Los civiles iraquíes improvisan cementerios para enterrar a sus muertos.

Enterrado el Papa, después de dos semanas acaparando la atención del mundo, primero con su enfermedad y después con su multitudinario sepelio en Roma, Irak vuelve a la actualidad como una pesadilla recurrente de la que la opinión pública no puede escapar por mucho que la prensa internacional haga todo lo posible por ocultar la dura realidad de los hechos que se suceden en ese país ocupado por las fuerzas militares de los Estados Unidos.

El pasado 9 de abril se cumplieron dos años del derrocamiento de Saddam Hussein en Irak y del inicio de la ocupación militar de esa nación musulmana por tropas de Estados Unidos y sus aliados.

A las calles de Bagdad salieron multitudes de iraquíes iracundos que se congregaron en la plaza principal de esa capital donde antes se levantaba una colosal estatua del dictador sunnita, el «opresor de chitas y kurdos» el hombre mas odiado de Irak según el decir del Presidente Bush y sus aliados el ex presidente del gobierno español José María Aznar y el Primero Ministro británico Tony Blair.

Pero no, los miles de manifestantes no estaban en las calles de la capital iraquí festejando el segundo aniversario del derribo de la estatua de Hussein. La protesta no era contra el dictador opresor, preso hoy en una cárcel de Bagdad, sino un rechazo a la ocupación militar extranjera encabezada por los norteamericanos.

La demostración popular había sido organizada por el jefe radical chita Moqtada Sadr, un clérigo musulmán que fuera un enemigo jurado de Hussein durante el gobierno de este y que al principio había saludado su derrocamiento para mas adelante, no transcurrido mucho tiempo, convertirse en el más tenaz opositor a la ocupación norteamericana de su país.

Según la información trasmitida al mundo por los corresponsales de prensa extranjeros que presenciaron la manifestación del pasado sábado 9, decenas de miles de iraquíes se concentraron en la plaza central de Bagdad portando carteles con consignas denunciando la ocupación militar de los norteamericanos.

Un niño iraquí víctima de los ataques estadounidenses hospitalizado en un centro de sus agresores.

Dos gigantescos retratos, uno del Presidente Bush y otro del Primer Ministro británico Tony Blair, centraban la atención, caricaturizados como dos bestias de colmillos ensangrentados con una leyenda a los pies que decía: «Terroristas internacionales».

El clérigo Moqtada Sadr, hablando a la multitud allí congregada, señaló refiriéndose al Presidente Bush: «Ud. dijo que Estados Unidos se ha hecho mas seguro pero yo le respondo. Quizás Estados Unidos sea ahora mas seguro pero el resto del mundo es más peligroso».

Y aquí viene la pregunta que se debe hacer el pueblo americano. Si no había armas de destrucción masivas como denunciara falsamente el gobierno del Presidente Bush, si todo era una mentira colosal, que se le dijo al mundo para tratar de justificar la invasión de Irak, ¿ valió acaso la pena que murieran cien mil iraquíes y otros miles de norteamericanos como consecuencia de esta guerra absurda e innecesaria? La respuesta es no. Mil veces no.

Todo ha sido una terrible pesadilla que no terminará hasta que se cierre el capitulo de esta guerra donde no hay otra salida que la retirada total de las tropas norteamericanas de Irak.

Si como se dice, la voz del pueblo es la voz de Dios, ya habló el pueblo iraquí. Más muertes, para qué...