San Luis Potosí, SLP. Recio, como sus manos de campo que asoman de la raída chamarra azul, Delfino Cruz pacta hacer la próxima revolución de México, para crear una nueva Constitución e instituir un régimen basado en la autonomía.

Para este trato -que “echa” con el subcomandante insurgente Marcos, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN)-, el viejo no necesita hablar, estrechar manos, firmar papeles, tener testigos o, siquiera, abandonar su asiento improvisado en el basamento de la Plaza de los Fundadores, ubicada en la capital de San Luis Potosí y donde, a su espalda, habla el delegado Zero.

Con sus más de 60 años a cuestas, sus bronquios asmáticos y la ausencia de su oído derecho, Delfino asiente con la cabeza cuando el subcomandante Marcos propone derrocar al sistema capitalista.

El hombre, que en su juventud fue campesino, no está aquí por casualidad: es uno de los más de 20 millones de mexicanos que viven en extrema pobreza. Y es a él a quien habla el delegado Zero cuando dice que en la colonia Primero de Mayo -donde se avecinda Delfino- está el apetitoso botín de los fraccionadores.

Sin importar su derredor, el domingo 5 de noviembre el viejo alza su voz, casi como un grito, para certificar las palabras de Marcos: “Es cierto. Esos fraccionadores despojan nuestras casas”.

Al siguiente día -cuando concluye el primero de dos acercamientos con adherentes y simpatizantes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en San Luis Potosí, y ya con 29 estados de la República visitados-, el subcomandante Marcos señala que ese México de Delfino, que es el país de los oprimidos del capitalismo, es foco rojo para la próxima administración, pues está al borde de la convulsión social.

“Lo que estamos viendo es que es como una guerra de conquista, pero como en las guerras de conquista hay núcleos de resistencia que están en todo el país, pero no los conocíamos, y lo que ha hecho La Otra Campaña es hacerlos visibles, señalarlos como hacen los políticos cuando dicen cuáles son los puntos rojos de la República, que es donde puede haber problemas. Eso hizo La Otra Campaña y se dio cuenta que todo el país es rojo, todo el país está en peligro y en resistencia.”

En el pueblo minero de Charcas, el delegado Zero dice que La Otra Campaña está uniendo esas resistencias y que este movimiento civil y pacífico derrocará a la administración ilegítima de Felipe Calderón, “quien llega a la Presidencia del país por un fraude electoral”.

Otro gobierno que debe caer es el del priísta Ulises Ruiz, advierte el subcomandante Marcos durante su paso no sólo por San Luis Potosí, sino también por Chihuahua, Durango y Zacatecas; mientras reivindica y apoya -con movilizaciones pacíficas- la lucha de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO): compromiso que hizo público el pasado 30 de octubre en Chihuahua capital.

Y es que un día después de la represión ejecutada por la Policía Federal Preventiva en contra de la APPO, ocurrida el 29 de octubre, el delegado Zero expresa su solidaridad con el movimiento oaxaqueño y afirma que “el ataque federal no tiene más objetivo que mantener a Ulises Ruiz en el poder y destruir la organización popular de los pueblos de abajo de Oaxaca”.

Por ello, dice, “ninguna persona honesta puede permanecer en silencio e inmóvil mientras todo un pueblo, mayoritariamente indígena, es asesinado, golpeado y encarcelado. Los zapatistas no callaremos y nos movilizaremos en apoyo al pueblo hermano y compañero de Oaxaca”.

Y es el 1 de noviembre cuando cierra simbólicamente el puente internacional de Ciudad Juárez, Chihuahua. En medio de una tolvanera -provocada por un helicóptero del departamento de policía estadounidense, cuyo sobrevuelo llega incluso al territorio mexicano- el subcomandante del EZLN dice que “hemos llegado hasta acá para decirle a Oaxaca que no está sola; para decirle que Chihuahua, que Juárez, El Paso, que todo el país y Texas también están con su lucha”.

Sobre la provocación de las autoridades norteamericanas, el delegado Zero ironiza que quizá, “como estamos en Chihuahua, recordaron cuando mi general (Francisco) Villa fue y se les metió -antes de las torres gemelas- a Columbus”.

La revolución de abajo

Los disturbios sociales de Oaxaca no son la única herencia que recibe la administración de Felipe Calderón Hinojosa. Tras su recorrido por los cinturones de pobreza y las zonas más conflictivas de 29 de los 32 estados que conforman la República, el subcomandante Marcos observa que las condiciones sociales actuales son similares a las que originaron la Revolución Mexicana.

Entre los mayores descontentos sobresale el despojo de la tierra a través del Programa de Certificación de Derechos Parcelarios y Titulación de Solares Urbanos (Procede), que ha servido para enajenar la propiedad ejidal; problema similar al que produjeron las leyes de reforma -hechas por Benito Juárez- que originaron la concentración latifundista de la propiedad agraria de las comunidades indias.

Así, como en la época del porfiriato cuando las compañías deslindadoras arrebataron la tierra comunal a poblados enteros, los campesinos e indígenas del foxismo neoliberal han sido transformados en peones de los “neoterratenientes”.

Para el delegado Zero, uno de los puntos neurálgicos de México es la propiedad del territorio y su transformación en mercancía: “la tierra, vista con todo su entorno -agua, aire, recursos- es amenazada por las leyes que la convierten en mercancía. Por eso el Procede, la ley del agua, la ley del bosque, son las leyes del despojo”.

Agrega que esos recursos tan codiciados por los grandes intereses capitalistas están, sobre todo, en territorio indígena. Y es que el despojo no sólo está en Chiapas, sino también en el norte del país.

En la Sierra Tarahumara de Chihuahua, a donde el subcomandante Marcos llega el 28 de octubre en el tren Primera Express, Chepe, -propiedad de Grupo México, del empresario Germán Larrea Mota Velasco, considerado símbolo de la Revolución Mexicana, pues a fines de 1913 y bordo del tren, el general Villa y sus dos mil hombres tomaron por asalto Ciudad Juárez-, los pueblos rarámuri, rarómari, odám y tepehuán padecen el saqueo del bosque: la tala inmoderada de las empresas canadienses, permitida por la Semarnap.

En Sisoguichi los indios enseñan su lucha, que es por los recursos de su territorio y su territorio mismo: “Los problemas que más se sienten son los de la tierra. Estamos luchando para que los rarámuri tengamos tierra y para que ya no nos corten los árboles ni nos contaminen nuestra agua”, explican.

En el ejido indio, La Laguna, también ubicado en la Sierra Tarahumara, la amenaza es aún más grave: “los capitalistas se quieren robar 688 hectáreas que son propiedad de la comunidad, eso está reconocido en papeles oficiales”, denuncia Chunel Palma, quien además informa que los indios de ese lugar están amenazados de muerte.

Otro ejemplo del despojo es el caso de la comarca lagunera. En Gómez Palacio, Durango, ejidatarios y campesinos acusan la concentración de los derechos del agua en manos de 30 familias ganaderas -dedicadas sobre todo a la producción de leche- que, con el consentimiento de la Comisión Nacional del Agua, explotan irracionalmente los ocho acuíferos de la región.

Por ello, La Otra Campaña se propone recuperar el territorio, y los recursos que en él se encuentran, de los pueblos de la Sierra Tarahumara y de la comarca lagunera. Pero no sólo de ellos, sino también de los ejidatarios de San Antonio de los Bravos, Durango -cuyos terruños fueron expropiados para beneficio de la inmobiliaria GEO, según señalan los campesinos-

Además, del ejido Cedazo, San Luis Potosí -donde, a consecuencia del Procede, la tierra comunal está amenazada de embargo por la “banca de desarrollo” Banrural-. Del aguerrido ejido Héroes de la Revolución, en el municipio de Jiménez, Chihuahua -donde el Tribunal Agrario retrasa la sentencia del expediente 343/05, que se refiere al despojo de más de 120 hectáreas, cometido en contra de 63 ejidatarios por un latifundista de apellido Braña-.

Estas son las condiciones de las que habla el subcomandante Marcos, quien -al igual que Ricardo Flores Magón, a través del Partido Liberal, lanzó en 1906 su programa para derrocar la dictadura de Porfirio Díaz y realizar una serie de reformas sociales y políticas- llama a Delfino y a ese México de abajo a la insurrección nacional.

“Como quiera, esto va a reventar, porque no le vemos otra salida”, advierte; pero especifica que a diferencia de 1910, ahora el movimiento será civil y pacífico: “No se trata de tomar las armas, porque no nos sale la cuenta. Y si se va a morir alguien, que se muera el rico, por qué nos vamos a morir nosotros, por qué tiene que ser el pobre el que se tenga que morir, ya estuvo bueno de eso”.

Y es por eso mismo que Delfino, y el México de abajo, asiente con decisión la cabeza, en señal del pacto que ya “echa” con La Otra Campaña.

Publicado: Diciembre 1a quincena de 2006


Nancy Flores / Rubén Darío Betancourt, fotos / enviados |

Los infiltrados del CISEN

El 28 de octubre pasado, 11 agentes de las secretarías de Gobernación y de Seguridad Pública -dos de ellos mujeres- abordan en Los Mochis, Sinaloa, y con destino a Creel, Chihuahua, el tren Chepe, identificado con el número 144005.

A pesar de la demanda que tiene el transporte ferroviario, el penúltimo vagón ha sido reservado exclusivamente para ellos, pues en el antepenúltimo es en donde viaja el subcomandante insurgente Marcos y los integrantes de la llamada karavana, que lo acompañan.

Y no es que las secretarías de Estado hayan cubierto el monto total de asientos, cuyo costo por persona asciende a mil 600 pesos, sino que “por decisión de la empresa (Ferrocarril Mexicano, propiedad del empresario Germán Larrea) se dispuso así”, cuentan empleados del ferrocarril.

Está no es la única medida extraordinaria que adopta la compañía del Grupo México. Según dice Óscar Luévano, coordinador comercial de pasajeros, las medidas de seguridad fueron relajadas para que el delegado Zero pudiera viajar sin ningún inconveniente: “De otra forma, ninguno (de los miembros de la karavana) hubiera podido abordar”.

Durante el recorrido algunos de los agentes intentan, sin mucho éxito, interactuar con los karavaneros. Todos portan cámaras digitales y pequeñas libretas, que más adelante, en reuniones públicas concertadas en torno a La Otra Campaña, utilizarán, como si su profesión fuera la de reporteros.

Y así, sin uniformes y con su sonrisa amistosa, irán recogiendo datos y tomando fotos no sólo de las personas que hablan en los mítines públicos, sino de las que asisten a los actos encabezados por el subcomandante insurgente Marcos.