En abierto desafío a la comunidad internacional, el régimen presidido por Mahmud Ahmadineyad rompió los sellos que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) había puesto en las instalaciones nucleares iraníes y reanudó su programa nuclear. Irán ha sostenido que ese programa sólo tiende a la producción de energía nuclear pero, en verdad, muchos opinan que lo que busca Teherán es construir armas nucleares.
La reanudación del programa de enriquecimiento de uranio constituye una ofensa para las cancillerías francesa, británica y alemana. No obstante, sumidos en el atolladero que representa Irak, Estados Unidos sólo puede actuar en coordinación con los europeos. El problema es grave y muestra que el gobierno iraní no está dispuesto a ceder a las presiones internacionales. En tales condiciones, lo ideal sería que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte una resolución que prevea una serie de sanciones que incluyan hasta el uso de la fuerza, pero los vínculos de Irán con Rusia y China protegen por el momento al régimen iraní. Su posición como cuarto productor mundial de petróleo lo protege igualmente en momentos en que suben los precios del barril. Si Irán adquiere el arma atómica, esta región desestabilizada sufrirá la amenaza de un nuevo factor de riesgo.
Israel, en particular, se preocupa con razón por el discurso negacionista y por las declaraciones que afirman que Israel debe ser borrado del mapa. Aunque Irán no sea un país árabe, el antisemitismo está muy arraigado allí y es el principal enemigo de Israel. El peligro para los judíos es, por tanto, real. Hay que enfrentar el antisemitismo nuclear, es preciso combatirlo.
Asimismo, es vergonzoso que las declaraciones antisemitas de Hugo Chávez, el amigo de Ahmadineyad, hayan provocado tan pocas reacciones.
«El peligro de Irán», por Rafael Nieto Loaiza, El Tiempo, 12 de enero de 2006.
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