Hace diez años, los diplomáticos estadounidenses encerraron en Dayton a los representantes de las diversas comunidades religiosas de Yugoslavia. En aquellos momentos, dichos representantes fueron llamados a elaborar una constitución que permitiese encontrar una solución para la guerra «civil» en que se debatía el país.
Los protagonistas de los Acuerdos de Dayton lograron poner fin a la guerra en Bosnia, pero sin aplicar un plan destinado a administrar el país. Esto, además, es lo que justifica el hecho de que Bosnia siga bajo el protectorado de la comunidad internacional, que garantiza la seguridad en dicho territorio mediante las fuerzas de la ONU y que ha designado allí a un gobernador administrativo que goza de plenos poderes.
En el Bagdad de hoy, tal como ocurrió en Dayton hace diez años, se requieren las mismas condiciones para solucionar el problema. Las tres comunidades principales, a saber, los sunnitas, los chiítas y los kurdos deben decidir en conjunto su destino. No obstante, aunque los acuerdos entre las comunidades bosnias han posibilitado un cese al fuego en el país, no han permitido, sin embargo, la instauración de un gobierno independiente.
Es cierto que existe una gran diferencia entre el comportamiento de la operación constitucional en el Bagdad de nuestros días y el que tuvo lugar en Dayton hace diez años. La diferencia que más salta a la vista tiene que ver con la comunidad internacional y con su compromiso ante los dos países en cuestión. Hace diez años, la prioridad de los dirigentes internacionales era garantizar la estabilidad y la seguridad en Bosnia antes de pasar a la segunda fase, o sea, la de elaborar la constitución del país. Infelizmente, los protagonistas de ayer ya no pueden desempeñar hoy el mismo papel en Irak. Y lo que es peor aún, los Estados Unidos, contrariamente a lo ocurrido en Bosnia, obligan a que se aplique una constitución en Irak antes de solucionar allí los problemas de orden y de seguridad. Una constitución impuesta y basada en las negociaciones actuales sólo puede provocar una división del país en tres partes rivales que no vacilarán en desencadenar una guerra civil peor que la existente en el país en estos momentos.
Los Acuerdos de Dayton constituyeron una gran proeza para la diplomacia estadounidense y su representante Richard Holbrooke. Por su parte, el actual embajador en Irak, Zalmay Khalilzad, se ha enfrentado a una situación más complicada sin tener muchas cartas que jugar.
«الدستور العراقي من دايتون إلى بغداد», por James Dobbins, Al Watan, 24 de noviembre de 2005.
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