Cuauhtémoc Cárdenas, cofundador del Partido de la Revolución Democrática (PRD), ha reconocido el triunfo de Felipe Calderón como presidente de México. En contrapartida, la izquierda mexicana se ha solidarizado tras el proyecto presidencial de López Obrador, quien fue reconocido en el Zócalo de la Ciudad de México el 16 de septiembre como presidente legítimo. Esta ha sido la mejor manera que la izquierda encontró para responder al largamente esperado fraude del 2 de julio, sobre cuya base los órganos electorales del país otorgaron el triunfo a Felipe Calderón. A partir del 16 de septiembre, en México cualquier cosa puede pasar.
Bajo una lluvia torrencial un millón y 25 mil delegados dentro de un público de 3 millones, asistieron a la Convención Nacional Democrática, una versión local de los Estados generales del pueblo, celebrada en el Zócalo de la capital mexicana atendiendo al llamado del ex candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador. Por acuerdo unánime de los asistentes, a partir de esa fecha el ex candidato de la izquierda es el presidente legítimo del país.
El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD con otros miembros separados del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en un largo proceso organizativo que comenzó en 1987, reconoció por su cuenta el triunfo de Calderón Hinojosa. Esta decisión personal hizo que Cárdenas fuese repudiado por varios millones de asistentes al mitin del centro político del país, de donde había partido la mañana de ese mismo día la parada militar que conmemora año tras año el movimiento de independencia de México iniciado en 1810. La izquierda mexicana ha designado a sus nuevos líderes entre los que ya no se encuentra el hijo del expropiador del petróleo, el presidente Lázaro Cardenas, en 1938.
Una sociedad dividida desde todos los ángulos
Si un mexicano de piel blanca y elegantemente vestido se cruza por la calle con un típico mestizo de piel morena y cráneo redondo, se miran con antipatía mutua. El pensamiento del blanco es, de manera inevitable: “ahí va ese pinche perredista”. En contrapartida, el mestizo piensa: “ahí va ese panista hijo de la chingada. Ya verá”. Y este tipo de pensamientos segregadores que abundan por la calle se repite días a día en las etnias frente a los representantes del gobierno, entre las minorías religiosas de cara a la religión mayoritaria y en el interior de las familias, donde hay divisiones con efectos irreversibles dependiendo de las inclinaciones por la izquierda o por la derecha. Cada uno hace responsable al adversario ideológico de su propio destino y del destino del país.
Pero no sólo las confrontaciones, que en ocasiones son violentas, cubren los ámbitos sectoriales; las castas que habían caído en el olvido en el siglo XIX por el triunfo del liberalismo igualitario recuperan el territorio perdido y se preparan para el choque de trenes. En efecto, el neoliberalismo restaura muchas instituciones del pasado incluso las indeseables como la política de estado que vela por la hegemonía de los blancos sobre las subrazas subordinadas. La lucha social que la ideología democrática de la revolución mexicana de 1914 había abolido en beneficio de la unidad nacional, reaparece con una furia arrolladora bajo la forma de lucha de clases. Las fuerzas sociales en conflicto se reencuentran asimismo en los ámbitos laborales donde conviven todos como explotadores y explotados.
El conflicto lo abarca, pues, todo. Los dos campos además, están confrontados en la relación dialéctica información-desinformación. En ella los medios audiovisuales tienden a apoyar de manera acrítica a la derecha forjando mistificaciones en las que creen a pie juntillas quienes temen que la izquierda ocupe el poder. De tal manera, mucho contribuyó en la preparación del fraude la campaña difundida por las empresas televisivas de que votar por el candidato del PRD equivalía a votar por el desastre del país.
Esta información fraudulenta complementó el fraude cibernético y estadístico que el Instituto Federal Electoral integró para anunciar el triunfo de Calderón; ese fraude, tal como sucedió, había sido previsto con mucha antelación por Greg Palast. Las autoridades electorales del PRI y el PAN saben como nadie que actúaba contra la razón la sola creencia de que las elecciones del 2 de julio podía ganarlas la derecha a los electores izquierdistas que son la aplastante mayoría.
Los pobres, los desempleados, los humillados son más, muchos más que los favorecidos por el régimen corrupto que coadministran el PAN y el PRI, y no encuentran más canal de representación que el ofrecido por el PRD que renace de las cenizas del cardenismo. El PAN desde 1976 fue secuestrado por las organizaciones secretas de procedencia jesuítica que entregaron al país a las nuevas élites que desplazaron a los grupos aristocráticos como en Guadalajara, Morelia o Puebla. Las nuevas élites burguesas no sólo se apoderaron del PAN sino también de los centros empresariales que no tardaron en transformarse en trincheras contrarias a la izquierda.
El grito
Uno de los rituales instaurados por la clase política mexicana para marcar su diferencia ontológica con el resto de los mortales es el del grito. Cada 15 de septiembre por la noche, a eso de las 23 horas, el presidente de la república y los presidentes municipales pronuncian unas palabras codificadas, de cuya resonancia mágica esperan recibir beneficios como su permanencia indiscutible en el poder. Esas palabras dan vivas contundentes a los héroes que "nos dieron patria", específicamente a Morelos, Hidalgo, Allende y Abasolo.
La última vez que la ceremonia del grito conmovió a los mexicanos fue anteayer. El PRD gobierna en la capital federal. Alejandro Encinas, jefe del gobierno de la ciudad, dio también el grito. Sin embargo, las televisoras mexicanas solidarias con el PAN se olvidaron de la transmisión de los gritos parciales como el de encinas; si dio en cambio gran difusión cuando se trató de ayuntamientos del PAN. El silencio que pesó sobre el ritual perredista capitalino enardeció aún más a las redes ciudadanas del PRD que organizaron la convención.
La Cumbre de Países no alineados que tuvo lugar en La Habana terminó sus trabajos el domingo 16 de septiembre, día en que los mexicanos designaron a su presidente legítimo. Si la Cumbre se hubiera atrasado un día quizá hubiera dedicado su atención al acontecimiento mexicano. Esperemos, sin embargo, que cada estado que estuvo representado en la reunión adopte la posición significativa respecto de México y su vocación democrática.
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