La OTAN está dañada. Esta constatación no se vio nunca tan clara como en la Cumbre de ministros de Relaciones Exteriores de la OTAN, celebrada en Bruselas, y que vio a Condoleezza Rice sentarse una vez más en el banquillo de los acusados. Ella no pudo refutar en lo absoluto las acusaciones de sus colegas –a no ser vagas promesas que deberían ser evidentes para una superpotencia: se respetarán los Derechos Humanos, la tortura no es permitida y, por supuesto, lo que no autorizan las leyes estadounidenses tampoco lo será fuera de las fronteras de los Estados Unidos. Que Rice haya tenido que recordar esto no resulta tranquilizador, sino, por el contrario, es preocupante.

La política exterior del gobierno de Bush atraviesa un período sombrío. Contrariamente a la guerra en Irak, para la que podía contar siempre con algunos países miembros europeos que la apoyaban, en lo que respecta al tema de la tortura tiene que encararse a un frente unido. A esto se añade el hecho de que la ministra de Relaciones Exteriores no contaba con nada para poder esclarecer la situación o atenuar las acusaciones lanzadas contra la política de los Estados Unidos.

Esta crisis ocurre en momentos en que la Alianza Atlántica atraviesa una fase difícil. En Afganistán debe prepararse para una operación militar de enorme envergadura. En Irak, las tropas anglo-estadounidenses necesitan más que nunca la ayuda de la OTAN para estabilizar la situación. Y en Europa la gente se pregunta, con razón, cómo intervenir en el futuro en los focos de crisis al lado de una superpotencia que no respeta los valores que afirma defender mediante su acción político-militar.

La política exterior norteamericana está abocada a un desastre. Además de los problemas que enfrenta en otras partes del mundo, ahora tiene que enfrentar también el escepticismo de sus aliados. Sea cual sea el saldo que se saque del viaje de Condoleeza Rice, a pesar de las fotos con apretones de mano y las declaraciones tranquilizadoras –en materia de estabilidad de las relaciones y de confianza entre los asociados– se ha perdido una oportunidad. Eso es grave porque después de las revelaciones sobre las falsas pruebas que llevaron a invadir a Irak, después de la tortura en las cárceles iraquíes y de los vuelos secretos de la CIA, es más importante que nunca llevar a los Estados Unidos a un proceso multilateral como el que reina en la Alianza. Pero eso sólo puede lograrse si todos los miembros de la OTAN recuperan la confianza mutuamente perdida.

Fuente
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«Die USA auf der Anklagebank», por Detlef Drewes, Braunschweiger Zeitung, 13 de diciembre de 2005.