El 6 de agosto se recuerda la fundación de Bogotá. Hace quinientos y más años que los invasores españoles lograron asentar sus bases en estas tierras. Previamente habían mutilado pueblos enteros. Habían sometido a miles y desterrado otros tantos miles.
La conquista española fue con espadas, arcabuces, cruces y sermones. Violencia y control ideológico.
Cientos de años después, otro 6 de agosto, fue lanzada la bomba atómica. Arrasó todo cuanto encontró. Y tras ella el dominio, el control. Se inauguró así la "Nueva era", la del dominio tecnológico, la del imperio norteamericano. Desde ese momento sobre el mundo pende el chantaje nuclear. Desde ese día, la carrera militar puede llegar a cualquier parte.
Recordar el sufrimiento y la realidad de quienes fueron masacrados el 6 de agosto más reciente, es un llamado a parar el descomunal frenesí militar. El que está suelto sobre Iraq, Afganistán y Palestina. Pero también el que ha colmado de terror y temor nuestro suelo.
"Oh, Padre Todopoderoso que escuchas las súplicas de los que te aman: te rogamos que ayudes a quienes desafiarán la altura de tus cielos y llevarán el combate a tierras enemigas...Ármalos con tú poder; para que puedan poner rápido fin a la guerra y para que conozcamos nuevamente la paz. Esperaremos el porvenir confiando en Ti ....Amen." (Oración del pastor luterano rezada el 6 de agosto de 1945 a la 0.05 de la mañana en la base de Tenían rumbo a Hiroshima).
Testimonios de los sobrevivientes de la bomba atómica
"El sol se hizo pedazos y cayó. La pintura espesa del sol me quemó los hombros. El cielo, que siempre me había parecido tan lejano, quedó sin el sostén que le daba el sol y se vino abajo casi al mismo tiempo. La luz creció tanto que salió de su cuerpo. Así que también la luz murió aquel día."
"Sadako Sasaki había nacido el 6 de agosto de 1945, en Hiroshima, a las 9 de la mañana, cuando su madre, cegada, llagada y sin fuerzas no esperaba sino que ella naciera para morir... Sadako parecía fuerte, aunque a veces un súbito mareo y llamarada de fuego la devoraban. Otro 6 de agosto, a los doce años, cayó desmayada. Murió a las dos semanas, de una leucemia fulminante."
"En las escuelas, los chicos solo conocen confusamente esa historia; para ellos, el 6 de agosto de 1945 es apenas una lección de cien palabras en el libro de lectura, un cuentito fugaz que comienza del mismo modo en los textos de segundo grado y en los de quinto: "A las ocho y cuarto de la mañana, un bombardero B-29 de los Estados Unidos –el Enola Gay- arrojó una bomba atómica en el centro de nuestra ciudad. Estalló en el aire, a 570 metros sobre el hospital Shima. En los primeros nueve segundos, cien mil personas murieron y otras cien mil quedaron heridas."
Las cifras dicen muy poca cosas pero, a veces lo dicen casi todo
En el momento del estallido, la temperatura del núcleo fue por lo menos de tres millones de grados. Un millonésimo de segundo después de la explosión el diámetro del núcleo era de diecisiete metros. La temperatura descendió entonces a trescientos mil grados. A tres kilómetros de distancia la bola de fuego era cien veces más luminosa que el sol La temperatura cayó entonces hasta los mil setecientos grados, subió de nuevo –casi instantáneamente- hasta los siete mil, y declinó una vez más, hasta que el núcleo quedó despojado de luminosidad.
A medio kilómetro del epicentro la presión del viento atómico fue de diecinueve toneladas por metro cuadrado; a un kilómetro fue de diez toneladas; a tres kilómetros de una tonelada y media. Todos los edificios de madera fueron destruidos. En los huracanes más poderosos que se conozcan, la presión jamás superó la media tonelada por metro cuadrado.
El Silencio
El 2 de septiembre de 1945, a bordo del acorazado Missouri –que estaba anclado en la bahía de Tokio-, el general Douglas MacArthur aceptó la rendición de los japoneses. Dos semanas más tarde, el cuartel general de las fuerzas aliadas dictó un llamado Código de Prensa, que prohibía la publicación de toda noticia considerada perjudicial por los censores militares. Hasta la firma del tratado de paz (abril de 1952), ni los diarios ni los radios ni los poetas ni los autores de videos pudieron contar lo que había pasado en Hiroshima y Nagasaki. También las investigaciones científicas fueron virtualmente suprimidas.
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