El pluriministro es el intérprete de los intereses mercantiles de Valparaíso. Hombre de negocios comprende que la competencia del Callao los pone en peligro. De allí su tesis en orden a asegurar la hegemonía de Chile sobre el Pacífico sur y el empeño en destruir -como expresa O’Higgins- “la unidad de los Perúes” plan que empuja Andrés Santa Cruz. En esa tarea acompañan a Portales los empresarios costeños de Perú. Se trata de una oligarquía blancoide residente en Lima y ligada por negocios a nuestro país. Como lo económico no es un fenómeno solitario, sino que se expresa ligado a otros factores hay que destacar que ese grupo pequeño, pero influyente, repudia tal proyecto porque supone el predominio de lo serrano sobre lo costeño. En otros términos, lo evalúa como la imposición de lo “indígena” sobre lo “eurocriollo”. Opera así la dicotomía sarmientina de “barbarie” versus “civilización”. Aunque el arquitecto de la Confederación Perú-Boliviana no es aymara, sino mestizo, igual es ridiculizado. Lo apodan “indio ordinario” y “cholo jetón”. Son racistas y no toleran que ellos -“caballeros de fina estampa” de la urbe que fuese asiento del Virreinato- pudiesen estar bajo esa tutela juzgada plebeya. Entonces, viendo privilegios amagados, se asocian al Chile portalino. Lo lamentarán, en 1879, con la Guerra del Pacífico.
Lo anotado explica que Santiago presente la conflagración como afán por liberar a Perú del imperialismo boliviano. De allí el Himno de Yungay y el peruanísimo grado de mariscal conferido a Manuel Bulnes. Decenas de peruanos anticrucistas se radican en el país. Imploran a Portales auxilio contra Santa Cruz que es visualizado como “indio repulsivo” y “macedón de caricatura”. Entre los asilados destacan Ramón Castilla y Felipe Pardo y Aliaga. También la viuda de Felipe Santiago Salaverry, caudillo fusilado por orden del Protector. Añádase a Agustín Gamarra y al séquito del general Vivanco (Lafuente, Bujanda, Torrico, Negrón, Frisancho, Arrisueño, Plasencia, Vidal, Eléspuru, Martínez...) Son, según Encina, los “peruanos decentes” que representan la “gente bien” de Lima, esa que repudia al “Napoleón de pacotilla” o “Alejandro Magno ordinario”. Así, en versainas, Pardo denosta a Santa Cruz. En lo militar se organiza una brigada que contribuye al fracaso del pronunciamiento de Quillota. Interviene después en la campaña restauradora. De esa hueste saldrán dos presidentes -Gamarra y Castilla- y el primogénito del poeta chilenófilo será jefe de Estado. Paradoja: Manuel Pardo al nacionalizar las salitreras desencadena la Guerra del Pacífico.
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