Hubiéramos preferido que las manifestaciones en el mundo árabe-musulmán se hubieran limitado a una expresión pacífica y no hubieran constituido actos agresivos como el ataque a embajadas y consulados daneses. Es cierto que se trata de actos lamentables y no justificados, pero comprendemos el estado de irritación que ha invadido a mil millones y medio de musulmanes tras la publicación de las caricaturas del profeta Mahoma. Se trata de dibujos irresponsables que reflejan una visión racista que llama al odio hacia el Islam.
Boicotear los productos de los países «agresores» es un acto civilizado y legal. Además, un boicot de este tipo puede tener una influencia considerable. Es el medio más eficaz para presionar a los gobiernos capitalistas occidentales. En ese mismo contexto, la prensa debe hacer gala de responsabilidad ética, previendo las consecuencias de sus publicaciones. Visto así, estos dibujos reflejan una ignorancia flagrante y una tendencia provocadora no sólo a la humillación de los musulmanes, sino a toda persona que crea en el diálogo civilizado.
El fenómeno de la islamofobia ha ido en ascenso desde los sucesos del 11 de septiembre. Se reflejó en los ataques racistas a través de los medios de derecha en Europa. El redactor jefe del diario danés que publicó las caricaturas hubiera debido zanjar el problema pidiendo disculpas a la comunidad musulmana, pero ha preferido hacer lo contrario. Peor aún, ha vuelto a publicarlas cuatro meses después, tratando de humillar a la comunidad en cuestión. La libertad de expresión no quiere decir libertad para ultrajar. Si hubiéramos acusado a Jesús o a Moisés de terrorismo, más personas aún hubieran salido a las calles en el mundo, e incluso en los países árabe-musulmanes, pues el Islam reconoce y respeta las demás religiones y los demás profetas.
Sabemos que un redactor jefe en un periódico tiene derecho a impedir o a dejar que se publique un producto. Además, todos los días los periódicos y demás medios de comunicación reciben millares de artículos, cartas y comentarios que no publican. Un periódico británico no puede, por ejemplo, acusar a alguien de terrorista si no tiene suficientes pruebas.
Atentar contra una persona es un delito, mientras que atacar al profeta Mahoma, humillarlo y tratarlo como terrorista no se considera delito, sino libertad de expresión. Sin embargo, ésta última no impidió el arresto del imán Abu Hamza Al Massri, acusado de incitar a los musulmanes al odio. Al mismo tiempo, esta libertad de expresión no fue invocada al producirse el arresto del escritor David Irving en Austria por haber puesto en tela de juicio el Holocausto, etc.
Es cierto que la libertad de expresión debe ser estimulada y protegida, pero lo que es inadmisible es dejar que sea utilizada por algunos racistas como caballo de Troya.
«! حرية تعبير ام حرية الاساءة», por Abdel Bari Atouan, Al Quds Al Arabi, 6 de febrero de 2006.
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