Italia espera reactivar su economía gracias a las inversiones de carácter militar. Esta estrategia es precisamente lo que daba por sentado el estadounidense Richard Hatchett, director de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI), cuando trabajaba con el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, bajo la administración de George Bush hijo. Hatchett fue el primero en proponer el confinamiento de la población sana, no con fines médicos sino políticos.
Mientras que Italia se mantiene paralizada por la «crisis económica que la pandemia ha desatado», como la define [el nuevo jefe de gobierno Mario] Draghi en su discurso programático, hay un sector que no sufre por esa crisis y que incluso está en pleno auge: el sector militar vinculado a la OTAN.
El 17 y el 18 de febrero, mientras el Senado y la cámara baja de Italia votaban la confianza a favor del gobierno de Draghi, el ministro de Defensa Lorenzo Guerini (ratificado en ese cargo) ya participaba en el Consejo del Atlántico Norte, que se reunía por primera vez en presencia de la nueva administración estadounidense de Joe Biden.
La reunión abordó el próximo incremento del gasto militar. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, subrayó que 2021 será el séptimo año consecutivo de incremento del gasto militar en los países europeos de la alianza atlántica, que ya la elevaron en 190 000 millones de dólares en relación con el año 2014.
Pero Estados Unidos y la OTAN piden mucho más y el ministro Guerini confirmó el compromiso de Italia a incrementar su gasto militar (en términos reales) de 26 000 millones a 36 000 millones de euros anuales, agregando a los fondos ya asignados al ministerio de Defensa las sumas que el ministerio italiano de Desarrollo Económico ha previsto desembolsar con fines militares: 30 000 millones más otros 25 solicitados al Fondo Europeo de Reconstrucción. Claro, todo eso sale de los fondos públicos de Italia.
En la OTAN, Italia se comprometió a dedicar al menos un 20% de sus gastos militares a la compra de nuevo armamento. Así que, en cuanto entró en funciones, el ministro Guerini firmó –el 19 de febrero– un nuevo acuerdo de 13 países miembros de la OTAN más Finlandia, designado como Air Battle Decisive Munition, para la compra de «misiles, cohetes y bombas que tienen un efecto decisivo en el combate aéreo».
Bajo esa formulación, similar a la de un grupo de compra solidaria (pero no se trata de comprar legumbres sino misiles), supuestamente se economiza un 15 o un 20% de lo que se gastaría… aunque la OTAN no dice cuánto es el monto final del gasto.
Los misiles y bombas de nueva generación que Italia está comprando también servirán para armar los aviones de guerra F-35b, fabricados por el gigante estadounidense Lockheed Martin, que conformarán la dotación del portaviones italiano Cavour, que llegó el 13 de febrero a la base estadounidense de Norfolk (Virginia). Allí estará el Cavour hasta abril para obtener la certificación de capacidad para operar con esos aviones estadounidenses. Italia, anunció Guerini con orgullo, será uno de los pocos países –con Estados Unidos, Reino Unido y Japón– que disponen de un portaviones con aeronaves de quinta generación.
Así reforzará Italia, como subraya el primer ministro Mario Draghi, su papel de «protagonista de la alianza atlántica, tras los pasos de las grandes democracias occidentales, en defensa de principios y valores esenciales», acrecentando en particular «nuestra proyección hacia las áreas de interés natural prioritario, como el Mediterráneo ampliado, con atención particular a Libia, el Mediterráneo oriental y África».
En el «Mediterráneo ampliado» –que en la particular geografía de la OTAN se extiende desde el Atlántico hasta el Mar Negro y, por el sur, hasta el Golfo Pérsico y el océano Índico– opera, desde la base de Sigonella, en la isla italiana de Sicilia, la fuerza de la OTAN de «vigilancia terrestre», con drones AGS RQ-4D proporcionados por Estados Unidos.
Esa fuerza de la OTAN comenzó a operar el 15 de febrero, según anunció el general estadounidense Tod Walters, comandante supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa –cargo que siempre ejerce un general estadounidense. Los drones de la OTAN que desde Sigonella «vigilan» –léase “espían”– esa área para preparar acciones militares están bajo las órdenes de otro general estadounidense, Houston Cantwell.
El primer ministro Draghi, que considera a la nueva administración estadounidense «más cooperativa hacia los aliados», se declara «confiado en que nuestras relaciones y nuestra colaboración sólo pueden intensificarse». De eso podemos estar seguros. El 17 de febrero se desarrolló por videoconferencia la primera reunión, con el apadrinamiento del Pentágono, en la que 40 industrias y centros de investigación universitarios de Italia ofrecieron sus productos y servicios a las fuerzas armadas de Estados Unidos.
El tema del encuentro fue «Innovate to Win» (Innovar para vencer). La innovación –explica el ministerio italiano de Defensa– es
«la clave no sólo para obtener una ventaja competitiva sobre nuestros potenciales adversarios –actuales y futuros– en el plano militar sino para la recovery [en inglés en el texto] del tejido industrial nacional al final del periodo de crisis provocado por la pandemia de Covid-19».
Traducido al español por Red Voltaire a partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
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