Desde hace años Rusia considera sus reservas energéticas como un instrumento para alcanzar sus propios objetivos estratégicos. Moscú trata de recuperar una posición de gran potencia, pero no parece comprender que, con sus métodos, se desdice totalmente como socia comercial.
La disputa entre Moscú y Kiev debe representar una advertencia para la Unión Europea. En vez de intensificar nuestra dependencia de Rusia, hay que encontrar una política energética alternativa. La guerra del gas entre Rusia y Ucrania amenaza con afectar a todo el resto del continente europeo. Al utilizar el gas como medio de presión Vladimir Putin se afirma como un socio comercial que no es digno de confianza, no sólo para Ucrania sino para toda la Unión Europea. No obstante, Europa depende desde hace años del gas ruso y, por tanto, será la primera afectada por cualquier conflicto que surja en ese sentido. Es por ello que debe presionar a Putin y a Yushchenko para que vuelvan a la mesa de negociaciones y elaboren un acuerdo que ponga fin al problema. Las relaciones entre Ucrania y Rusia no son un asunto bilateral, sino una cuestión que incumbe a toda Europa.
«Rosja zakręca kurek», por Mariusz Przybylski, Rzezpospolita, 2 de enero de 2006.
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