Algunos días después de la muerte de cerca de mil peregrinos chiítas en la estampida producida en un puente de Bagdad, Jalal Talabani no deja de criticar fuertemente a los países árabes, que, según el presidente iraquí, no sólo se han negado a establecer verdaderas relaciones diplomáticas con su país sino que también dudaron en presentar sus condolencias y ofrecer su apoyo al pueblo iraquí. Evidentemente, había que auxiliar a las víctimas de esa desbandada, sobre todo si se trata de nuestros hermanos árabes que merecen los millones de dólares que nuestros gobiernos han enviado a las víctimas del ciclón Katrina. Pero ello no impide que Talabani se equivoque en cuanto a la cuestión de la representación diplomática.
Felizmente, Talabani criticó a los países árabes, recordando que Irak forma parte del mundo árabe, y sobre todo porque instó, junto a otros responsables del gobierno fantoche, a enterrar la identidad árabe de Irak. Peor aún, su colaborador Barzani es alérgico a todo texto, en la nueva constitución, en que se confirme la identidad árabe o musulmana del país. Por consiguiente, ¿cómo rechazan el carácter árabe de Irak cuando continuamente solicitan a los gobiernos árabes que envíen a sus embajadores a Bagdad? ¿Cómo aceptan dividir el país y modificar su identidad? Talabani preside un país bajo la ocupación directa de los Estados Unidos, y en derecho internacional se prohíbe el establecimiento de relaciones diplomáticas con un Estado sin soberanía.
Si partimos de la suposición de que el gobierno iraquí es legal, ¿acaso Talabani y Jaafari pueden garantizar la seguridad de los embajadores árabes? ¿Acaso pueden impedir que se repita lo que pasó con los de Egipto y Argelia? Si ellos no pueden garantizar su propia seguridad, ¿cómo van a garantizar la de los embajadores árabes? Las condiciones en Irak se agravan cada vez más y el ciudadano iraquí, testigo de la democracia impuesta por los tanques estadounidenses, incluso no tiene ni agua para beber. Por esa razón, pedimos al presidente títere que reconozca que sus aliados estadounidenses han asesinado a cien mil iraquíes mediante una ocupación que ha sido posible gracias a gentes como él. Por lo tanto, es él, en primer lugar, quien tiene que presentar su pésame a las familias de los mártires iraquíes antes de pedir a los países árabes que lo hagan.
El presidente del gobierno títere en Irak aplica una suerte de dictadura y tiranía con el objetivo de dividir al país y eliminar el papel regional de Bagdad. Ello sólo servirá a los intereses de la administración Bush y a los del Estado hebreo. El hecho de que Talabani sea el presidente de Irak no nos molesta, pero cuando se trate de un Irak soberano, unido y democrático, no de un país bajo la ocupación estadounidense. El día en que el nuevo Irak salga de su entorno estadounidense para volver a ocupar su lugar en el mundo árabe, los embajadores volverán sin ser invitados.
«الطالباني وعروبة العراق»,por Abdel Bari Atouan, Arabrenewal, 6 de septiembre de 2005.
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