Vladislav Sourkov, el brazo derecho del presidente ruso Vladimir Putin -y que generalmente evita el contacto con la prensa-, ha acepado de conceder una entrevista a la revista semanal alemana Der Spiegel. El número 2 ruso aprovecha esta ocasión para hacer llegar un mensaje a sus amigos europeos: el ordenamiento y mejor control administrativo del país no ha concluido todavía y la solución pacífica del caso checheno tropieza aún a una oposición, en el seno del aparato estatal, de aquellas fuerzas que rechazan una Rusia Federal multi-étnica, a la vez ortodoxa y musulmana. El riesgo de un Golpe de Estado, como sucedió en el año 1991 no ha sido descartado.
Las entrevistas como aquella que Vladislav Surkov, subjefe de la Administración del Kremlin, ha concedido a la revista alemana Spiegel, valen oro para los expertos [1].
En estos últimos años, el Kremlin se atiene a un reglamento extremadamente sobrio a la hora de ofrecer evaluaciones tan sinceras de la situación política interna, usando para ello las alocuciones del presidente al Parlamento o sus conferencias de prensa y puentes televisivos con los ciudadanos, que son celebrados una vez al año.
Las escasas intervenciones de altos funcionarios del Kremlin en la prensa rusa o extranjera constituyen una excepción. Poco antes de los comicios presidenciales de 2004, por ejemplo, el jefe de la Administración del Kremlin Dmitri Medvedev esbozó los principales objetivos políticos de la campaña electoral en un artículo de carácter programático que fue publicado en la edición británica Financial Times. Acto seguido, semejantes discursos pasan al dominio de la clase política también en Rusia.
Las elecciones presidenciales de 2008 están cada vez más cerca, así que la entrevista de Vladislav Surkov a Spiegel representa un resumen lacónico pero bastante sincero de aquellos problemas políticos que Rusia y su Administración afrontan en vísperas de estos comicios, que conllevan inevitablemente ciertos elementos de inestabilidad como cualquier cambio del poder.
Refiriéndose a la situación de Rusia, Surkov hace caso omiso de las reformas y los procesos que se están operando en el terreno económico. Esta omisión demuestra que el Kremlin no interpreta la actual línea económica - suplantación de los beneficios sociales en especie por compensaciones monetarias, inminentes reformas de mercado en materia de educación y salud pública, o protestas que hay contra tales cambios - como una amenaza seria para la política aplicada hasta la fecha y la continuidad de este rumbo a raíz de la votación de 2008.
La única excepción en este sentido es la situación de Chechenia, donde la tasa del paro asciende a un 70 % según algunas estimaciones, probablemente exageradas. Surkov califica el hecho como «una catástrofe».
Sin embargo, hay amenazas más serias en el Cáucaso, desvinculado del resto de Rusia y monopolizado por los clanes locales. En primer término, se trata del radicalismo islámico, tanto de la vernácula como importado, al que están allanando el camino los «numerosos descuidos» de las autoridades, según la expresión de Surkov.
Como era de esperar, la postura del Kremlin con respecto al Cáucaso del Norte, donde ya no hay guerra pero todavía subsiste el terror, se mantiene en principio inalterable: esta región debe permanecer en el seno de Rusia, y a los terroristas les espera la cárcel, en el mejor caso para ellos, pero de ninguna forma las negociaciones.
No obstante, el terrorismo sigue siendo uno de los problemas más graves para el país. «En Rusia hay un terrorismo feroz» - confiesa el subjefe de la Administración del Kremlin al mencionar 250 atentados que se registraron aquí en el año pasado. El principal objetivo de las autoridades es impedir que las fuerzas chauvinistas y pronazis consigan provocar una oleada del extremismo islámico [2], lo cual se erigiría en un peligro muy serio para la integridad de una Rusia pluriétnica, ortodoxa y musulmana a la vez.
Es evidente que Surkov interpreta las acciones de grupos ultranacionalistas rusos, como el Partido Nacional Bolchevique de Eduard Limonov cuyos militantes extremistas ocuparon hace poco la sede del ministerio de Salud Pública y bloquearon la puerta de entrada al Kremlin, como una espoleta de los eventuales conflictos interétnicos en Rusia. Entretanto, varios analistas locales opinan que un peligro todavía mayor para la estabilidad de la actual línea política vendría de la posible alianza entre los nacionalistas rusos y los islamistas radicales, apuntada contra el régimen existente.
Los políticos y los ideólogos de la «corriente naranja», bautizada así de forma bastante convencional, están barajando esta clase de guiones en relación con Rusia. Aunque parezca extraño, no tienen miedo de mezclar en su paleta política el pardo nazi y el verde islámico con los colores democráticos de las revoluciones que se han producido recientemente en la CEI. No importa qué color salga con tal de que ayude a tambalear el régimen.
Vladislav Surkov está enterado, sin lugar a dudas, de tales propósitos desestabilizadores pero no cree que tengan éxito, independientemente del color en que se presenten. «Aquí no habrá rebeliones» - afirma él, aunque al mismo tiempo no descarta «intentonas golpistas».
En la boca de un alto funcionario del Kremlin o «número dos de Rusia», como lo define Spiegel, lo de «intentonas golpistas» adquiere connotaciones bastante serias y hasta amenazantes. A decir verdad, Surkov procura minimizar enseguida el efecto de sus palabras. «Por ahora, todo eso se sostiene sobre pies muy débiles» - precisa él.
La sinceridad es el valor más importante de la entrevista concedida por el subjefe de la Administración del Kremlin. Surkov no procura presentarlo todo como si Rusia tuviera un antídoto fuerte contra las «revoluciones naranja». Es el sistema pluripartidista en fase del desarrollo lo que podría funcionar como antídoto pero hay problemas enormes en este terreno.
«Nuestro sistema multipartidista es inestable - reconoce Surkov con mucha honestidad -. Es una de nuestras mayores debilidades». Rusia dista muchísimo de una situación ideal en que los partidos políticos puedan promover candidatos para la presidencia y para el Gobierno.
Aunque el movimiento «Rusia Unida» tiene mayoría constitucional en la Cámara baja del Parlamento y aspira a posicionarse en el ala derecha del espectro político, sus militantes todavía no han definido del todo la doctrina propia, así que resulta prematuro hablar de la auténtica unidad política e ideológica en las filas de esta organización.
«Con la composición actual del Parlamento, cuesta imaginar a quiénes podría traspasarse el poder sin que haya conflictos - confiesa Surkov a los reporteros alemanes -. Tomemos a los comunistas o a la fracción "Patria", con todo mi respeto no puedo imaginar qué sería del país en caso de que subieran al poder».
[1] « Der Western muss uns nicht lieben » por Uwe Klussmann y Walter Mayr. Der Spiegel 20 junio 2005.
[2] Dos corrientes de pensamiento se enfrentan desde hace siglos en Rusia: la primera considera el país como europeo y ortodoxo, el segundo como euroasiatista y multi-étnico. El Sr Surkov denuncia aquí una alianza posible entre los europeizantes y los islamistas para hacer implosionar el país con el apoyo de los anglo-sajones. Nota de la Redacción.
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