La victoria de Hamas en unas elecciones que se desarrollaron de manera democrática en los territorios ocupados sorprendió a los regímenes árabes. Una victoria que servirá al movimiento para guiar al país y aliviar las presiones de Estados Unidos y Europa que piden reformas.
Lo ocurrido en la franja de Gaza y en Cisjordania es una copia fiel de lo ocurrido en Argelia durante las elecciones de 1991. Los argelinos votaron por el Frente Islámico de Salvación (FIS) no porque fueran extremistas sino porque querían enterrar un régimen corrupto por medio de elecciones democráticas. La principal diferencia radica en que el grupo de presión militar reinante en Argelia en aquella época rechazó los resultados y no vaciló en anularlos algunos días después, con lo que anunció el inicio de una sangrienta guerra que cobró la vida de una decena de miles de inocentes. Pero, en el caso palestino, la Autoridad y su presidente Mahmud Abbas insistieron en organizar el proceso electoral y en respetar sus resultados.
Para los regímenes árabes, y sobre todo para el de Egipto, la reacción estadounidense ante la victoria de Hamas constituye un elemento más al servicio de su política de opresión y falsificación de los resultados electorales para reinar el mayor tiempo posible. Justifican de este modo su ocupación del poder a través de necesidades de seguridad en la región teniendo en cuenta que las elecciones democráticas servirán en primer lugar los intereses de los grupos de extremistas islamistas. Además, el gobierno israelí ha adoptado esta visión y la ha dictado a los dirigentes estadounidenses y europeos.
No es primera vez que la administración Bush se equivoca en su lectura de la situación en los territorios ocupados. Una derrota debida principalmente al hecho de que a la hora de elaborar sus políticas este gobierno se basa en los cálculos israelíes y en los de algunos expertos del Oriente Medio pertenecientes a centros de estudios localizados en Egipto y en la Palestina ocupada. Y hay algo peor, los neoconservadores corren el riesgo de cometer un error catastrófico al negarse a apoyar financieramente al gobierno que formará el movimiento islámico. Dicho con otras palabras, quieren castigar al pueblo palestino por su acto electoral y democrático al mismo tiempo que lo empujan cada vez más hacia el extremismo. La decisión de Estados Unidos demuestra que este último insiste en cooperar con dictaduras, siempre que estas sigan firmando acuerdos de paz con el Estado hebreo, aprobando plenamente las políticas estadounidenses en Irak y Afganistán y apoyando una posible guerra contra Teherán.
Hamas ha demostrado ser mucho más inteligente y civilizado que el gobierno de Bush, sobre todo por haber declarado su voluntad manifiesta de cooperar con la comunidad internacional. La administración estadounidense, que dirige el mundo libre y democrático, declaró la guerra contra la elección palestina sólo dos días después de los comicios que ella misma calificó de democráticos. Es cierto que el movimiento islámico debe asumir una pesada responsabilidad, pero su falta de experiencia en la gestión de una autoridad corrupta como la de Abu Mazen y su política antiestadounidense le conceden el derecho de errar.
La negativa euro-estadounidense a apoyar financieramente al gobierno previsto por Hamas puede complicar la tarea del movimiento. Pero, felizmente, siempre existen otras alternativas y una de las más importantes sigue siendo el apoyo iraní. Sí, se habla de un posible apoyo iraní ya que estamos seguros de que los regímenes árabes no se apurarán nunca en apoyar a Hamas.
«أنظمة العرب وفوز حماس», por Abdel Bari Atouan, Al Quds Al Arabi, 30 de enero de 2006.
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