Mientras se acerca la celebración de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, Thierry Meyssan, presidente de la Red Voltaire, en entrevista concedida a fines de agosto al diario argelino El Khabar, hace un balance de la política del gobierno neoconservador durante los últimos cuatro años. En la misma echa abajo el discurso enarbolado por Washington acerca de la amenaza terrorista, cita los errores del Pentágono en Irak y menciona los futuros objetivos de desestabilización en el Medio Oriente.
El Khabar: Inmediatamente después de los atentados del 11 septiembre, ¿hasta qué punto han llegado las presiones a que ha estado usted sometido de dónde provenían?
Thierry Meyssan: Durante mi investigación sobre los atentados del 11 de septiembre, he enfrentado dos grandes dificultades: por una parte, el secreto de Defensa se aplicaba ya a todo lo relacionado con la «escena del crimen», estaba prohibido interrogar a los funcionarios y militares que estuvieron de guardia aquel día y, por otra, era necesario recopilar y verificar informaciones en diversos países a la vez, o sea, contar con un equipo. Pero no fui objeto de ninguna presión. A decir verdad, nadie imaginaba lo que yo estaba haciendo. Ni siquiera yo, pues ignoraba lo que iba a descubrir. Los problemas comenzaron en cuanto se publicó el libro. He recibido miles de amenazas de muerte por e-mail y por el correo postal y he sido objeto de una campaña internacional de difamación organizada con medios muy poderosos. Además, la sección estadounidense del Congreso Judío Mundial pagó páginas enteras de propaganda en los periódicos norteamericanos para disuadir a los libreros de vender mi libro y como sufrí también amenazas precisas, tuve que adoptar medidas de seguridad.
Usted ha descrito lo que denomina el «gobierno de la sombra» en los Estados Unidos. Según su criterio, ¿cuál será su futuro en los Estados Unidos en caso de que Bush pierda las elecciones?
Cualquiera de nosotros puede comprobar que George W. Bush carece de las condiciones necesarias para asumir la función a la que aspira. No sabe nada del mundo exterior. Antes de llegar a la Casa Blanca no había visitado México y nunca se había mandado a hacer un pasaporte. Durante su campaña electoral fue el hazmerreír de los presentadores de televisión al mostrar su ignorancia sobre todo lo referente a la política internacional y a la Defensa.
Se trata de hacernos creer que el poder será ejercido por sus consejeros más esclarecidos, en especial el grupo de los neoconservadores. Pero las marionetas no tienen consejeros, sino marionetistas. Durante los once primeros meses de su mandato, el poder estuvo en manos de su vicepresidente Dick Cheney. A partir del 11 de septiembre, pasó a manos de un grupo de oficiales nucleados en torno al general Ralph E. Eberhart. Se constituyó un gobierno militar fantasma que conoce, de modo permanente y en tiempo real, todas las informaciones que recibe la administración Bush y todas las decisiones que este toma. Si una catástrofe resquebrajara al gobierno, estos militares podrían asumir el relevo de inmediato.
Los Estados Unidos se militarizan gradualmente. El desmantelamiento de los servicios públicos no busca desarrollar una sociedad ultraliberal, sino transferir el poder al ejército. Este se ocupa ya de una parte del transporte aéreo civil, así como de una parte de la orientación de la juventud, y comparte los servicios de salud y sociales con las organizaciones religiosas, etc.
No es cambiando de presidente que se alcanzará la democracia. Hace falta algo más profundo. Mientras tanto, el proceso de militarización continúa. El ejército ya se ocupa de la seguridad interna. La cuestión es más bien saber lo que ocurrirá si las instituciones civiles entran en conflicto con el poder militar. Es probable que presenciemos entonces un golpe de Estado que no sería más que sacar a la luz una situación malsana.
¿Cree usted que George W. Bush obtendrá un segundo mandato?
La designación del presidente ya no corresponde a los ciudadanos. Esto se vio claramente en las elecciones del año 2000. Se organizaron fraudes masivos en todo el territorio, particularmente en La Florida, el Estado del cual es gobernador Jeb Bush (el hermano de George). La Corte Suprema decidió proclamar el resultado final sin que se pudiera examinar el escrutinio en La Florida. Los jueces, en su mayoría nombrados por George H. Bush (padre), hicieron presidente al hijo, George Junior. Después se supo que este había perdido en cuanto al número de votos y al número de los colegios electorales.
Este año el fraude será mayor aún. Varios millones de negros han sido privados de su derecho al voto, tal como en la época de la segregación, mediante leyes penales que varían según los Estados. Máquinas de votar, que permiten realizar cualquier truco, fueron instaladas en la mayoría de los Estados dirigidos por los republicanos, especialmente en California. Los diputados del Black Caucus, que habían impugnado inútilmente las elecciones del año 2000, solicitaron a Kofi Annan que la ONU enviase observadores a las elecciones de 2004. Obviamente, el gobierno Bush, que no deja de acusar a los gobiernos extranjeros de manipular fraudulentamente las elecciones, se opuso a todo control internacional en las elecciones estadounidenses.
En fin de cuentas, es una pequeña clase dirigente la que escogerá al presidente. Una parte de ella considera que la administración Bush monopoliza los dividendos de la guerra entre algunos allegados, y espera que Kerry comparta las ganancias en un círculo mayor. Así opinan grandes especuladores como Warren Buffet o George Soros. Pero otra parte se siente satisfecha con el imperialismo petrolero que garantiza el suministro energético del país y su economía basada en el despilfarro. En mi criterio, no hay nada decidido aún y acontecimientos más importantes pueden ocurrir en los próximos cuatro meses.
Irak se ha convertido en un lodazal para los EE.UU. En su criterio, ¿hasta qué límite están dispuestos los Estados Unidos a continuar involucrados allí? ¿Y hasta qué punto pueden esperar lograr sus objetivos?
A menudo la política de Washington parece incoherente, pero es porque no comprendemos los procesos de decisión. De hecho, los Estados Unidos no son un Estado-Nación y no tienen una visión clara de ellos mismos, ni del mundo que los rodea. Ni siquiera tienen en su vocabulario una palabra para designar su nacionalidad. Dicen que son americanos, y se sorprenden mucho cuando se les responde que los argentinos y los canadienses son también americanos. Es, por carencia, una determinada religiosidad cristiana lo que les sirve de identidad.
Cuando marcharon a Irak, la mayoría de los soldados norteamericanos no sabía ubicar este país en un mapamundi. El propio Pentágono se hacía una representación falsa de este, cuando ya habían sostenido una guerra por allá. Un ejemplo de ello es que a las fuerzas que enviaron al Kurdistán las equiparon como a las otras, creyendo que era una región desértica.
En Washington, las decisiones políticas no son el resultado de una visión a largo plazo, sino un compromiso en un momento dado entre dirigentes de multinacionales. A veces se dice que si el Consejo de Seguridad Nacional no rinde cuentas a los electores, es porque no le corresponde hacerlo, sino a sus accionistas. La decisión de invadir a Irak satisfacía diversos intereses asociados. Había quienes pensaban, junto a Henry Kissinger y a James Baker III, que los Estados Unidos deben controlar el mercado energético mundial y quieren apoderarse del petróleo. Estaban los que, junto a Paul Wolfowitz, consideran que todas las potencias políticas deben ser destruidas y dar paso a los mercados abiertos donde las multinacionales estadounidenses puedan saquear los recursos. Otros, junto a Richard Perle, soñaban con llevar a cabo el programa de Biltmore de 1942: desmantelar a los grandes estados del Medio Oriente, crear un micro-Estado palestino a donde deportar a las poblaciones árabes de Palestina y extender el Gran Israel. Y, sobre todo, estaban los generales que querían instalar bases militares permanentes para atenuar su retirada de Arabia Saudita. Hoy cada lobby hace su balance y constata que no cuadran las cuentas. Esta operación ha costado muy caro y ha dado pocos beneficios, aunque determinadas empresas -Halliburton o Lockheed Martin- han obtenido jugosas ganancias. Y lejos de concluir que deben retirarse de allí, la mayoría, tal como los jugadores de casino de Las Vegas, quieren doblar la apuesta. Se ha convertido en una cuestión de amor propio. En este caso, doblar la apuesta no significa aumentar las fuerzas en Irak, sino lanzarse sobre una nueva presa.
En su opinión, ¿cuál es la verdadera fuerza que representa Al Qaeda en Irak?
Habría que saber, ante todo, lo que Al Qaeda representa en sí misma. Si por estas palabras entendemos una organización internacional, con una jerarquía y una estrategia, entonces Al Qaeda no existe. Hay, por el contrario, una multitud de grupos en el mundo musulmán que comparten una misma ideología y están listos para pasar a la acción. Pero un medio sociológico no es una organización.
Es cierto que hay mujaidines extranjeros que han acudido a luchar al lado de los iraquíes, al igual que las Brigadas Internacionales combatieron al lado de los republicanos españoles contra los fascistas. Combatieron en nombre de su fe, y eso no los hace ser en absoluto islamistas radicales.
También hay seguramente integristas de mente estrecha entre los iraquíes que no tuvieron la posibilidad de organizarse bajo la dictadura de Sadam Husein. Sin embargo, ello no significa que estos miembros de la resistencia sean miembros de Al Qaeda.
En cuanto a las reivindicaciones de «Al Qaeda» de los secuestros, no son creíbles. Yo distingo, por supuesto, los secuestros con una reivindicación política de los cometidos por un bando de malhechores para obtener un rescate. Los «terroristas» exigen la partida de tal o más cual contingente extranjero para liberar a sus rehenes, pero nunca un Estado cederá ante este tipo de amenaza. Los que plantean estas reivindicaciones saben que no tienen ninguna oportunidad de alcanzarlas. Están decididos a matar a sus rehenes y sacan sus crímenes al escenario público para crear una crisis en la resistencia. Cada grupo se pregunta quién hace eso y sospecha de los demás. Pero siempre hay que preguntarse: «Quid Bonum?» («¿A quién beneficia el crimen?»). En definitiva, sólo beneficia al ocupante [1].
¿Es Abou Moussab Al Zarkaoui el brazo de Al Qaeda en Irak o representa a otra organización?
Hasta el show de Colin Powell en la ONU, Al Zarkaoui era siempre presentado como alguien ajeno a la vez a Osama Bin Laden y a Sadam Husein. De pronto, se le ha presentado como el vínculo entre ambos. No se sabe si está vivo: la CIA anunció su muerte y después le atribuyó nuevas acciones. La CIA explicó que se le había amputado una pierna, y después lo reconoció en la persona del asesino de Nicholas Berg, aunque este no presenta ningún impedimento físico.
Al atribuirle al espantajo de Bin Laden operaciones grandiosas como el 11 de septiembre y atentados artesanales como en Túnez, el mito perdió consistencia. Demasiado, es demasiado. Toda bomba que explota en el mundo es reivindicada por Bin Laden. Ya nadie lo cree. Zarkaoui es un espantajo totalmente nuevo. Listo para el relevo.
Hay centros de estudio que consideran que fuerzas vinculadas a Al Qaeda van a cometer ataques en Europa. ¿Qué piensa usted al respecto?
Creo que Al-CIA a menudo ha efectuado ataques en Europa a lo largo de los últimos cincuenta años. Los servicios secretos de la OTAN desarrollaron la estrategia de la tensión en los años 60 y 70. Por ejemplo, organizaron el atentado de la estación de Bologne, que fue atribuido a la extrema izquierda para justificar una ola de represión. Es muy posible que vuelvan a cometer ataques, ahora para culpar a los musulmanes.
No sabemos quien fomentó los atentados de Madrid. Pero investigaciones recientes del primer diario español, El Mundo, han mostrado que la hipótesis islámica es dudosa. Ahora se sabe que la policía ha destruido evidencias sistemáticamente y que las personas identificadas como aquellas que transportaron los explosivos eran agentes de la Guardia Civil.
¿Qué piensa usted acerca de los acontecimientos en Arabia Saudita? ¿Cree usted que los Estados Unidos desempeñan un papel en los mismos?
El derrocamiento del príncipe Abdallah se ha convertido en la prioridad de la Casa Blanca. Los acuerdos establecidos entre Ibn Seud y Franklin Roosevelt sobre el Quincy están a punto de expirar. Abdallah ha hecho saber que pondrá fin al monopolio de explotación del petróleo y que renegociará las royalties. Si lo hace, ello representará un golpe muy duro para la economía estadounidense, quizás hasta su hundimiento. Por ello la CIA trata de echarle a la espalda todos los males de la Tierra. Se alega que los aviones del 11 de septiembre hayan sido desviados por 15 sauditas, pero cuando Arabia Saudita exige que las autoridades estadounidenses establezcan las actas de defunción de los presuntos piratas aéreos, estas eluden hacerlo. Si el departamento de Justicia estableciera dichas actas de defunción, tendría que eliminar toda ambigüedad sobre la homonimia, mientras que los sauditas mostrarían que las personas acusadas siguen vivas.
Hace dos años, durante una reunión del Consejo Consultivo de Defensa en el Pentágono, se indicó claramente que la caída de los sauditas y la toma de la Meca eran los únicos medios de aniquilar el Islam.
Por otra parte, fueron poderosos servicios secretos los que organizaron los atentados de Ryad. El príncipe Abdallah así lo expresó; según su policía, todo fue fomentado por Al-Qaeda, es decir, por el Mossad. Los israelitas actúan aquí como asociados subalternos de Washington.
¿Qué futuro vislumbra usted para la región del Golfo Arábigo?
Permítame, ante todo, rechazar la noción de Golfo Arábigo y referirme, como hace la diplomacia francesa, a la de Golfo Arábigo-Pérsico. También los iraníes tienen legítimos derechos de acceso al Golfo.
La mayor parte de las reservas mundiales de petróleo se localiza en esta región. Esto despierta mucha codicia. En el pasado, la política de los Estados Unidos seguía las huellas del Imperio Británico. Escogían un socio privilegiado que utilizaban como gendarme de la región y no vacilaban en eliminar a este socio cuando se volvía demasiado goloso. Así, se apoyaron en la dictadura de los Pahlevi en Irán y después provocaron la caída del Shah cuando este manifestó sus intenciones de dominar la región por su cuenta. Los Estados Unidos se apoyaron entonces en la dictadura de Sadam Husein en Irak y la utilizaron para atacar a la revolución iraní; después hicieron a Sadam cometer errores cuando pretendió encarnar el panarabismo. Entonces desplazaron sus bases en Arabia Saudita para lanzar la Tormenta del Desierto. Este jueguito habría podido continuar indefinidamente, pero Washington cambió de estrategia desde el 11 de septiembre. Ya no se trata de ejercer una hegemonía en la región, sino una dominación imperial.
En este caso, Iraqi Freedom no persigue el objetivo de eliminar un reyezuelo molesto, sino el de ocupar un país de forma duradera. Los Estados Unidos quieren en lo adelante remodelar la región, o sea, hacer estallar a todos los grandes Estados, uno tras otro, para eliminar toda resistencia política de importancia. El proceso debería comenzar con la creación de un Kurdistán que provocase el estallido en cadena de Siria, Irán y Turquía. Desde la guerra de 1967, Israel desempeñaba el papel de suplente del ejército estadounidense en la región. Gradualmente, los intereses israelíes y estadounidenses se mezclaron, pero la política imperial puso en tela de juicio las bases de esta alianza. Con 200 000 hombres en Irak, el Pentágono ya no tiene la misma necesidad de Tsahal. En los próximos años, Washington se inmiscuirá en la vida política israelí para colocar en Tel-Aviv políticos bajo su control. Si Israel se muestra flexible, podrá continuar su expansionismo, pero si Tel-Aviv trata de imponer sus prioridades a Washington, se convertirá entonces en un obstáculo para el Imperio.
¿Cree usted que los Estados Unidos van a abrir nuevos frentes militares contra Irán y Siria?
Era política y militarmente absurdo atacar a Irak, pero la ideología imperial y el afán de lucro decidieron otra cosa. El mismo error puede repetirse. La camarilla en el poder en Washington desarrolla un odio obsesivo contra dos Estados de la región que se le enfrentan y no comprende la marcha de los acontecimientos. En el imaginario estadounidense, el Irán contemporáneo sigue siendo el de la revolución khomeynista y la Siria de Bachar El-Assad sigue siendo la de la dictadura militar de su padre. Sin embargo, el Pentágono no puede permitirse atacar a un Irán que podría, a su vez, bombardear las instalaciones nucleares israelíes. Es mucho menos arriesgado invadir a Siria que, sometida a un embargo, sólo dispone de un armamento obsoleto. Una operación como esa está técnicamente lista desde finales de junio y puede decidirse en cualquier momento según las circunstancias de la política interna estadounidense. Pero políticamente sería una locura atacar Damasco después de Bagdad; es querer destruir abiertamente los centros históricos de la cultura árabe; optar por la vía sin regreso de la Guerra de las Civilizaciones.
¿Cree usted que la Unión Europea va a participar en la estrategia de los EE.UU. tendiente a remodelar el mundo, o cree usted más bien que Francia mantendrá su propio prestigio al oponerse a las ambiciones estadounidenses?
La Unión Europea es un producto de la Guerra Fría. Fue concebida por los Estados Unidos para dar a Europa Occidental una estabilidad frente a la URSS. Desde la caída del Muro de Berlín, los europeos se han dividido entre Atlantistas e Independentistas y la Unión se ha paralizado. La entrada simultánea de Estados de Europa Central y Oriental, tanto en la OTAN como en la Unión, fortalece el campo atlantista. La nominación del Sr. Barroso, el candidato de Bush, como presidente de la Comisión, fortalece también a los atlantistas. Creo que el sueño de una unión política ha muerto. Todo eso va a diluirse en un gran mercado trasatlántico.
El sueño de una Europa política renacerá en torno a Francia, Bélgica y Alemania, que tomarán iniciativas comunes, por ejemplo, la creación común de sus embajadas en el extranjero.
Yo había pronosticado la crisis franco-estadounidense un año antes de que ocurriera. Creo que sólo está comenzando y que se profundizará a pesar de los períodos de distensión que puedan producirse. Por una parte, el proyecto imperial de los Estados Unidos entra en oposición con los intereses de las otras grandes potencias, con excepción quizás del Reino Unido, que espera estar asociado a él. Por otra, el proyecto de Guerra de las Civilizaciones se opone a la concepción francesa de la República. Por supuesto, «Libertad, Igualdad, Fraternidad» constituye un ideal que jamás se ha puesto en práctica, pero la idea de una igualdad, cualquiera que sea la comunidad de origen de los ciudadanos, forma parte de la República Francesa. Fue porque la República era incapaz de asumir la contradicción entre este ideal y la práctica del doble colegio electoral en Argelia, que no podía mantenerse allí. Por esa misma razón Francia no puede aceptar el imperialismo estadounidense. Más aún, la Guerra de las Civilizaciones a escala planetaria significa la guerra civil en Francia. Jacques Chirac lo ha comprendido. Se opone a los Estados Unidos porque defiende la esencia de la República Francesa. Por el contrario, numerosos políticos de su mismo partido, como Nicolas Sarkozy, preconizan el alineamiento junto a los Estados Unidos porque estos son los más fuertes. Forzosamente habrá contradicciones en la política exterior de Francia, pero llevada por el peso de las circunstancias, siempre retornará a la posición gaullista.
Le doy las más sentidas gracias a usted y a su equipo.
[1] Cuando se celebró esta entrevista, los periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot no habían sido secuestrados aún
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