerzas armadas de Estados Unidos; Mauricio Claver-Carone, director del Consejo de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental (este cubano-americano ya es un “veterano de Panamá”) y Adam Boehler, director general de la Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos. Cada uno vino con sus respectivas zanahorias y garrotes.
En pocas palabras, Washington envió a la CABALLERÍA, una verdadera selección nacional de big leaguers como no recuerdo que hayan enviado antes a Panamá o a país alguno de Nuestra América, confirmando lo dicho, por ellos, de que somos “el país con mayor futuro de la región” (¡sic!).
¿Cuáles son sus objetivos declarados? La misma cantaleta de siempre, algunos de los cuales ya estaban contemplados en acuerdos previos de todo tipo, firmados con funcionarios autorizados para suscribirlos o con otros no facultados constitucionalmente para firmar tratados (cancilleres, ministros de Gobierno, Administradores de la Autoridad del Canal de Panamá, Consejo de Seguridad Nacional, Fuerza Pública y hasta directores de Correos).
La Comisión O’Brien viene a enseñarnos a combatir el lavado de dinero, a llevar a juicio a los blanqueadores, a ser buenos pupilos del FBI, a ayudar al sistema bancario nacional y al de Estados Unidos, valga la redundancia.
Omitieron enseñarnos a meter presos a los corruptos (sólo a los lavadores), a recuperar los bienes y dineros mal habidos y a cobrar a la empresa privada los millones de millones en impuestos que le deben al pueblo panameño, y de los cuales ellos se apropiaron cuando fueron gobierno (o sea, siempre).
Paradójicamente, Estados Unidos mantiene castigada a Panamá mediante diversas formas de coacción, manteniéndonos en la lista gris (o “negra”) de la GAFI o en la Lista Clinton (OFAC): la primera, perteneciente al FMI (léase a Estados Unidos); la segunda, es una herramienta del Departamento del Tesoro (también de Estados Unidos), para perseguir, amenazar o expropiar a lavadores de dinero, narcotraficantes y traficantes de armas y también (¡cómo no!) a países insumisos o “enemigos” que, a juicio de Washington, amenazan su seguridad y la estabilidad de su sistema económico; por ejemplo, ¡la RPD de Corea (desde 1953) y, aunque usted no lo crea, Panamá!
Para muestra un botón: Estados Unidos incluyó en la Lista Clinton al señor Abdul Waked, empresario panameño de origen libanés, propietario del diario panameño La Estrella (WISA), a quien llevaron a la ruina (miles de empleos perdidos) al expropiar sus bienes basándose en una acusación no fundamentada. Sólo después de arruinarlo, el gobierno de Estados Unidos reconoció que en realidad no había fundamento para acusarlo.
¿Qué quiere la Comisión O’Brien? Entre sus objetivos declarados, «proteger el sistema bancario panameño del lavado de dinero de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, acusado por Trump de ser el líder del Cartel de los Soles y de participar en una conspiración narcoterrorista». Acusan al presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro, como narcotraficante y terrorista, ¡sin evidencias ni juicio!
Es decir, que la Comisión O’Brien, pretextando ayudar a Panamá, interviene en sus asuntos internos y externos: lo primero, porque el sistema bancario o el Centro Financiero Internacional pertenece a Panamá y no recibe órdenes del exterior; lo segundo, porque, al margen de la posición de Panamá sobre Venezuela, el hecho es que este tema pertenece a la política exterior de Panamá, competencia exclusiva del presidente de la República y su ministro de Exteriores.
Lo más llamativo es que la Comisión O’Brien atraca en Panamá justo en el momento en que el gobierno del presidente Cortizo había decidido invitar a médicos cubanos para ayudarnos a combatir el Covid-19 en vista del colapso del sistema sanitario panameño; cuando Rusia ha ofrecido su vacuna a países latinoamericanos, incluida Panamá; y cuando China, desde el principio de la pandemia, ha venido ofreciendo ayudas importantes a entidades del gobierno y a múltiples organizaciones sociales para la lucha contra el Covid-19.
¿Por qué cree el lector que el programa “América Crece”, que Estados Unidos impulsa con varios aliados, busca canalizar la inversión privada en obras de infraestructura y pretende atraer la inversión de industrias establecidas en suelo asiático (entiéndase, China) e instalarse en Panamá?
¿Es o no intervención en la política exterior panameña prohibirnos la contratación de médicos cubanos, obligándonos a rechazar la vacuna de Rusia e involucrarnos en contra de China?
El señor Robert O’Brien dijo textualmente: «Las acciones opacas y abusivas del Partido Comunista Chino representan una variedad de riesgos para los países abiertos y democráticos del hemisferio, incluida Panamá».
Mister O’Brien, al capitán del barco que lleva su nombre, le preguntamos: ¿sabe usted que Panamá tiene plenas relaciones diplomáticas con la República Popular China y que ni usted ni ningún representante oficial de Estados Unidos ni de ningún otro país puede ofenderla en nuestro territorio porque China es nuestra invitada y porque sus palabras constituyen una inaceptable violación de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961?
¿Sabe usted que el hecho de que haya elecciones en este hemisferio no significa que sus países sean democráticos? ¿Qué democracia existía en Chile, Brasil y Argentina, donde las dictaduras creadas, financiadas y amamantadas por Estados Unidos, celebraban elecciones y donde ustedes diseñaron el Plan Cóndor, que asesinó a decenas de miles de personas?
¿Cuál democracia se instaló en Panamá tras la invasión de su país al mío, el 20 de diciembre de 1989? ¿Sabe usted que, pasando por encima del Tribunal Electoral de Panamá –que había anulado legalmente las elecciones de 1989 porque, entre otras razones, su país (Estados Unidos) envió a Panamá espías que fueron arrestados por haber interferido en el proceso electoral–, el gobierno “democrático” de Estados Unidos puso en el poder a la oposición, sus aliados tradicionales, con los que ustedes tienen “lazos familiares”, tal como usted lo expresó hoy?
Estados Unidos no puede darnos lecciones sobre Ciencias Políticas ni sobre Derecho Internacional.
Ninguno de los gobiernos panameños posteriores a la invasión militar estadounidense (1989), todos herederos del régimen de ocupación colonial instaurado entonces, eran ni son democráticos.
La intervención grosera e insolente de estos filibusteros con corbata entraña otra violación escandalosa del Tratado de Neutralidad [2], toda vez que nos obliga [a Panamá] a tomar parte en otros objetivos (no declarados) de su misión: ayudar a Estados Unidos en su guerra contra Venezuela, Cuba, Nicaragua y la República Popular China (poco antes nos obligaron a sacar 60 barcos iraníes de nuestra marina mercante), obligándonos a abandonar nuestra neutralidad.
Fue Estados Unidos el que asesinó el Tratado de Neutralidad, no Panamá, por lo cual este convenio ha dejado de existir para la nación panameña.
En vez de pedirnos perdón por invadirnos, por haber destruido nuestra soberanía, por haber asesinado 6 000 panameños indefensos (sin contar a los heridos) y en vez de resarcirnos por las pérdidas ocasionadas por la invasión del 20 de diciembre de 1989 –pérdidas estimadas en más de 30 000 millones de dólares–, invasión que destruyó el Estado panameño y decidió, como árbitro intruso e ilegítimo, regalar el poder a la oligarquía, Estados Unidos nos restriega en nuestra cara nuestra miseria, la poca altura de nuestros gobernantes y nuestra sumisión abyecta, para que traicionemos a pueblos hermanos y demos la espalda a la solidaridad internacional.
Por fortuna, el Foro Social de Panamá, celebrado pocos días antes del arribo del “Destructor USS O’Brien”, rechazó la injerencia abusiva de Washington, manifestando que «no somos un protectorado, colonia, ni un Estado Asociado de Estados Unidos».
A eso agrego yo lo dicho por Omar Torrijos:
«¡Ni tampoco queremos añadir una estrella más a la bandera de los Estados Unidos de América!»
En efecto, no somos nada de eso ni lo queremos ser, pero, en nombre de los mártires del siglo XIX, de 1926, de 1964 y de 1989, ¡todavía tenemos que demostrarlo!
[1] Se refiere a Theodore Roosevelt (1858-1919), quien se convirtió en presidente de Estados Unidos en 1901 como consecuencia del asesinato del presidente William McKinley. Como presidente de Estados Unidos (1901-1909), Theodore Roosevelt promovió el expansionismo estadounidense mediante el uso de la fuerza armada con una serie de agresiones e intervenciones militares contra países latinoamericanos como Panamá, República Dominicana y Cuba en el marco de la llamada “Doctrina del Big Stick” (el Gran Garrote) o “Doctrina de la cañonera”, doctrina que el propio Theodore Roosevelt describió en un discurso sobre política exterior con la frase Speak softly, but carry a big stick (“Habla suavemente pero lleva un gran garrote”). Nota de la Red Voltaire.
[2] El Tratado de Neutralidad del Canal de Panamá, incluido en los Tratados Torrijos-Carter (1977) que pusieron fin a la presencia estadounidense en el Canal de Panamá, estipula que esa vía interoceánica debe ser “permanentemente neutral”. Nota de la Red Voltaire.
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