Persistente, inquebrantable, ha sido el escepticismo de las mayorías nacionales, con respecto a los políticos de profesión. Porcentajes de abstención del 50 y más por ciento durante cerca de un siglo (ver artículo Libardo Sarmiento), denotan una grave problemática pública. Sin duda expresión fidedigna de la despolitización de millones de connacionales, pero también, sin duda, manifestación de escepticismo respecto de lo que les depara el futuro; y sin duda, incredulidad en lo que harán por ellos, los políticos profesionales para construir un futuro mejor.
Inmensa realidad para transformar. No se podrá construir democracia real en ningún país mientras los gobernantes ejerzan sus mandatos con porcentajes reales del 30 por ciento o menos del voto efectivo. Esto sin relacionar la participación diaria, en el entorno donde se vive y se trabaja, que debe involucrar a la totalidad de los trabajadores y vecinos.
Reto por superar, aún mayor, para una colectividad de izquierda, que por principio pretende estimular y obtener una creciente e inmensa participación de los habitantes de un territorio dado. El político, según una visión de izquierda, es un delegado ocasional de su pueblo, que estimula, acompaña y propicia diversidad de procesos, pero que por ningún motivo tiene como proyecto de vida sustituir a sus representados. La democracia directa, en asambleas públicas, con rotación de funciones, con información servida a tiempo para todos, deben ser parte de esos procesos que politizan y abren el gobierno a todos los ciudadanos.
El Congreso de un país no puede estar ajeno a estos preceptos, y una colectividad de izquierda debe asumir el reto de lograr que así sea. Sabiendo que en Colombia esta institución la recubre la fama de epicentro de inmensa corrupción e ineptitud, centro para la defensa de intereses privados del capital nacional e internacional, que quienes allí llegan quieren jubilarse como “padres de la patria”, ¿cómo hacer para transformar esa realidad, o al menos para no postrarse ante ella?
Esas son inquietudes y reflexiones que deben acompañar a la bancada del Polo Democrático Alternativo (PDA), que en minoría empieza una nueva legislatura este 20 de julio, y que como insecto indefenso será aplanada por la mayoría oficialista.
Agenda popular
Como se reconoce, la política es un ejercicio, un proceso para acumular fuerzas propias y destruir o neutralizar las adversarias. Su meta estratégica es alcanzar el poder o controlarlo para beneficio, en el caso de la izquierda, de los pobres y excluidos de siempre, es decir, de la mayoría nacional. Para que así sea, en el proceso de lucha constante contra el contrario, se debe obtener, cada vez con mejores indicadores, la participación y la decisión de los habitantes de un territorio dado.
Logro que no se puede conseguir sino se generan confianzas, sino se ponen en marcha métodos, estilos y procedimientos de nuevo tipo que evidencien ante todos, en este caso los más escépticos, tal vez los más despolitizados, los que nunca votan, que de verdad se quiere el poder para destruirlo, es decir, para que se disuelva entre todos, para que sirva a todos.
Y es allí donde la agenda del Congreso puede jugar un importante papel. Reconociendo que se es minoría, que los intereses que lo controlan defienden a los ricos y a las multinacionales, los congresistas electos deben decidir entre: dejar constancias históricas y hacerle el juego a debates insulsos o, sin incumplir con sus compromisos de oficina, salir a construir como prioridad de la bancada, organización y poder social. Ejercicio que de hecho fortalece su organización o movimiento político.
Llevar el Congreso a la calle. Planear una estrategia de construcción social entre los electos y sus equipos sociales, de manera que se recorra cotidianamente todo el territorio nacional, explicando la agenda predominante en el Congreso, los intereses que lo dominan, develando cómo controla ese espacio el capital privado, y demandando de la gente movilización para hacer aprobar otra agenda legislativa.
Poner en debate, en la calle, la agenda del PDA (aspectos posibles): negociación política y paz, derechos y servicios públicos para todos a cargo del Estado, negación de la firma del TLC con los Estados Unidos, reestatización de recursos estratégicos, prioridad de la agenda latinoamericana.
Construir con los millones de excluidos un itinerario paralelo, facilitándoles la información pertinente sobre presupuestos nacionales, recursos del orden nacional y regional, propiedad del suelo, planes de privatización de bienes públicos, agentes propiciadores o profundizadores de la guerra, etcétera. Agitar y confrontar desde estas elaboraciones los proyectos oficiales. Educar. Evidenciar con la acción diaria que un nuevo poder se puede construir siempre y cuando quienes padecen el actual se movilicen, con una planeación paralela, para transformarlo.
Multitudes que pueden cambiar el presente y construir otro futuro. Que en el ejercicio político cotidiano destruyen las fuerzas del contrario, toda vez que desarrollando poder alterno fundamentan una nueva legalidad y una nueva legitimidad. En pocos años, con una política de nuevo tenor, millones que por décadas han sido traicionados, optarán por sus intereses, se movilizarán y los defenderán.
La bancada del PDA debe optar entre servir para legitimar un Congreso al servicio del capital, o construir poder alterno
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