Ted Rall, periodista y escritor canadiense, nos presenta un interesante breve documento: la transcripción de un diálogo en el proceso que se le sigue a Saddam Hussein en Irak, bajo la dominación norteamericana actual.
Ted Rall ha escrito varios libros, el último de los cuales se titula “La guerra del gas: la verdad detrás de la ocupación estadounidense de Afganistán”. En este diálogo, como el lector advertirá, se colige que el cinismo de Estados Unidos es mucho mayor que el del ex líder iraquí. El diálogo, bajo el título “El proceso de Saddam Hussein”, lo publicó el periódico web “Piel de Leopardo”. Veámoslo, ya que no tiene desperdicio:
- Buenos días, señor Hussein. Yo soy Rahed Jouhi, procurador general a cargo de instruir el proceso del pueblo iraquí contra usted.
- Sé quien es usted.
- ¿Es usted Saddam Hussein y residía en la calle del Hueco de la Rata, No. 4, sótano 1º, Ad Dwar, provincia de Salahuddin?
- El mismo: ¡el único!
- Bien. Se le acusa de diversos delitos graves. Comencemos por su guerra contra Irán, que dejó más de un millón de muertos iraquíes e iraníes, entre 1980 y 1988 y nuestra economía nacional destruida.
- Déjeme explicarle. Yo quería abandonar esa guerra estúpida tan pronto como los iraníes comenzaron a responder, pero el Secretario de Estado George Schultz no dejaba de acosarme. Me llamaba todo el tiempo, en medio de la noche, como si en todo el planeta fuera la misma hora que en Washington. No te rindas, Saddie, me decía. No seas gallina. Eres nuestra fortaleza estratégica contra Irán. Debo decir que eso me halagaba. Cuando el Gran Satán en persona le dice a usted que lo necesita, ¿Cómo rehusar? Además, el presidente Reagan me enviaba plata y bombas.
- ¿Usted utilizó un gas neurotóxico contra los iraníes, contraviniendo el protocolo de Ginebra de 1925, que prohíbe la utilización de armas químicas?
- Bueno, quiero decir que, ufff, Donald Rusmfeld me disculpó. Sabe usted, Rumsfeld era el enviado especial de Reagan en Medio Oriente, creo que en 1983 y me vino a visitar en palacio. Celebramos juntos el Ramadán, fuimos a varios espectáculos, era mi cuate, ¿ah? Aunque si uno lo oye hablar hoy, ¡juraría todo lo contrario! Pero en esta época, Rummy estaba a mis pies. El me dijo que el presidente lo había autorizado a darme una “ayuda ilimitada” para que yo llegara hasta a Teherán. Los estadounidenses sabían que yo gaseaba a los iraníes chiítas a todo dar, ¡y eso les encantaba! Recuerde que estaban furiosos todavía a causa de la historia de los rehenes. Es la razón por la cual me ofrecieron relaciones diplomáticas irrestrictas. Yo me dije: hay que ver el barrio donde estoy, entre los israelíes locos de atar que bombardean mi central nuclear, y los sauditas al sur que decapitan sus princesas, yo tenía necesidad de un amigo, Rummy tenía necesidad de un amigo, estábamos hechos para entendernos.
- Señor Hussein, ¿lanzó usted gas sobre 5000 kurdos en Halabja?
- Fueron más bien los iraníes. Un momento (revisa sus papeles) ...aquí está. Stephen Pelletiere, el principal analista político de la CIA en el asunto de Irak durante los años 80, escribió un artículo referente a esto en el New York Times en el mes de enero. Dijo que efectivamente, se lanzó gas a los kurdos durante una batalla contra las fuerzas iraníes, pero que la CIA “no puede afirmar con certidumbre que son armas químicas iraquíes las que mataron a los kurdos... La condición de sus restos mortales indicaba que la muerte fue causada por tóxico sanguíneo, es decir, un gas a base de cianuro, cuyo uso por parte de los iraníes era materia conocida. Los iraquíes, de los que se sospecha que usaron gas mostaza en esta batalla, no parecían estar en posesión de tóxicos de acción sanguínea en ese momento”. Fue Rumsfeld quien dio el permiso para el gas mostaza.
- Si, pero aún así, ¡sus soldados utilizaron un gas tóxico! ¿No se da usted cuenta que fue demasiado lejos?
- ¿Cuántas veces tendré que repetírselo? ¡Los estadounidenses encontraban que yo no iba lo suficientemente lejos! Les dije que yo quería finalizar esta guerra, pero Reagan no quería que yo me sometiera a un “cambio de régimen”, que es lo que reclamaba Jomeini para poner fin al conflicto. Reagan hizo que su director de la CIA, Bill Casey, me enviara toneladas de bombas de fragmentación de Chile, pero los iraníes siguieron combatiendo.
- Bueno. ¿En qué momento decidió usted invadir Kuwait?
- Hay un malentendido. Escúcheme, los chicos de la OPEP nos empujaban a hacer algo porque los kuwaitíes sobrepasaban los límites de producción autorizados y provocaban caídas de precios. “Son tu problema”, me decían. Así que yo me dije: ¿Por qué no matar tres pájaros de sólo un tiro? Es decir, la reunificación de una provincia que los británicos dividieron de manera completamente arbitraria; la satisfacción de la OPEP y poner fin a la desagradable costumbre que tienen los kuwaitíes de perforar nuestras plataformas petroleras. Pero yo era un leal empleado de la CIA. Jamás habría tenido la idea de hacer algo así antes de hablar con mis jefes de la Administración Bush.
Yo encargué a mis servicios secretos de información de analizar las declaraciones de la Casa Blanca, con el fin de determinar si la invasión les parecía inconveniente. El 24 de julio de 1990, una semana antes de la invasión, la portavoz del Departamento de Estado de los EEUU, Margaret Tutwiler, dijo: “No tenemos tratado de defensa con Kuwait, ni tratado de asistencia u otro compromiso en relación con la seguridad de Kuwait”.
El 31 de julio, el representante Lee Hamilton, preguntó al secretario de Estado adjunto, John Kelly, quien comparecía ante la subcomisión parlamentaria de relaciones exteriores, si era cierto que los Estados Unidos no enviaría tropas si Kuwait era invadido. “Exactamente” respondió Kelly. Ambos, el secretario de defensa Dick Cheney y la embajadora estadunidense en Irak, April Glaspie, me afirmaron que yo podía hacer polvo a Kuwait. Y después, cuando lo hice, ¡pretendieron que nunca habíamos hablado! Eso demuestra que no hay que cerrar trato con un intemediario.
- Hummm.. Su señoría, ¡solicito el fin de la sesión!
- Usted no ha preguntado nada sobre las armas de destrucción masiva. ¡Hablemos del tema!
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