La tercera parte de la población palestina ha sido convocada a las urnas para elegir a los miembros del Consejo Legislativo cuya tarea será supervisar las acciones de la Autoridad Nacional. Un acontecimiento que debe recordarnos que alrededor de seis millones de refugiados palestinos no participarán en este hecho histórico.
Estas elecciones, a pesar de no ser verdaderamente democráticas teniendo en cuenta que han sido organizadas en presencia del ocupante israelí, podrán constituir, por motivos diferentes, un punto decisivo en la vida política palestina y en el conflicto árabe-israelí. En caso de ser organizadas de manera democrática, las elecciones pondrán fin a todo un período de dominación de un solo partido e iniciarán una verdadera pluralidad política y mediática. Permitirán asimismo acabar con la corrupción que ha caracterizado la gobernabilidad y juzgar a los responsables. Se ha previsto además que los resultados de las elecciones cambien la visión dominante que ha permitido a un grupo de personas negociar en nombre del pueblo palestino sin contar con su aprobación. Negociaciones que ponen en tela de juicio, entre otros, el derecho al retorno y el de fundar un Estado palestino cuya capital sería Jerusalén.
Es cierto que el nuevo Consejo Legislativo reflejará estos cambios con toda objetividad, pero no debe seguir los pasos de los parlamentos de los regímenes árabes. Este mismo Consejo no debe permitir que se lleven a cabo negociaciones secretas o se adopten acuerdos catastróficos como los de Oslo. Las elecciones son la prueba más importante que debe enfrentar un pueblo ocupado por Israel. Es momento propicio para dar el ejemplo de una democracia nacional que velará por el bienestar de su pueblo y que lo ayudará a materializar sus aspiraciones.
«الاختبار الديمقراطي الفلسطيني», por Abdel Bari Atouan, Alquds- Alarabi, 25 de enero de 2006.
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