La difícil situación en que se encuentra el gobierno sirio después de las acusaciones de Mehlis requiere una gestión estratégica razonable y muy precisa para evitar posibles sanciones.
Siria tiene dos opciones con respecto al informe Mehlis. La primera es la de Sadam, o sea, negarse a colaborar eficazmente con la ONU y con Mehlis. Por tanto, no entregar a los siete sospechosos mencionados en el informe. La segunda alternativa es la de Kadhafi. En otras palabras, el sometimiento incondicional a las presiones estadounidenses traducido en la entrega de todos los acusados, en el desmantelamiento de los programas nucleares y químicos, en la colaboración ilimitada con los servicios y las políticas estadounidenses y en el cambio radical de las políticas del régimen y de la orientación de éstas.
El problema es que el caso de Siria, con su ubicación geográfica y sus altos funcionarios acusados en el informe, es muy diferente el de Libia. El gobierno de Bush aprovechará sin duda ese informe para sancionar al gobierno de El Assad. Sobre todo porque éste sigue negándose a servir los intereses estadounidenses en la región, mientras que los neoconservadores exigen una sumisión total por parte de los dirigentes árabes. El presidente sirio se encontrará solo ante las presiones estadounidenses. Sus amigos y los de su padre van a abandonarlo sometiéndose a los dictados estadounidenses que les aseguran su permanencia en el poder.
La lectura del informe Mehlis permite sacar tres conclusiones principales. La primera se refiere a Ghazi Kanan, cuyo nombre no figura en la lista de los acusados. Esta ausencia hace dudosa la hipótesis de un suicidio, y da más credibilidad a las versiones que hablan de un probable asesinato que le impida asumir el poder y representar al gobierno estadounidense tras la caída del régimen en Damasco. La segunda conclusión confirma que ningún dirigente árabe posee un estatus superior a los otros. El informe Mehlis ha demostrado que todas las llamadas telefónicas del presidente Lahoud y de los otros altos funcionarios libaneses han sido grabadas en algún lugar de Washington o de Tel-Aviv. La tercera y última conclusión tiene que ver con los intentos de involucrar directa o indirectamente a responsables palestinos en el asesinato de Hariri. Esto, en el futuro, servirá para algún manejo político en el Líbano o Siria.
_ Colaborar o no con Mehlis no cambiará mucho la situación. Además, la experiencia iraquí y libia nos ha enseñado donde comienzan y dónde terminan las exigencias estadounidenses. Es decir, la humillación y la pérdida de la dignidad nacional y personal. Sin embargo, contar con la intervención de Rusia o China para impedir las sanciones en la ONU no es algo seguro. Por una sencilla razón: los árabes no merecen ni credibilidad ni respeto.
«المأزق السوري الأخطر», por َAbdel Bari Atouan, Alquds al-Arabi , 22 de octubre de 2005.
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